domingo, junio 16, 2024

Escenarios

•Grandes traiciones

•¡Pobre Javier Duarte!

•¡Todos lo abandonaron!

Luis Velázquez

Uno. “Vómito negro”

¡Pobre destino de Javier Duarte! ¡Hasta su Barbie, Dominga Xóchilt, lo ha traicionado! Mejor dicho, camino al Gólgota, todos lo traicionaron, salvo quizá Tarek Abdalá y Alberto Silva Ramos, que por ahora continúan en la pelea para evitar el desafuero.

Pero, bueno, si “antes de que el gallo cantara tres veces” san Pedro negó a Jesús, todo puede suceder.

Dominga alcanzó la libertad. Devolvió los bienes. Pagó multa. Confesó cositas. Y según las crónicas, fue liberada a cambio de seguir despepitando. “Vómito negro” le llaman.

Dijo, por ejemplo, que él mismito Javier Duarte y Tarek Abdalá la engañaron con la casita de Costa de Oro, comprada a través de empresa fantasma.

Que la compraventa se efectuó en un restaurante. “El Azafrán”, preferido por las elites políticas.

Que Tarek le entregó un millón y medio de pesos para comprar terrenos colindantes a la casita de Costa de Oro.

Que viajó en varias ocasiones en el avión oficial.

Etcétera.

Antes, mucho antes, otros duartistas habían “cantado”.

Mauricio Audirac, por ejemplo, “se lavó las manos” y acusó a Tarek Abdalá de los operativos sucios.

María Georgina Domínguez Colio se lanzó a la yugular de Alberto Silva en el manejo ilícito de los 1,500 millones.

Arturo Bermúdez Zurita reveló que por órdenes de Duarte había financiado una campaña política y a unos medios.

Moisés Mansur Cisneyros se dobló cuando fue advertido de que su esposa sería encarcelada.

Juan José Jainero, el otro prestanombre, se volvió testigo protegido de la Procuraduría General de la República.

En el pasillo político se afirma que Érick Lagos, Jorge Carvallo junior y Adolfo Mota se volvieron intocables e intocados por “el vómito negro” y porque devolvieron centavitos millonarios y sin recibo.

Dos. La traición de los amigos

¡Pobre Duarte!

A tantos que enriqueció y tantos que lo han traicionado.

Nunca como político, como simple ser humano, los calibró ni midió sus agallas ni su lealtad.

Grave estar en la desventura y la adversidad. Más grave ser confinado en la cárcel. Peor, mucho peor, la traición.

Y más de los amigos. Y de los socios, aliados y cómplices.

Y peor porque si todos están enlodados, traicionan, digamos, para evitar la cárcel aunque pierdan los bienes, y/o en todo caso, para disminuir la condena penitenciaria.

Lo más grave del asunto es la traición de los amigos.

La amistad que constituye el único patrimonio social de los seres humanos.

Ante el paredón, cada uno de los duartistas presos en el penal de Pacho Viejo y en el Penalito y otros que están libres han despepitado.

Así, la autoridad fue tejiendo y destejiendo los expedientes penales que ahora tienen a Duarte en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México.

Hasta Moisés Mansur, el amigo desde la escuela primaria en Córdoba (tercero, cuarto año escolar), se fue al precipicio moral y ético.

Compañeros de sueños, aventuras, utopías, además, con Jaime Porres y Frankli García, todo valió para nada en la hora adversa.

Incluso, hasta Fidel Herrera Beltrán, el padre putativo, el único jefe de Duarte en su vida pública, marcó su raya:

“No fue lo que yo esperaba. Hizo cosas que no tenía que hacer”.

Fidel, claro, se deslindó, porque antes Duarte, en el trono imperial y faraónico, desconoció la paternidad del jefe máximo de la tribu.

Pero los otros, los amigos y la Barbie, mostraron “el diente” y su identidad.

Lo decía el emperador romano, repetido tantas veces por Fernando Gutiérrez Barrios, profundo conocedor de la naturaleza humana:

“El que traiciona una vez… traiciona siempre”.

Tres. Venganza de Duarte

Si es cierto, como se afirma, que la Fiscalía tiene 64 denuncias penales en contra de igual número de duartistas en la picota, entonces, más, mucho más traiciones habrán de esperarse.

La cárcel, claro, deja huellas profundas, imborrables, así duermas una noche, una semana, un semestre, un año.

Más todavía, si la foto fue publicada en los medios… por el descrédito público que llega a la familia y a los amigos.

Y más, si fue por el desvío de recursos oficiales.

Y cuando la policía “le ha echado a uno el guante”, entonces, naturaleza humana al fin, todos la quieren librar y muchos, muchísimos resbalan en el tobogán penitenciario.

Las grandes traiciones de la historia local y nacional.

¿Tendrá Duarte a estas alturas un amigo con una lealtad “a prueba de bomba”?

Hasta Flavino Ríos Alvarado resbaló: “Era mi amigo, pero a todos nos engañó”.

Incluso, hasta uno de sus hombres de absoluta confianza, Antonio Gómez Pelegrín, el sexto secretario de Finanzas y Planeación, “se curó en salud”: “Yo le decía que estaba mal desviar recursos, pero no me hizo caso”.

Gregorio Marañón decía que lo peor en la vida de un político es encumbrarse lleno de odio y resentimiento, porque entonces sólo llegan al poder para vengarse.

Pero grave también que en el infortunio los amigos te abandonen, porque algún día cuando Javier Duarte salga de la cárcel y/o en todo caso, estando en la cárcel, el odio estará fermentando en él y en la hora de ajustar cuentas será implacable.

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