Cartita abierta
Luis Velázquez
¡Ay, general, la raza lo saluda con fervor patrio y declara al reglamento de tránsito la Biblia de la nueva sociedad disciplinada que ha llegado!
¡Ay, general de West Point, aquí a mi lado del carril en la avenida, he leído el terror en los conductores que conducen a vuelta de rueda, quizá a 20, 25 kilómetros por hora, temerosos de una foto/multa, la camarita que ahora nos vigila a todos!
Ay, general condecorado por la Interpol, he visto aquí en el carril a ene número de automovilistas que de pronto, quizá de manera inconsciente meten el pie en el acelerador y cuando se dan cuenta van a 50, 60, kilómetros, y zas, como el resplandor que cayera en los ojos de San Pablo camino a Damasco, movidos por un resorte sicológico, acaso siquiátrico, aflojan y le bajan y frenan de golpe y porrazo, antes de que la camarita Mata Hari los infraccione.
Ay, general, aquí en el carril desde hace unas semanitas he dejado de mirar a las señoras manejando su camioneta de 700 y 800 mil pesos, fumando y hablando por el celular.
¡Qué milagroso es usted!
Por eso, incluso, permítame proponerlo para secretario de Educación, pues bastó el reglamento con sus multitas elevadas, en tiempo de la irascibilidad social, para que los jarochos cambien.
Es más, ahora he visto a las señoras hablando solas en sus camionetas, parloteando, gesticulando, ademaneando, con las muecas de la furia y la plenitud del pitorreo y el chascarrillo, pues les quedó la práctica de hablar por el cel.
¡Pinche miedo que nos metió usted, general! ¡A todos!
Y más porque ahora la camarita espía nos delata y así llegará la multita a casa vía celular, vía computadora!
Fíjese usted general que en Puebla, donde desde hace ratito aplicaron un reglamento así, algunos automovilistas han llegado al soponcio, casi a punto de un infarto cardiaco, pues mientras por un lado manejan despacio a menos de 40 kilómetros por hora en la calle y avenida, de pronto, zas, les llega la multita y ni modo de pelear con la tecnología que los pilló in fraganti.
¡Muchas mentadas de madre habrá usted recibido!
Pero, al mismo tiempo, oh paradoja, usted ha de estar feliz.
A veces, lo confieso, siento que usted goza con el dolor ajeno.
Es decir, le gusta hacer sufrir, como parte de su naturaleza humana.
Un psicólogo diría que es usted sádico.
Pero, bueno, la patria chica que es para nosotros Veracruz (usted es defeño, donde matan a cuatro mujeres y un hombre en un departamento, por ejemplo), y le ha de valer el destino social de los casi 8 millones de habitantes.
Además, si usted cree, está convencido, cierto, de que va en el camino correcto, pa’lante, general, pa’lante.
Incluso, a estas alturas ya tiene usted su gran logro anual para echarse el chorizo en su comparecencia en la LXIII Legislatura, la última que tendrá con el cacique Juan Nicolás Callejas Arroyo y al lado de sus diputados, José Ramón Gutiérrez, El Peperra, y Adolfo Jesús Ramírez Arana.
UN PEATÓN SE DIVIERTE COMO ENANO
En los días que caminan, general, lo confieso, he agarrado como distracción la siguiente práctica:
Tomo el café en un restaurante frente a la avenida a mirar pasar a los automovilistas que a vuelta de rueda, buscando la cámara oculta, conducen su unidad móvil.
Pero más aún, escudriño las reacciones de sus caras.
Por ejemplo, si la aorta está en su plenitud, vibrando con estallar por la tensión humana.
Pero más todavía, por el terror y el horror que han significado las multas.
Y si de pronto veo venir a una señito al volante, tomo unos binoculares para clavarme en las expresiones de su cara, los ojos viviendo una pesadilla.
Es más, he descubierto, con todo y el aire acondicionado de sus camionetas, gotitas de sudor resbalando por su cuello que también se llamarían gotitas de incertidumbre y zozobra.
Antes, por ejemplo, todo mundo espiando a los agentes de tránsito por ahí, escondidos detrás de una pared, y hasta trepados en sus autos particulares para sorprender al conductor.
Ahora, todo mundo espiando a la camarita espía, ay la fuerza tecnológica del siglo XXI de la Mata Hari.
¡Qué divertidas, general, he usufructuado gracias a usted!
¡QUÉ VIVA EL GENERAL, CABRONES!
Uno creía que la UPAV, léase Universidad Popular Autónoma de Veracruz, era la máxima creación del llamado sexenio próspero.
También que la frase célebre de “Aquí no pasa nada” era la estrella ideológica de los años que vivimos.
Pero cuán equivocados estábamos, mi gene.
Ninguna duda existe: la octava maravilla del mundo es el reglamento de tránsito con sus disposiciones para, digamos, garantizar la vida de los peatones, y de paso, de los conductores.
Más que la obra pública.
Más que la obra política.
Más que el Puente Escénico que, dicen, construirán en Boca del Río para dar salida rápida a las 30 mil unidades móviles que cada día circulan por ahí.
Más que la generosa solidaridad del subsidio a la UV, está su gran conquista revolucionaria, general, con el reglamento de tránsito.
Ahora sí, y aprovechando el grito patrio, ¡qué viva el general, cabrones!
¡Basta ya de que lo estén satanizando!
¡Basta!
¡Ha arremangado a todos!