domingo, julio 6, 2025

Expediente 2019

Veracruz, el infierno

Luis Velázquez

24 de octubre de 2019

Los carteles compraron políticos, jefes policiacos y policías. Se aliaron con gobernadores. En el salinismo, se afirmó, entraron a palacio nacional.

Impusieron presidentes municipales, síndicos, regidores y tesoreros. Y comandantes de policía.

Se adueñaron de la obra pública en pueblos y estados.

Impusieron cuotas a comerciantes, empresariales, industriales. Y hasta una mochada establecieron para los dueños de changarros y changarritos.

Asesinaron a políticos y policías.

Mataron en todos lados con la impresionante impunidad.

Incluso, hasta “militares de élite se convirtieron en el mayor grupo delictivo de un país que vive los niveles de violencia más altos del mundo”. (Ricardo Raphael, El hijo de la guerra).

Y ni modo que en aquel “infierno tan temido”, Veracruz se salvara, pues tampoco somos una ínsula aislada del resto de la nación.

Y aun cuando hay gente triste pues en todas las guerras hay muertos, huérfanos y viudas, injusticias, abusos y excesos, impunidad, también hay en Veracruz gente que ríe y cuenta chistes y canta y hace el amor y el sexo rápido, pues “la vida es así y qué le vamos a hacer”.

Nadie, sin embargo, ha calculado el número de muertos en los 6 años de Javier Duarte y en los 2 años de Miguel Ángel Yunes Linares.

Pero los panteones municipales tienen más cruces y más veladoras y hay más gente rezando en las iglesias por sus difuntitos.

Se vive, entonces, el peor de los infiernos. Y nada, absolutamente indica que pronto, antes de que el gallito cante 3 veces, la vida cambie.

Por más y más protestas sociales. Por más gente indignada. Por más pueblos rebelados.

LOS DÍAS SOMBRÍOS

En el duartismo, los carteles entraron por el norte de Veracruz, procedentes de Tamaulipas. Fue cuando el pueblo de Pánuco cambió su nombre a Pánico.

Fue cuando un día rafaguearon un autobús de pasajeros en la carretera de Tantoyuca a Pánuco y mataron, entre otros, a un bebé en brazos de su madre.

Fue cuando el primer tiradero de cadáveres en el puente que une a Tampico Alto, Veracruz, con Tampico, Tamaulipas.

Luego, los carteles descubrieron el paraíso terrenal, la tierra pródiga en Veracruz, y siguieron caminando hacia el sur y el este y el oeste, con tanta suerte y fortuna que, por ejemplo, convirtieron un terreno anexo al Frac. Colinas de Santa Fe, en el municipio de Veracruz, en la fosa clandestina más grande, no de Veracruz, tampoco del país, sino de América Latina.

Y ahora, según el cálculo oficial hay fosas clandestinas en unos cien municipios, el último en Acutzingo.

Y Veracruz, con más de mil 500 muertos en víspera del primer informe. Y en el primer lugar nacional de feminicidios. Y de secuestros. Y de postre, el primer lugar nacional en dengue y Sida y en adolescentes embarazadas y en abortos cuando en el país se recrudecen las diferencias morales entre la iglesia y las O.N.G. y activistas para despenalizar los legrados.

Pero de todo, la vida hecha un infierno en cada nuevo amanecer, en que nadie, absolutamente nadie tiene garantizada la vida, así existan familias con escoltas para cada uno y además, varios guardaespaldas siempre con su mochilita en la mano donde guardan su pistola, quizá R-15.

AQUELLA PROMESA DE A.M.L.O.

Hace 6 meses, el presidente de la república estuvo en Veracruz. Vitoreó y levantó la mano a su gobernador. Entonces, ofreció restablecer la tranquilidad en la vida pública y social en un semestre. El semestre termina este mes de noviembre.

Y el infierno sigue, imparable, creciente, al grado de que el paisaje urbano, suburbano y rural ha sido modificado.

Ahora, por todos lados, cadáveres tirados en la vía pública. Cadáveres, incluso, decapitados, la cabeza humana por un lado y el resto del cuerpo en otro. Cabezas abandonadas en las mesas de cantinas. Cadáveres flotando en los ríos aguas abajo. Cadáveres arrojados a pozos artesianos de agua dados de baja. Cadáveres a orillas de carreteras y entre los matorrales.

Número incalculable de hogares llorando a los suyos. Niños huérfanos. Mujeres viudas. Padres ancianos quedados a la deriva social.

Es el rostro social de Veracruz en el siglo XXI, aun cuando en el siglo XX, hacia 1930, la enconada lucha agraria entre ejidatarios, latifundistas y la poderosa “Mano negra”, del cacique Manuel Parra, con sede en la hacienda de Almoloya, en Alto Lucero de Paquita la del barrio, dejara cuarenta mil campesinos asesinados, más 17 líderes agrarios.

El infierno del siglo XX. El infierno del siglo XXI. El paraíso terrenal que tanto asombrara al explorador universal, Alejandro de Humboltd en el año 1800.

EL INFIERNO SE RECRUDECERÁ

Antes, en la historia de las matanzas en Veracruz, fue Porfirio Díaz Mori con su gobernador Luis Mier y Terán con su “¡Mátalos en caliente!”.

Luego, las invasiones norteamericanas en Veracruz cuando decenas, cientos de jarochos perdieron la vida y quedaban sus cuerpos tirados en las calles.

Después, “La Mano Negra” de Manuel Parra.

Más tarde, el debut de “La Sonora matancera” en el sexenio de Agustín Acosta Lagunes.

Ahora, y desde el duartazgo, los carteles y cartelitos, los jefes máximos, pues corrompieron a políticos, jefes policiacos y policías como nunca antes.

Un infierno que, parece, nunca se apagará. Y por el contrario, se recrudece por más y más cacayacas desde el palacio oficial de Xalapa.

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