miércoles, diciembre 25, 2024

Línea Caliente

Cuánto le debo a mi alma mater

Por Edgar Hernández*

Ser universitario en mis tiempos lo era todo… hoy también.

Orgullo de mi familia, en donde solo tres de once pudimos llegar a la universidad ya que los otros por cabeza dura o porque habían sido rechazados se quedaron con empleos de media cuchara para el resto de sus vidas.

Estar o ser parte orgullosa de una universidad pública, insisto, lo es todo.

¿Cómo olvidar, para quienes egresamos, la más importante etapa de crecimiento escolar de nuestras vidas? ¿Cómo tirar a la basura esos momentos en donde no traías un centavo pero sí muchísima hambre mientras tu escuela no te regateaba nada?

La Universidad es gratis. Lo seguirá siendo pese a las embestidas retrógradas.

Las cuotas de inscripción eran y seguirán siendo mínimas con derecho al uso y usufructo de todas las instalaciones, de ese ambiente inolvidable, de ese vivir en el campus.

Ahí quedan tus mejores recuerdos. Tus compañeros. Tus profesores que aun evocamos con veneración. Tu novio o novia que ahí conociste y que te quedaste con muchas ganas de casarte y formar una familia, pero ya sabes la novia del estudiante no es la esposa del profesionista.

Odioso hablar en primera persona, pero a este escribano la Universidad le dio todo: empleo, familia, bienes, reconocimientos y respeto ante la sociedad. Acaso por ello los casi 20 años que di clase en la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, jamás quise aceptar un peso de salario. Todo lo doné a la institución.

Hoy ya pasados los años, aun mis mejores amigos son los de la universidad y mis mejores evocaciones son para la universidad porque, yo sí, a la universidad le debo todo.

Actualmente en la UNAM se le destina el 3 por ciento del presupuesto federal 37 mil 756 millones de pesos anuales y eso que es una universidad autónoma y en la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior de todos los estados de la República el 33 por ciento se entrega a la educación, la superior incluida.

¿Qué le debo a la Universidad?

Los gobiernos establecidos son depositarios del presupuesto que genera la sociedad civil vía impuestos; la federación los reparte en tareas de educación, salud, seguridad, desarrollo agropecuario, turismo, bienestar social y todas aquellas que van en favor de los gobernados, educación superior incluida.

No es el dinero de la bolsa que sale del gobernante –a donde más bien entra de manera sospechosa-, así que bajo ninguna circunstancia puede ser objeto de reclamo o del “No le debemos nada a la Universidad Veracruzana” (sic, JD).

La semántica no funciona.

Y es que, en efecto, hay convenios que en ese cuidado de formas evaden en estricto sentido lo que es una obligación financiera, pero cuando la razón y la justicia social se aplican, el simplismo termina.

Qué sería del conglomerado social, de nuestra juventud misma, atenidos a las universidades privadas en estricto acatamiento al silogismo de no te debo nada y los documentos oficiales así lo establecen.

Dónde quedarían las aspiraciones de los más, de los desposeídos que jamás tendrán para pagar los 40 mil pesos que cuesta semestralmente la más modesta universidad privada.

Gobierno que abdica a la “obligatoriedad” del pago de la educación superior es un gobierno destinado al fracaso. Es el umbral de una dictadura de cara a una pretendida democracia.

Es el hilo tan delgado que la separa.

Es justamente la actitud tiránica por mantener sin educación al pueblo., Someterlo a la ignorancia, dejarlo a merced y supeditación de los grandes consorcios y potencias trasnacionales que llevan de la mano a los mejores profesionistas.

Acaso por ello es momento de rectificar posturas.

El tema no es dinero. Es convicción. Es obligación para quien el pueblo le depositó llevar los destinos de su gente a mejores estadios de vida. Es, ni más ni menos, el mayor de los compromisos por encima de las tribulaciones económicas.

No se puede olvidar que la educación es la base de todo avance democrático, ya que ¿Cómo tener independencia y libertad si no estamos liberados del yugo de la ignorancia?

Bien decían nuestros ancestros que somos históricamente un pueblo identificado con la libertad. Desde el recinto universitario hasta la plaza pública, en el taller o en el surco donde el veracruzano lucha por su libertad.

Y la libertad está justamente en el acceso a la educación.

¿Qué cuesta?.. Pues ¡que cueste!

Los veracruzanos alzamos la voz, una voz de compromiso con la educación superior. A la Universidad le debemos todo.

Hoy estamos en libertad para exigir se respete a nuestra alma mater, su patrimonio educativo y cultural que debemos de acrecentar porque sin ella perderíamos el rumbo y equivocaríamos el cambio.

La educación, no nos equivoquemos, es la primera condición del cambio. Los pueblos no pueden ser libres en lo económico si no son libres en lo educativo.

Tiempo al tiempo.

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