viernes, julio 4, 2025

Expediente 2016

Amistades peligrosas

Por: Luis Velázquez

A muchos policías en Veracruz les ha de estar yendo muy bien en materia económica. Tienen dos chambas. Son policías y narcos y/o amigos de los narcos. Amistades peligrosas les llaman.

El salario que el duartismo les paga les vale. Saben que en el otro lado se nivelan. Y además, con toda la impunidad del mundo. Si son cachados en malos pasos, la fama pública es que son reubicados en el otro extremo del territorio jarocho, mientras se olvidan los agravios y se apacigua la irascibilidad social.

El corresponsal de Proceso, Noé Zavaleta, publicó un reportaje en el último número donde describe al pie de la letra a los llamados “malos policías”.

Pero resulta que la lista y la fama pública es tan impresionante que una parte significativa de las corporaciones policiacas  andan en ese tenor.

Resulta inverosímil, por ejemplo, que siete policías, al frente del delegado de Seguridad Pública, SPP, Marcos Condes Hernández, hayan detenido a los cinco jóvenes de Playa Vicente en Tierra Blanca y entregado a los narcos.

Y aun cuando están sujetos a un proceso penal acusados por desaparición forzada, nadie al momento conoce el avance del juicio penal.

Los padres de los chicos de Playa Vicente acampados en la agencia del Ministerio Público de Tierra Blanca han trascendido más que el destino de los policías, pero con todo es un asunto pendiente.

De nada, pues, parece estar sirviendo el alto presupuesto a la SSP para lograr una policía acreditada, con un código de ética a prueba de bomba, pues la percepción ciudadana cada vez se atemoriza cuando mira a un elemento policiaco por ahí y/o a una patrulla rodando despacio en la vecindad, todos los tripulantes con lentes negros y el bigotito siniestro tipo Adolfo Hitler.

Han pasado cinco años, dos meses y 19 días y Veracruz es el paraíso perdido, donde el Estado de Derecho, encargado de garantizar la seguridad en la vida y en los bienes a través de la SSP, está rebasado por los carteles.

PODER CORRUPTOR

Según el politólogo Carlos Ronzón Verónica, el poder corruptor de los narcos, que es el poder del dinero, es impresionante.

Bastaría referir que en la lógica de Javier Duarte, de los 17 reporteros y fotógrafos asesinados, más una secretaria de El Dictamen, salvo el crimen de Regina Martínez, de Proceso, en todos los demás está la marca de los carteles.

Sea, porque tenían, digamos, una amistad peligrosa. Sea, porque hayan sido incómodos con su palabra hasta para los mismos capos. Sea, porque como ha sido cacareado, operaban hasta como jefes de prensa de los malosos.

El caso es que cuando tal hecho se coteja con los 1,200 desaparecidos, de los cuales 144 son menores de edad, el ciudadano se llena de miedo y temor, porque expresa la incapacidad policiaca para restablecer la paz y la tranquilidad perdida, digamos, desde el sexenio de Patricio Chirinos Calero, cuando el capo José Albino Quintero Meraz, preso en el penal de Almoloya de Juárez, operaba en Veracruz con toda la impunidad.

Incluso, en el sexenio de Miguel Alemán Velasco, Quintero Meraz se convirtió hasta en su vecino en el fraccionamiento Costa de Oro, de Boca del Río.

Y nunca el súper poderoso secretario de Seguridad Pública, el capitán Alejandro Montano Guzmán, lo registró, cuando la lógica policiaca incluye investigar a los vecinos del gobernador.

Con Fidel Herrera Beltrán llegaron otros carteles, que también rebasaron a los cuerpos policiacos, como podría advertirse hasta el cogobierno en los penales.

Es más, días antes de concluir el sexenio, en el penal de Pacho Viejo, los Zetas, dueños del reclusorio, armaron una protesta porque el góber fogoso les debía 60 millones de pesos.

De inmediato voló de Cosamaloapan a Pacho Viejo para encarar la sublevación penitenciaria y arreglar el asunto, antes, mucho antes, de trascender.

Hoy, según la PGR y la DEA, la agencia antinarcóticos de Estados Unidos, en Veracruz dominan un trío de carteles. Los Zetas, Jalisco Nueva Generación y Del Golfo.

Y policías, a sus órdenes.

LA VIDA PRENDIDA DE ALFILERES

Desde el boletín de la SSP se dirá que los malos policías son casos aislados. Pero en la lógica ciudadana, la sensación es otra.

Por ejemplo: la mayor parte de los días se lee en la página policiaca que detuvieron a unos malosos y sus bandas.

Pero, al mismo tiempo la inseguridad continúa en igualdad de circunstancias, o peores. Secuestrados, desaparecidos, fuego cruzado, asesinados, fosas clandestinas, etcétera.

Y, bueno, si la eficacia policiaca fuera tanta, entonces, cada ciudadano lo sentiría en su vida cotidiana.

El colmo: ahora con la visita del Papa Francisco, el diario Reforma publicó un reportaje donde enlista los sacerdotes asesinados en el país y Veracruz ocupa el tercer lugar.

Nadie, claro, inculpa a policías como los autores. Pero cuando ya se llega al crimen de curas, y de paso, al robo de más de cien campanas en las iglesias, entonces significa que la seguridad está fallando.

¡Cuánto daríamos cada familia para salir a la calle, al café, a la discoteca, con la certeza de que la vida está garantizada!

Cinco jóvenes, entre ellos, una menor de edad, pasaron por la carretera de La Tinaja, unos policías los vieron y echaron ojo: terminaron en manos de los narcos.

La vida en Veracruz, prendida de alfileres.

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