Narco/gobernadores
Luis Velázquez
El fin de semana fue turbulento y revolcado en Veracruz, como si estuviéramos en los años 2011, 2012 y 2013.
En Yanga, tres muertos abandonados en un taxi. Dos de ellos, se dijo, eran polleros.
En Xalapa y sus alrededores, cuatro ejecutados, tres jóvenes y un adulto.
En el puerto jarocho, cinco muertos. Jóvenes entre los 20 y los 30 años. Dos de ellos, decapitados. Uno, con las manos cortadas.
En Isla, un ejecutado más. En el poblado Aguas Prietas.
En total, trece, excluyendo el norte de Veracruz, del que poco por desgracia se tiene nula información.
Se están viviendo y padeciendo los días sórdidos de los primeros años del duartismo. El Veracruz del general Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública, el responsable, según la Constitución Política local, de garantizar la seguridad en la calle; pero también en los hogares y los negocios.
Y aun cuando el gabinete policiaco guardó silencio, la autoridad dirá, como en otras ocasiones, lo siguiente:
Uno. Son los carteles con sus ajustes de cuenta.
Dos. Se están matando entre ellos, porque el gobierno de Veracruz está chambeando.
Pero, bueno, si vamos a la realidad nacional otra sería la mirada en perspectiva.
Por ejemplo, cinco gobernadores y exgobernadores, todos del PRI, son investigados en tribunales de Texas por sus amistades peligrosas.
Incluso, “les han decomisado el equivalente a 640 millones de pesos y contra dos ya se libraron órdenes de aprehensión” (Proceso 2021, Juan Alberto Cedillo, “Las cinco grandes vergüenzas del PRI”).
Dice el lid:
Los cinco priistas “desplegaron toda su creatividad para crear empresas y cuentas en paraísos fiscales, desviar recursos públicos o recibir sobornos del crimen organizado”.
Dice otro:
Eugenio Hernández Flores, ex de Tamaulipas, “ha sido identificado por la DEA como quien recibió sobornos del cártel de drogas Los Zetas, una organización criminal transnacional, a cambio de que ésta tuviera la capacidad para operar sin restricciones en Tamaulipas mientras fue gobernador”.
Y agrega:
“Los sobornos suman presuntamente alrededor de 30 millones de dólares”.
Escribe Juan Alberto Cedillo en el remate de su reportaje:
“La DEA indaga la probable relación del exgobernador de Coahuila y exdirigente del PRI, Humberto Moreira, con Los Zetas, ya que desde marzo de 2010 la cúpula de ese cártel –encabezada por Heriberto Lazcano El Lazca, Miguel Ángel Treviño Morales El Z-40 y Enrique Rejón Aguilar Mamito—se fue a radicar a Coahuila y desde un rancho del municipio de Villa Unión, Lazcano dirigió la narcoguerra que se disputaba en el noreste y en otras regiones del país”.
(Por cierto, Humberto Moreira fue líder en Coahuila del Movimiento Nacional de la Juventud Revolucionaria, MNJR, cuando Héctor Yunes Landa era el líder en el país, aun cuando, en su abono, también César Camacho Quiroz, todavía presidente del CEN del PRI, lo era del MNJR en el estado de México; pero, bueno, cada quien su vida).
Los otros priistas que la DEA investiga son Rodrigo Medina, gobernador de Nuevo León, y el famoso Tomás Yarrington, exgobernador de Tamaulipas, el otro a quien el gobierno de Estados Unidos ya dictó orden de aprehensión, y quien ha perdido varias demandas civiles en las cortes federales de la nación vecina, y Rodrigo Medina.
Tal cual, queda claro que los priistas encumbrados en sus entidades federativas suscribieron pactos no escritos con Los Zetas “para operar sin restricciones mientras fueran gobernadores”.
Y, bueno, en las viejas películas mexicanas solían endosar la siguiente leyenda:
“Todo parecido con la vida real en Veracruz es mera coincidencia”.
VERACRUZ, TIERRA FÉRTIL PARA MALANDROS
La Procuraduría General de la República, PGR, ha dicho que en Veracruz un trío de carteles se disputan la jugosa plaza:
Uno, los Zetas. Dos, el Cartel Jalisco Nueva Generación. Y tres, el Cártel del Golfo.
Y es que Veracruz, habría de recordarlo, es el puente entre el sur del país con el norte para el trasiego de las drogas.
Además, el territorio jarocho es campeón en pistas clandestinas, donde suelen bajar los aviones cargados con droga y/o desde donde suelen tirar en poblados establecidos los bultos con droga.
Pero más aún, el Golfo de México es propicio para introducir droga desde los otros extremos del mundo.
Más aún, Veracruz ha mudado de estado de paso para la droga a estado consumidor.
Más aún, el paso de los migrantes se ha convertido en otro negocio para los señores de la droga.
Y las cuotas y extorsiones a los negocios y familias.
Más tierra propicia para la delincuencia dada la impunidad de la Fiscalía General, quizá, acaso, por incompetencia.
Y por incompetencia por lo siguiente, entre otras cositas.
Un alcalde panista, Omar Cruz, de Medellín, fue acusado del asesinato del reportero y activista social, Moisés Sánchez Cerezo, a partir de sus ligas con los policías y de los policías con los narcos, y con todo, se ha vuelto un prófugo de la justicia.
Otro alcalde, Juanelo, de Coatepec, acusado del crimen del tesorero municipal, ligado con los malosos, también es un prófugo de la justicia.
Sólo Felipe Amadeo Flores Espinoza, como procurador de Justicia, le puso vigilancia día y noche a la entonces alcaldesa de Alvarado, Sara Luz Herrera, acusada del asesinato de su secretario particular a partir de su alianza con los malandros, y fue así cuando al primer minuto de que había dejado de ser presidenta municipal la policía la apañó.
Y es que, bueno, según la conseja popular los carteles actúan y se adueñan de un territorio cuando desde el poder político se lo permiten, como fuera el caso de los exgobernadores de Tamaulipas (vecinito de Veracruz), Tomas Yarrington Ruvalcaba y Eugenio Hernández Flores, con órdenes de aprehensión del gobierno del presidente Barack Obama.
Pero, ni hablar, con el beneficio de la duda por delante… todo parecido con la vida real en Veracruz es pura coincidencia.