- El albañil de la palabra
- El burro de carga
- “Pobres; pero felices”
Luis Velázquez
DOMINGO
El albañil de la palabra
En el interior de cada reportero, como de cada escritor, dice Jean-Claude Carriére, hay un obrero invisible; pero también, escondido, pero de igual manera, presente.
Por ejemplo, un periodista, igual que un obrero, tiene una jornada laboral más amplia, incesante, que un albañil.
El albañil trabaja desde antes de la salida del sol hasta que el sol se oculta.
Pero el obrero de la tecla, que es el diarista, tiene hora de entrada, pero nunca, jamás, de salida.
Incluso, si se topa con un jefe de Información o un jefe de Redacción, un director editorial, negrero, es más, negrero y frustrado, entonces, mientras en la mañana el tundeteclas gasta la suela de los zapatos hurgando la noticia, y en la tarde se friega la espalda tecleando frente a la computadora, todavía los jefes exigen quedarse más a tiempo, digamos, si es posible, hasta la hora del cierre.
Es más, hay patroncitos que hacia las diez de la noche dicen: “Ahorita vengo. Voy a cenar. Regreso”… y nunca regresan, y actúan así para fregar la vida.
Por eso, la chamba de un reportero es cien por ciento más desgastante que la de un obrero, así sea, por ejemplo, un albañil, que en los días de sol que corren conocen el infierno en el frente de batalla.
LUNES
El burro de carga
Según Jean-Claude Carriére, “si un escritor dice que escribe equis número de horas seguidas, está mintiendo”.
¡Ah!; pero si un reportero dice que teclea, digamos, de 4 de la tarde a las diez, once de la noche, nunca miente.
Primero, la noticia nunca, jamás, ha tenido hora para ocurrir.
Segundo, el trabajo en la redacción resulta inacabable, pues si de pronto el jefe de Información y/o el jefe de Redacción y/o el director editorial decretan que a la nota, la crónica, el reportaje le falta un dato y están repetidos, o poco claros, entonces el texto ha de revisarse y reescribirse.
Y mientras el escritor chambea con toda la tranquilidad del mundo, sin prisas ni urgencias, sin estrés ni nervios descarrilados, el reportero enfrenta una lucha a muerte contra el tiempo.
Y en cada nota va dejando un pedazo, unos minutos, unas horas de su vida que pronto lo aniquilan por más fascinante que sea el oficio reporteril y por más que se ame.
Por eso, el poeta y reportero y guerrillero en Salvador, Omar Cabezas, solía decir que entre más escribía más ganas tenía de hacer el amor y mientras más hacía el amor más ganas tenía de escribir. Es decir, se retroalimentaba.
MARTES
Pobres; pero felices
Ningún reportero que ame el oficio como a la vida misma y haya abrazado el oficio para hacer periodismo en vez de para hacer negocios puede lamentarse de la vida que ha tenido.
De entrada, en el periodismo son legendarios los salarios de hambre que pagan en la mayor parte de la provincia, a excepción, digamos, los sueldos en la ciudad de México que son mejores, pero al mismo tiempo, con un tren de vida más alto.
Y por tanto, y más allá del populismo reporteril, se entra al oficio, cierto, atrás de una vocación, pero también, en medio de las estrecheces, para cobrar cada semana, cada quincena, y llevar el itacate a casa, con todo y las estrecheces que se viven a cada rato.
Ernest Hemingway lo publicó tal cual de la siguiente manera para referirse a sus años de reportero:
“Éramos pobres; pero felices”.
Gabriel García Márquez lo refirió de la siguiente manera:
“Cuando éramos felices e indocumentados”.
Y es que dada la precariedad en el oficio nadie abraza el apostolado reporteril para enriquecerse; pero, bueno, se dan casos, y en tales casos, se trata de otras cositas, menos del ejercicio de una vocación.
MIÉRCOLES
La sustancia de los días
El periodismo permite encuentros increíbles en cada nuevo amanecer.
Si en un oficio nunca, jamás, puede el ser humano aburrirse es en el periodismo, pues a diferencia de otros, cada hecho social es diferente.
Y más cuando el reportero se vuelve exigente consigo mismo para contar cada historia a tono con su naturaleza, de igual manera como, por ejemplo, el diseñador de las páginas de un periódico busca innovarse para crear una página atractiva para el lector.
¡Ay de la pareja, por ejemplo, que siempre practica el amor de la misma forma!
¡Ay del reportero que siempre cuenta la historia de acuerdo, digamos, con la esclavitud de la pirámide invertida!
¡Ay del diseñador que se repite en cada edición!
En el caso del reportero en el frente de batalla el oficio le permite conocer a los personajes y las personas más singulares que obsequian sus vivencias y experiencias para ser contadas con una gran destreza literaria.
Obreros de la tecla, los reporteros nunca se hastían en el oficio.
Ni el reportero ni el periodismo llevan una vida inmóvil. Algo nuevo ocurre cada día y lo importante es chupar la sustancia de los días y noches que caminan.
JUEVES
“Yo soy la noticia”
La peor locura en un reportero sobreviene cuando se cree la noticia, incluso, más importante que la noticia del día.
Y, por desgracia, suele darse.
El descalabro inmediato viene cuando, por ejemplo, un reportero de policía se cree comandante policiaco y hasta el jefe capo de la plaza.
También cuando un reportero de deportes se cree el director técnico del equipo de primera división.
Y un reportero de sociales llega a sentirse la María Félix del pueblo.
Y un reportero de información general se cree más fregón que el presidente municipal y el gobernador.
Y cuando el columnista se cree el jefe de asesores del presidente de la república.
Y el dueño del periódico se siente el tlatoani de Los Pinos.
Así, cuando se llega a tales extremos, la Biblia sugiere huir de tales compas, pus significa que un Mesías está aterrizando en la tierra.
VIERNES
Un oficio para la humildad
El oficio periodístico apenas y da para la humildad.
Por ejemplo:
Todos los días hay un reportero que nos ganó la noticia de 8 columnas de la portada y ni modo.
Todos los días hay un reportero que nos ganó una exclusiva que se publica en portada por ahí, digamos, como segunda de principal y/o la princesa.
A diario hay un reportero que escribió una mejor crónica y documentó un mejor reportaje y uno solo se queda mirando y leyendo al colega.
Todos los días hay un fotógrafo que del hecho más sencillo logró con su sensibilidad una foto fuera de serie, para premio, incluso.
Todos los días hay un diseñador que creó una portada, una página interior, con una gran exquisitez visual.
Es decir, siempre hay un colega más fregón en la tarea de contar historias escritas, gráficas y de tipografía.
Y, por tanto, el oficio reporteril sólo alcanza para la humildad.
Y, bueno, si hay quienes se sienten los Hernán Cortés y los Cristóbal Colón del periodismo, ene millón de veces salir huyendo antes de que las sirenas seduzcan a Ulises camino a Itaca.