miércoles, abril 24, 2024

Barandal

•Feroz lucha por el poder

•El pueblo, ¡que se joda!

•Caso Úrsulo Galván

Luis Velázquez

ESCALERAS: En las últimas horas de diciembre 2017, un panista, presidente municipal electo de su pueblo, estaba internado en el IMSS del puerto jarocho. Enfermo del riñón. Sujeto a tratamiento. Urgente. Inaplazable. Tenía varios días.

Entonces, de pronto, llegaron unos diputados del PAN con ínfulas de mando, decididos a llevarse a Enrique Benítez a Úrsulo Galván para la toma de posesión.

–Nos urge, dijeron al médico.

El doctor les reviró así, categórico:

–Ustedes mandarán en la Legislatura. Yo mando aquí en el IMSS. Y el paciente está grave. Aquí se quedará.

Y por más y más argumentos que en nombre de la patria los señores legisladores expusieron, incluso, con la amenaza de perturbar su fiesta de fin de año al delegado Antonio Benítez Lucho, el médico de guardia se mantuvo.

Firme. Inalterable.

Al día siguiente, una comisión del Congreso con parte de los ediles electos llegó al IMSS y para cumplir con la ley, tan justos y demócratas que son, tomaron la protesta al presidente municipal en la cama del hospital.

PASAMANOS: Vieja, antigua, histórica era la pasión desbordada de Enrique Benítez por servir al pueblo.

Primero se lanzó por el PAN y perdió.

Luego, por la desaparecida AVE y perdió.

Después, regresó al cobijo azul y ganó.

Su historia social había iniciado en el IMSS, donde los paisanos de Úrsulo Galván que llegaban al hospital lo buscaban.

–¿Y dónde está la oficina, y dónde este médico y dónde la farmacia y dónde la administración?

Y el diligente Enrique Benítez los atendía con una sonrisa tamaño sandía, la sandía de Diego Rivera.

Así, fue metiéndose en el corazón de los paisanos y hasta se convirtió en el santo de la devoción lugareña.

Su primera chamba en la vida pública fue como presidente de la Junta de Mejoras y en donde, háganos favor, ni una banca del parque pudo pintar, sabrá si porque los astros andaban alterados y ninguno se acomodaba a su favor.

Luego, soñó con la alcaldía.

–¿Y por qué deseas la presidencia municipal?

–Para servir a mi pueblo.

–¿Y cómo servirás a tu pueblo?

–El pueblo necesita lámparas y se las pondré. El pueblo necesita un carrito para la basura y lo compraré. Los niños necesitan balones para jugar fútbol y se los daré.

–¿Es todo?

–Es todo.

CASCAJO: Del primero de enero hasta anoche, el alcalde ha vivido entre la cama del hospital, la cama de su casa y a veces, sólo a veces, y de acuerdo con la ley, algunos minutitos en el palacio de Úrsulo Galván.

Y únicamente para firmar oficios.

Además, como está enfermo del riñón, sus hijos lo trepan a la camioneta, trasladan al palacio, suben a una silla de rueda, empujan y firma los oficios en la planta baja, por ahí, en una oficina, mientras los albañiles terminan de construir un despacho a su altura en la planta baja, claro.

Luego, los hijos lo vuelven a trepar a la camioneta y lo regresan a casa. Quizá, algunas ocasiones, al IMSS.

Sus ausencias han despertado las pasiones más encendidas en la lucha sórdida y siniestra por el poder, los cinco minutos de fama de que hablaba Wharol, entre los ediles para adueñarse de más poder, pero también, con los hijos, para evitar que los ediles asesten al padre, digamos, un golpe de Estado, puñalada trapera dirían en el pueblo.

El caos, pues, y lo que eleva a la categoría universal el proverbio bíblico de “pueblo chico, infierno grande”.

Pero más aún, la implacable y feroz rebatinga por el poder.

El poder, en un pueblo chiquito, donde, bueno, en el duartazgo “Los Policías Fieles” de Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública, desaparecieron a ocho policías, sin que al momento nadie, absolutamente nadie, ni las esposas, conozcan el paradero de todos ellos.

RODAPIÉ: De acuerdo con la ley, el alcalde, enfermo como está, ahí se la puede llevar. De vez en vez, llegar a palacio “en pilonche”, firmar papelitos y regresar a casa.

Y en contraparte, la pelea entre los ediles y los hijos por el ejercicio del poder.

Y en el otro lado de la cancha, el destino social del pueblo, totalmente a la deriva.

Y más, en un pueblo, primero, con tantas carencias sociales y económicas, y segundo, más bruja que el brujo de Catemaco que profetizó el triunfo incuestionable del priista Pepe Yunes Zorrilla como gobernador y del panista Ricardo Anaya como presidente de la república.

Más todavía si se considera que los votos panista de Úrsulo Galván se han de trabajar, pues “santo que no es visto” deja de ser adorado.

Tanto soñar Enrique Benítez con la alcaldía para llegar enfermo y en una feroz pelea con la vida para seguir respirando la brisa marina del Golfo de México y mecerse en la hamaca tendida en el patio de la casa.

La vida, sin embargo, es así de rara, extraña, misteriosa y fascinante.

POSTES: Todavía de ñapa, los contables y técnicos del Ayuntamiento descubrieron ilícitos en la obra pública del exalcalde.

Y, bueno, y en todo caso, ya el ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, se encargará ahora que el titular, Antonio Lorenzo Portilla Vázquez, anda con la espada desenvainada y envió calambre a 122 ex presidente municipales avisándoles que tienen observaciones canijas.

Pero al mismo tiempo, el alcalde en funciones, con el cuerpo edilicio, ha de interponer la denuncia penal en la Fiscalía para proceder de acuerdo con la ley.

Y ni modo que don Enrique Benítez tenga energía física y mental y ánimo y voluntad para canalizar su entusiasmo diario por tal cometido.

Y lo peor, los ediles soñando quizá con el escalafón para que el síndico, digamos, asuma la conducción del barco municipal y ellos a su vez asciendan.

En la lucha del poder público, ni un paso atrás. Y el pueblo… ¡que se joda!

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