Expediente 2015

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Políticos de pocas palabras

Luis Velázquez

Dada la enorme suma de poder que acumulan los gobernadores hay quienes, y por fortuna, conservan la prudencia y hablan poco, en tantos otros, como escribía don Daniel Cosío Villegas, sienten que “hablar es una necesidad fisiológica” y hablan sin ton ni son, perdiendo, incluso, el control de la agenda pública.

Por ejemplo, Rafael Murillo Vidal, Rafael Hernández Ochoa, Agustín Acosta Lagunes, Patricio Chirinos Calero, Fernando Gutiérrez Barrios y Miguel Alemán Velazco, fueron gobernadores que hablaban poco.

En unos casos, quizá por la edad que habían llegado a la madurez y la prudencia.

En otros, porque sabían que las palabras estaban desgastadas y lo importante eran, como son, los hechos y resultados.

Otros más, porque conscientes de la diarrea verbal, sabían que el pez por su boca muere, y por tanto, fueron los más discretos posible.

Murillo Vidal, por ejemplo, como se recuerda, además de que hablaba poco, solía dormirse en los eventos y en las ceremonias públicas y, por tanto, rara, extraordinaria ocasión tomaba el micrófono.

Hernández Ochoa prefería enviar a su gabinete legal y ampliado para que ellos hablaran.

Agustín Acosta era, por naturaleza, economista riguroso, demasiado parco en sus palabras y apostaba más, mucho más, a los resultados.

Patricio Chirinos pasó el sexenio en Los Pinos, al lado de su amigo, Carlos Salinas, de quien era asesor político, y por tanto, y dado su temperamento y carácter, apostaba al bajo perfil.

Gutiérrez Barrios, con la simbiosis policiaca y política, leía sus discursos bien meditados, para evitar tropiezos verbales, promesas incumplidas, contradicciones, incluso.

Miguel Alemán también era, según se recuerda, muy parco, grande de edad que llegó al poder.

Eran, pues, políticos de pocas palabras y mucha sustancia.

HORA DE UN DISCURSO PRUDENTE Y MESURADO

En contraparte, Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte se parecen mucho a Luis Echeverría Álvarez, quien era un político de muchas palabras.

Incluso, Daniel Cosío explica en que durante la mayor parte de su vida, hasta la secretaría de Gobernación, la pasó siempre atrás del mostrador, confinado en la oficina privada, a la expectativa, cazando oportunidades, con bajo perfil.

Así, y ante tantos años de silencio cuando fue elegido candidato priista a presidente de la república se desbordó hablando, tanto, que por ejemplo, a la mitad de la campaña descarriló en la universidad nicolaita y pidió un minuto de silencio por los estudiantes muertos en el 68, lo que enfureció a los militares como al presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Incluso, siempre se dijo que por su locuacidad, Díaz Ordaz pensaba enfermarlo en la campaña para cambiar de candidato.

Fidel Herrera, por ejemplo, se pasó los seis años habla y habla, sin ton ni son, y apenas veía unas 50 personas juntas aprovechaba el momento para lanzar un nuevo discurso, una perorata más, como si fuera un evangelista predicando la buena nueva.

El caso de Luis Echeverría se reprodujo de algún modo con Javier Duarte, quien durante los casi seis años del fidelato la pasó confinado en la subsecretaría y la Secretaría de Finanzas y Planeación, con un bajo perfil; pero, al mismo tiempo, operando en el sótano de las pasiones políticas, tejiendo y destejiendo la posibilidad de su candidatura.

Así, cuando fuera lanzado como candidato a diputado federal por el distrito de Córdoba se desbordó por completo hablando a diestra y siniestra, lo que también repitió en la campaña por la gubernatura.

Y, bueno, los últimos cuatro años con ocho meses y once días la ha pasado hablando “como si fuera una necesidad fisiológica” tipo Luis Echeverría.

Sin embargo, dada su juventud y temperamento bipolar y arranques explosivos, suele hablar de más, sin detenerse en la prudencia, como fuera el caso del discurso en Poza Rica, del pórtense bien, de que vendrán tiempos peores y que caerán manzanas podridas, y que han servido para que los caricaturistas y columnistas de la prensa defeña arremetan a tiro por viaje en su contra, a partir del multihomicidio en la ciudad de México, donde fueran asesinadas cinco personas, entre ellas, el fotógrafo Rubén Espinoza y la activista Nadia Vera.

Por eso, a estas alturas de la vida, cuando por delante quedan 16 meses del duartismo, quizá convendría apostar más a un discurso prudente, sereno y reflexivo, incluso leído, y/o en todo caso, dar juego al gabinete legal para que ellos hablen, cuidando la figura del gobernador, pues el horno en ningún momento está para cocinar el pan.

MUCHOS TROPEZONES DA LA VIDA

Es más, la necesidad fisiológica de hablar se ha multiplicado en otras secretarias del gabinete legal, como por ejemplo, el caso de Flavino Ríos Alvarado, cuarto titular de la SEGOB jarocha, quien en Huatusco resbaló ante los medios cuando dijo que de los 18 asesinatos de trabajadores de la información tres homicidios están aclarados y hasta con detenidos.

En primera instancia, es una falsedad, porque si bien es cierto que en el caso de Regina Martínez, Gregorio Jiménez de la Cruz y Moisés Sánchez Cerezo, los presuntos homicidas están identificados, al mismo tiempo están prófugos, y más, como en el caso de Moisés Sánchez, a quien el presunto homicida, el exalcalde de Medellín, Omar Cruz, se le fugó al Fiscal General en sus narices.

Pero, además, considerando que si así fuera, van 18 reporteros y fotógrafos asesinados, desde el primero de junio de 2011, Noel López Olguín el primero, y si tres ya fueron aclarados, restarían 15, lo que constituye un saldo adverso para la administración de la justicia.

Y mejor, ni echar gasolina al fuego intenso y volcánico que vivimos y padecemos.

Por tanto, lo recomendable es que los políticos duartistas se pongan un zíper y sólo hablen lo necesario para evitar tropiezos, incluso, con un discurso leído elaborado con toda la serenidad del mundo.