Escenarios

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•Lastre y desastre la inseguridad

•Peor tantito con la impunidad

•Mandan carteles en Veracruz

Por Luis Velázquez

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Hacia el mes de junio del año pasado, Miguel Ángel Yunes Linares ya tenía diseñado una estrategia para restablecer la seguridad pública en el paraíso perdido.

Y no obstante, casi 7 meses después, todo incumplido.

Por ejemplo:

Dijo entonces que pediría al secretario de la Defensa Nacional “que me sugiera tres nombres de militares de alto rango, de preferencia veracruzanos” para la secretaría de Seguridad Pública.

No fue, claro, ningún militar. Por el contrario, un civil, a quien en su tiempo como director de Tránsito en el Chirinismo le apodaban “El fantomas”, pero cuya tarea principal es allanar el camino electoral al senador Fernando Yunes Márquez como candidato a la alcaldía jarocha, y para lo cual, incluso, está operando.

Además, un secretario a quien los carteles y cartelitos han rebasado por completo y le han mostrado el puño y siguen gobernando el territorio jarocho, en tanto él mismo se resigna a decir que “tengan paciencia porque estamos llegando”, en tanto su jefe lamenta que “no tiene una varita mágica”.

También dijo el góber azul que “rompería con el vínculo orgánico entre la policía estatal y la delincuencia organizado, que ha provocado que se viva con miedo y que todos los días tengamos levantones, secuestros y crímenes”. (El País, martes 7 de junio, 2016)

Al momento, como la población de norte a sur y de este a oeste de Veracruz lo sabe y tienen conocimiento el tsunami de inseguridad está como en los mejores días del duartazgo.

La última semana, por ejemplo, asesinaron a dos mujeres más, con lo que la estadística del feminicidio continúa multiplicándose, sin registrar que más familias continúan enlutándose.

Y lo peor, mientras, cierto, cambiaron al secretario de Seguridad Pública, los mandos medios y bajos, las corporaciones policiacas, son las mismas, y ninguna duda existe de que conservan el buen karma con los malandros.

Y más, por la versión popular de que a los policías y delegados les han asignado una cuota de la que los jefes superiores están pendientes.

En contraparte, bastaría referir que la última semana renunciaron más de 50 policías a la corporación estatal descobijando la seguridad de la población.

2

Según el góber azul, desde el sexenio de Fidel Herrera “se estableció un vínculo orgánico entre el cartel del Golfo y los Zetas con la policía de Veracruz”.

Al momento, nunca, jamás, lo ha podido demostrar… por más que según la leyenda él mismo endilgó el apodo del “Zeta 40” al fogoso como parte de la “durísima campaña en su contra” que siempre le ha caracterizado.

Así, ni el fogoso ha sido sujeto a un proceso penal por sus presuntas ligas con los malosos ni tampoco los Zetas ni el cartel del Golfo han marchado del territorio jarocho.

Por el contrario, aquí siguen las partes disputando con todo la jugosa plaza local que significa la autopista de sur a norte, las pistas clandestinas intocables, los puertos de Coatzacoalcos, Veracruz y Tuxpan para el desembarco de droga internacional, y la fama pública de que parte de las corporaciones policiacas están a las órdenes de los barones de la droga.

Por eso una vez más ha de recordarse que en 40 días Fernando Gutiérrez Barrios pacificó Veracruz encarcelando a cuatro caciques regionales (Justo y Roberto Cabrera, Luis Rivera Mendoza y Cirilo Vázquez Lagunes), en tanto otros huían despavoridos.

En el caso, con todo y colombianos, israelitas, Genaros García Luna y Policía Intermunicipal, los capos siguen mandando.

Claro, así quedaron acostumbrados desde que en el sexenio de Patricio Chirinos Calero, un capo, José Albino Quintero Meraz, fue privilegiado y todos ellos miraron a Veracruz como la tierra prometida, el paraíso utópico.

Y todo indica, jamás se equivocaron, pues cuatro sexenios y un bienio más después aquí siguen, “señores de horca y cuchillo”.

3

Entrarán de rodillas a la Basílica, dirán misa, bailarán en Chalma, contratarán a una gitana para el buen karma o viajarán a Cuba para consultar a los santeros, el caso es que la Yunicidad ha incumplido en el grave pendiente número uno en un Estado de Derecho, como es garantizar la seguridad en la vida y en los bienes.

Gobernador electo, Yunes aseguraba que él mismo encabezaría los operativos de seguridad para corretear a los malandros.

Ya en funciones, acuñó el discurso de Poza Rica diciendo que él “sí tiene pantalones” para enfrentarse a todos ellos.

Se enfrentó, claro, a los saqueadores de las plazas comerciales a quienes acompañado de sus escoltas buscó en la plaza comercial que robaban en el gasolinazo para llamar, ajá, a la civilidad y convencerlos de que dejaran el hurto, de igual manera, digamos, como su ex amigo, Ignacio Rey Morales Lechuga agarró una pistola y gritó, mejor dicho, exigió su rendición al asesino intelectual de Manuel Buendía, José Antonio Zorrilla.

Pero de ahí a que los carteles y cartelitos (Del Golfo y los Zetas) hayan partido de Veracruz apenas iniciara la yunicidad está en chino.

Aquí siguen, enlutando más hogares y sembrando el miedo y el terror.

Quizá se deba a que la secretaría de la Defensa Nacional, tampoco la de Marina, propusieron una terna para elegir al titular y un civil quedó al frente.

Pero el territorio jarocho sigue convertido, igual que en el duartazgo, en un río de sangre, en un valle de la muerte y en una sucursal del infierno, quizá el infierno mismo.

En la vorágine de la guerra contra el narco se cumplirá un año más de plomo en Veracruz.

Y lo peor, muchas, muchísimas familias continúan buscando a sus desaparecidos, porque la impunidad es un lastre y un desastre.