jueves, abril 18, 2024

Barandal

•Túnel gigantesco en Veracruz

•Impunidad se llama…

•El peor de los mundos

Luis Velázquez

ESCALERAS: La imagen del terror y del horror en Veracruz se llama impunidad. Impunidad es su nombre. Una larga y extensa cadena, túnel gigantesco, traducido en un solo hecho social: a mayor impunidad, más crímenes. Más ejecuciones. Más fuego cruzado. Más fosas clandestinas.

Caso Hidalgotitlán. El alcalde electo fue asesinado luego de una cabalgata, y al momento, ni fu ni fa. Los homicidas fueron ubicados como unos huachicoleros, pero todos treparon al cielo. Esfumados.

Caso Ixhuatlán del Sureste. El presidente municipal en funciones fue asesinado con su esposa y tres colaboradores en Banderilla. Y aun cuando fue inculpada la llamada “Banda de las despensas, las láminas y las cobijas”, integrada, se dijo, por duartistas tanto políticos como burócratas, ninguno ha sido identificado. Parece por ahí un detenido.

Caso Fiscal de Pánuco. Horas después del homicidio fue satanizada. La víctima… victimizada. Casi casi, culpable de su ejecución. Primero, por el gobernador; luego, por el diputado panista, Rodrigo García Escalante, y ahora, por el vocerío, que formaba parte de una banda de tratantes de blancas. Los expertos y profetas del desastre arguyendo la ejecución perversa. Clásica, dicen, la huella de los narcos.

Tres reporteros asesinados. Ricardo Monlui Cabrera, en Yanga. Edwin Rivera, en Acayucan. Y Cándido Díaz Vázquez, en Juan Días Covarrubias. Al momento, nada de nada.

Casos todos los más sonados, digamos.

Pero el rastro de la impunidad alcanza a la población civil.

Los cuatro niños ejecutados en una colonia popular de Coatzacoalcos. El niño asesinado en Tantoyuca, la tierra de un cacique panista. La niña asesinada en una plaza comercial de Córdoba.

Más los feminicidios. Más los hombres y jóvenes. Más los sicarios que entre ellos mismos se matan, sin que la muerte llegue a los jefes de los carteles y cartelitos.

En “la noche de los cuchillos largos”, decenas de chicos, adolescentes entre ellos, asesinados. Todos ellos, se afirma, “halcones”. Todos, dicen, reclutados entre las bandas juveniles de las colonias populares.

PASAMANOS: Grave la inseguridad cotidiana. Peor la impunidad. Una y otra hermanas gemelas. Y si las dos fallan, entonces, Veracruz, en el peor de los mundos.

Incluso, en la disputa por el tema controversial, el Estado de Derecho frente al Estado Delincuencial.

El Estado Civil frente al Estado de Sitio.

Los políticos contra los malandros.

El gobernador frente a los presidentes municipales dirimiendo la nueva solución salomónica para garantizar la seguridad en la vida y los bienes como es la policía municipal.

Con todo, los días y las noches quedan como siniestros, sórdidos y sombríos.

La lucecita alumbrando el largo y extenso túnel, de hecho y derecho, se apagó en el camino.

Y ni hablar, si la secretaría de Seguridad Pública quedó atrapada y sin salida en el principio de Peter (el mundo nebuloso donde unos rebasan a los otros), entonces, la esperanza se llama Fiscalía.

Y la Fiscalía…, ejerciendo a plenitud la razón suprema de existir como es el resentimiento, el odio y la venganza, táctica infalible para descuartizar a Javier Duarte y a los duartistas pillos y ladrones como estrategia segura y confiable para ganar la gubernatura de 6 años en el 2018.

Y, claro, si se puede, las diputaciones locales y federales, las senadurías y Los Pinos.

Un Veracruz revolcado en las pasiones desaforadas de la política.

Y en contraparte, la justicia reclamada por la población, a la deriva. Naufragando.

CASCAJO: Mal síntoma si doce meses después seguimos inculpando al duartazgo. Es tanto como reproducir el síndrome de Estocolmo. Es la hora de cumplir la tarea. Lo pasado es historia. Un año después, hasta las heridas del corazón cicatrizan. Y si una parte sigue odiando al ex (o la ex), entonces, el corazón, las neuronas, el alma… se pudren.

Peor tantito:

En el debate sobre la inseguridad y la impunidad, cada parte tiene su bando favorito. Unos creerán al gobernador Yunes. Otros, quizá, dirán que el duartazgo ya quedó atrás.

Y la población sigue, como dice el clásico, “hambrienta de justicia”.

Se entiende: en ningún momento, la prioridad yunista es ni la seguridad en el diario vivir ni tampoco la justicia, con todo y que cada ocho días hay cumbre estelar con las corporaciones policiacas, militares y navales.

Y con todo y que cada rato los medios anuncian la captura de bandas delictivas y que, bueno, de paso serán muchas, muchísimas, la incertidumbre y la zozobra continúa igual que en el sexenio anterior.

Cada día y noche cuando a lo lejos o cerca se escucha el runrunear de las patrullas (más aún en la madrugada) la piel se enchina, porque se entiende que corren desbocadas a un fuego cruzado o a levantar un cadáver.

RODAPIÉ: El gobierno azul “se cura en salud” diciendo que “es fácil criticar desde la computadora”.

Y más, cuando en el sexenio anterior la mayor parte de los medios callaban ante la realidad volcánica.

Allá cada quien que “se ponga el traje que le acomode”.

Pero nunca, jamás, será argumento superior para justificar que desde su edificio multicolor como “la casa que arde de noche”, el Fiscal esté fallando a la población.

El secretario de Seguridad Pública, quejándose de que solo duerme dos horas diarias luchando contra los malandros y quizá por eso desmayó en el WTC de Boca del Río.

Y el Fiscal, haciendo paella, mientras la procuración de la justicia está igual, o peor, que cuando el frívolo Luis Ángel Bravo Contreras, aquel que en un examen en la Facultad de Leyes de la Universidad Villa Rica escribiera un recadito a su maestro Marco Evens Torres, visitador y Fiscal Regional de Jorge Wínckler, pidiendo ayuda porque no sabía nada, absolutamente nada, del examen correspondiente.

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