jueves, mayo 16, 2024

Expediente 2017

El místico del poder

Por Luis Velázquez

Gerardo Buganza Salmerón cierra un capítulo en su vida. Por lo pronto. Pero será sólo por unos 40 días para atender su salud. Quizá anda en terapia por su viejo mal. Y enfrenta la batalla más reñida de su vida. Más de veinticinco años en la política. De panista a independiente. De crítico del sistema priista a compañero de viaje de un priista, Javier Duarte, satanizado por todos.

Inició en la vida pública como síndico en el Ayuntamiento de Córdoba, gracias a la bendición del filósofo César Leal Angulo, entonces, mandamás del PAN. Ex senador de la república, dos veces secretario General de Gobierno, terminó como diputado independiente. Se retira para buscar nueva vida y reanudar, digamos, el viaje, si las circunstancias lo permitieran.

Ingeniero químico, la víbora de la política lo picó como si fuera el veneno de una nauyaca. En el año 2004 fue candidato a gobernador, y aun cuando le pasó lo mismo que a Cuauhtémoc Cárdenas ante Carlos Salinas en 1988 en la lucha presidencial, muchos años después descubrió su realidad.

Fidel Herrera, dijo, es un mafioso de la política. Me arrebató, dijo, la gubernatura.

Pero en cambio, le fue bien en el fidelato y mejor en el duartazgo, el tiempo político denominado la Decena Trágica de Veracruz.

Acaso en otra vida quiso abrazar el sacerdocio. La vida, deseó, sin embargo, que fuera, digamos, un sacerdote de la política.

“Todos los días escucho misa, me confieso y comulgo” reveló.

Unas veces escuchaba misa a las 7 de la mañana, y si la vida pública se lo impedía, a las 7 de la noche.

Más aún: todos los días antes de salir de casa pasaba unos minutos, largos quizá, con sus pajaritos encerrados en una jaula en su casa en Córdoba.

Un místico del poder.

Marcó una época singular. Caso indicativo: nunca ha ganado una elección en las urnas. Siempre fue en cargos legislativos por dedazo. Mejor dicho, asignación. Dos veces perdió la gubernatura. En 2004, ante Fidel. Y en 2010, cuando el PAN de Felipe Calderón designó por dedazo a Miguel Ángel Yunes Linares como el candidato.

Entonces, irritado, molesto, renunció al PAN, la misma actitud que seis años después seguiría su otro paisano, Juan Bueno Torio, cuando el PAN nombró otra vez a Yunes como el candidato y en que derrotara a su ex primo, el senador con licencia, Héctor Yunes Landa.

SU OFICINA FUE EXORCIZADA

Quiso Buganza purificar la política. En todo y desde todo.

Por ejemplo, en los primeros días cuando asumió la secretaría General de Gobierno pidió a su amigo y casi paisano, el arzobispo Hipólito Reyes Larios, bendijera su oficina, mejor dicho, la exorcizara.

Y la exorcizara, sobre todo, en un privado que un tiempo fue cubierto de caucho en las paredes para evitar que los gritos telúrico retumbaran en las paredes de al lado y fueran escuchados hasta en los pasillos.

La fama pública consignaba que la oficinita era un centro de terapia sexual para así ejercer el poder sin nervios tensionados, casi casi “el reposo del guerrero”.

Pero además, el exorcismo sirvió para que las intrigas de los priistas enojados con su nombramiento en la SEGOB nunca le llegaran.

Tan es así que en dos ocasiones, Javier Duarte lo nombró titular.

Y cuando partiera a la secretaría de Infraestructura y Obra Pública, el efluvio divino era tanto que hasta la ley fue modificada para una SIOP a su medida.

Más todavía: cuando Tomás Ruiz González lo relevó en el cargo, jamás le llegó la intriga del genio del SAT, Sistema de Administración Tributaria, entre otras cositas, a partir del famoso Túnel Sumergido de Coatzacoalcos.

En la política vivió así, y a plenitud, su religión católica.

Incluso, a veces acompañaba a los obispos en alguna travesía pueblerina y hasta le daban el micrófono para pronunciar la homilía. Quizá, en la adolescencia y juventud, vivió soñando con abrazar el sacerdocio.

HOMILÍA LEGISLATIVA

En el oficio al Congreso con fecha 30 de mayo, plantea una licencia temporal a diputado local del día 20 de abril al 31 de mayo.

Es diputado independiente, tanto, que luego de declararse mantiene una raya ideológica de sus 49 colegas, pues ni siquiera permitió (en nombre de su libertad) aliarse con los llamados “Juntos por Veracruz” que más bien debiera denominarse “Juntos… pero por ellos mismos”, la mayoría con la enfermedad que citó San Agustín en sus “Confesiones” como el peor mal del mundo, como es la soberbia.

Por eso, su experiencia legislativa y en la administración pública, mucho, muchísimo, demasiado, serviría para reorientar el destino común de Veracruz, pero más aún, para aproximarse a la vida democrática que nada tiene con la alternancia partidista que lanzara al PRI del palacio de Xalapa.

En 40 días, ojalá, regresará al Congreso. Y lo mejor para que cumpliera “al pie de la letra” la filosofía de vida de Albert Camus cuando miraba que hacia el final de la vida lo único importante es rescatar “un poco de la dignidad perdida”.

Y en ningún momento para estar a favor o en contra del Yunes azul, el ex priista que mudó a panista, sino del lado de Veracruz, el paraíso terrenal mudado en un infierno con sus desaparecidos, secuestrados, asesinados y sepultados en fosas clandestinas, cuya defensa asumen sus familiares integrados en Colectivos y Solecitos, y de los que Gerardo Buganza, el místico del poder, ninguna palabra ha pronunciado en la homilía parlamentaria.

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