Expediente 2015

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Gran jugada de Duarte 

Luis Velázquez

El gobernador de Veracruz está jugando la sucesión en un par de carriles.

Por un lado, en efecto, para ver si alguno de sus candidatos independiente (Gerardo Buganza, Renato Tronco y Tomás Ruiz, exlíder nacional del PANAL) pudieran cuajar, además de que por lo pronto ha lanzado a un par de los llamados Chamacos de la fidelidad (Érick Lagos y Adolfo Mota) para ver si en un milagro cuajaran y cumplir tal cual con la utopía del Maximato.

Pero por el otro, ha promovido a cinco precandidatos, mejor dicho, a seis, incluido al senador Héctor Yunes Landa, con la siguiente estrategia: sentarse a negociar con el CEN del PRI, el secretario de Gobernación, el gabinete político de Los Pinos y el presidente Enrique Peña Nieto el nombre del candidato priista a la gubernatura.

De algún modo quiere reproducir el modelo de Luis Echeverría Álvarez, quien lanzó a través de su secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade, a siete precandidatos presidenciales, y de Miguel Alemán Velazco, quien ventilara a once aspirantes y suspirantes a la sucesión.

Y más por lo siguiente:

El góber de la Complutense sabe, está consciente de que con Peña Nieto la presidencia imperial y faraónica regresó a Los Pinos, sabio sistema político y filosófico que consistía en atribuir al tlatoani mayor del partido tricolor el mayor número de atributos como un personaje infalible, dueño único y absoluto de los poderes terrenales.

Pero, además, está claro que luego de los doce años del presidencialismo panista con Vicente Fox y Felipe Calderón, cuando los gobernadores priistas de la nación se volvieron virreyes en sus entidades federativas, Peña Nieto está recomponiendo el sistema priista.

Y por tanto, en tal ajuste de fuerzas políticas y sociales, una vez más se ha regresado al siglo pasado, desde Plutarco Elías Calles hasta Carlos Salinas, cuando el huésped principal de Los Pinos pronunciaba las famosas últimas palabras con el nombre del candidato tanto presidencial como de todos y cada uno de los candidatos priistas a gobernadores.

Así, ahora cuando el gobernador en turno ejerce el derecho de voto y de veto para elegir al candidato sucesor; pero en ningún momento significa la decisión superior, que corresponde al presidente de la república, el señor Javier Duarte acaricia la posibilidad de que su voz sea determinante.

Por eso mismo ha lanzado al carril político, y por lo pronto, a los seis priistas anteriores, tal cual para negociar y renegociar a la hora estelar en el altiplano el nombre del candidato.

Incluso, nada fácil sería que de aquí al destape incluya más nombres, toda vez que Miguel Alemán enlistó a los once de la tribu.

Por ejemplo, en el imaginario colectivo existe la presunción de que el góber podría, digamos, lanzar también a través de un diputado local a Alberto Silva Ramos (parece que será Edgar Díaz, de Chicontepec) y por medio de otro legislador local a Flavino Ríos Alvarado, secretario General de Gobierno.

Y, bueno, y dadas las circunstancias para engrosar el número de posibilidades negociadoras, hasta Marcelo Montiel Montiel, delegado federal de la SEDESOL, también sería encartado.

Es más, hasta el contralor Ricardo García Guzmán, exdiputado local y expresidente municipal, sería encartado, acaso, quizá, como currículo, de igual manera cuando en el año 2004 Miguel Alemán enlistó a su guardaespaldas Alejandro Montano Guzmán.

Quedaría pendiente Jorge Alejandro Carvallo Delfín, quien, no obstante, y según las versiones, ha replanteado su modelo de vida pública y luego de enriquecerse en Veracruz en el tramo Fidel Herrera y Javier Duarte, piensa reajustar su proyecto al lado del grupo político del estado de México, que en ningún momento es Atlacomulco, sino, digamos, las hordas del presidenciable Eruviel Ávila.

De ser así, entonces, quizá, acaso, el señor Duarte tendría a unos diez aspirantes a la gubernatura en el carril, con lo que sentarse a negociar con Los Pinos.

YO SOY EL ESTADO: JAVIER DUARTE

Tal cual es la gran estrategia del góber de la Complutense que pudo planear con las asesorías políticas de Enrique Jackson, José Murat Casab, Carlos Brito Gómez, Eduardo Andrade y Fidel Herrera Beltrán, cuyo objetivo es volver posible la utopía del Maximato.

Cierto, se dirá que entre Fidel y Duarte existe un cortocircuito; aunque en todo caso, se trata de una rara y extraña expresión del síndrome de Estocolmo, pues en el fondo son padre e hijo putativo y, por tanto, son vidas paralelas, como los romances tortuosos, de acercamientos y distancias; pero sin llegar nunca, jamás, a la ruptura.

Y es que así, con seis, ocho, diez precandidatos en la pasarela, Duarte argumentará ante Los Pinos que la gallera se ha alborotado en demasía.

Y que él, como jefe del Poder Ejecutivo Estatal, tiene el control político, social, legislativo, policiaco, eclesiástico y mediático.

Y también el billete listo.

Además, de igual manera dirá que manipula el voto duro del PRI… y en consecuencia, con tanto poder político, le corresponde por derecho divino abrir la llave con el humo blanco conteniendo el nombre del candidato.

La moneda aún está en el aire. Por hoy, nada para nadie. Los Pinos todavía sopesan el momento estelar. Pero Duarte sigue jugando.