Por: Luis Velázquez
•Veracruz, enlodado de violencia
•Detiene Gendarmería jefe narco
•Logro de padres de desaparecidos
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El fin de semana en Veracruz, como tantos otros, fue truculento. La muerte cabalgando, impune, en el territorio jarocho. Fuego cruzado, muertos, asesinados y secuestrados.
Un hecho, no obstante, de esperanza, digamos:
La Gendarmería de Enrique Peña Nieto ubicó y detuvo (oh sorpresa, señor Arturo Bermúdez Zurita) a Francisco Navarrete Serna, de 54 años de edad (a su hijo y a un sicario), presunto jefe de plaza en Tierra Blanca, que en la región operaba el manejo de la droga, los secuestros y posibles ejecuciones, según reza el boletín oficial.
El boletín también notifica que el sicario aprehendido reveló que pertenece al Cartel Jalisco Nueva Generación, uno de los tres (con los Zetas y Del Golfo) que según la Procuraduría de Justicia de la nación y la DEA, agencia antinarcóticos de Estados Unidos, operan en el estado de Veracruz.
Javier Duarte tuiteó la triple detención; pero olvidó escribir que los policías de Arturo Bermúdez, secretario de Seguridad Pública, entregaron a los cinco jóvenes de Playa Vicente a un cartel.
Además, está claro: si la Gendarmería llegó a Tierra Blanca se debe a las gestiones de los padres de los chicos levantados por el delegado de Seguridad Pública, Marcos Condes Hernández, y sus policías.
Tal cual, y con la esperanza inflamada para lograr, ojalá, el rescate de los chicos plagiados por los elementos policías, algunos de los cuales están certificados, la radiografía de la violencia fue así el fin de semana:
Soledad de Doblado: un hombre ejecutado a pedradas. Lapidado, como en el mundo árabe las mujeres cuando son descubiertas en una aventura amorosa prohibida.
Papantla: un profesor pensionado asesinado de 23 puñaladas, que fueron más, 40, con las que asesinaron el año anterior a una chica de 20 años en un hotel de paso en Córdoba.
Maltrata: ahí donde asesinaran a la primera mujer, una jovencita, del año, dos ejecutados y son cadáveres tirados en la cajuela de un taxi abandonado.
San Andrés Tuxtla: un joven arrollado, digamos, por un cafre del volante… que cafre al fin, huyó. Ajá.
Nogales: dos muertos en una doble balacera, uno de ellos, un jubilado en su vivienda.
Córdoba: otro taxista ejecutado a balazos en la segunda tierra de Javier Duarte.
Xalapa: la Alerta Ámber por la desaparición de la niña Aydee Michelle Espíritu Hernández… que, por fortuna, dice el boletín, fue rescatada.
Martínez de la Torre: fuego cruzado. Saldo: tres muertitos más.
Acayucan: un mecánico de motos acribillado de siete balazos.
Minatitlán: un médico secuestrado escapó a los malosos.
Tierra Blanca: la ciudad más conocida de Veracruz ahorita en el mundo por el secuestro policiaco de cinco jóvenes, otra vez salpicada del mundo sórdido, turbulento y revuelto. Dos jóvenes más secuestrados. Pero ahora, asesinados.
Es el Veracruz de Arturo Bermúdez Zurita y el Veracruz de Luis Ángel Bravo Contreras.
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El territorio jarocho, salpicado de violencia. A tono con el resto del país.
Y si gracias al secretario de Seguridad Publica, Javier Duarte terminó el año anterior con más de 4,500 crímenes, de seguir como aconteció el fin de semana, concluirá el sexenio en el estrellato nacional.
Es más, en otras latitudes del mundo, y con el caso de los cinco jóvenes plagiados en Tierra Blanca y entregados a los malandros, el nombre de Veracruz ha sido ligado a Ayotzinapa.
El Ayotzinapa de Veracruz en Tierra Blanca.
Así, el año 2016 se está pareciendo y mucho a los años peores años duartistas. 2011, 2012 y 2013.
Nada, pues, ha cambiado, por más que el oficialismo repique que “hemos avanzado”.
Es más, dado el grado de violencia, nadie habla de la madriza a los pensionados, los estudiantes, los campesinos, los indígenas y los maestros que se oponen a la reforma educativa.
La agenda pública y la percepción ciudadana está en el mundo sórdido alimentado por el duartismo con su indolencia e incapacidad manifiesta.
Siete policías de Arturo Bermúdez detenidos por la tragedia de Tierra Blanca/Ayotzinapa.
Seis con auto de formal prisión por el delito de lesa humanidad conocido como desaparición forzada.
Dos fosas clandestinas aparecidas en Emiliano Zapata y Maltrata con más de 22 cadáveres según ha trascendido.
Una vez más el duartismo posicionándose como el peor sexenio en la vida pública de Veracruz.
Ni siquiera, vaya, con Agustín Acosta Lagunes tanta sordidez.
Cierto, “La Sonora Matancera” operando en el mundo revolcado. Los pistoleros de los caciques saqueando negocios y robando casas, asaltando en carretera, en tanto, grandes concesiones edilicias con alcaldías y regidurías para los señores de horca y cuchilla, con el caso más notorios, Cirilo Vázquez Lagunes en la región de Acayucan.
Pero a diferencia de ahora, un bajo, bajísimo perfil de secuestrados y desaparecidos.
Es más, según se recuerda, nunca entonces se habló de fosas clandestinas.
Y si así fue, entonces, ahora (1,200 desaparecidos de los cuales 144 son menores, más de 4,500 crímenes, la impunidad en la mayor parte de los casos), el mundo es peor con los duartistas.
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Si “la muerte tiene permiso” en Veracruz, nadie está a salvo.
Si la impunidad reina en el territorio local, nadie está a salvo.
Si los policías secuestran y entregan a las personas a los malosos, nadie está a salvo.
Si hay desaparecidos que nunca encuentran, y/o en otros casos, que son asesinados aun cuando la familia ha pagado el rescate, nadie está a salvo.
Si el secretario de Seguridad Pública y el Fiscal se la pasan justificando las “cosas malas que pasan”, nadie está a salvo.
Si el gabinete policiaco de Javier Duarte siempre tiene excusas para inmolarse como ángel de la pureza, no obstante el dolor y el sufrimiento humano causado por tanta inseguridad e impunidad, nadie está a salvo.
Si el duartismo rechaza la Alerta de Género no obstante el alto número de feminicidios, nadie está a salvo.
Si en Veracruz secuestran a niños y adolescentes y los ejecutan y los sepultan en fosas clandestinas y/o tiran en la vía pública (los casos más conocidos, Karime Alejandra, en Coatzacoalcos, y Columba, en Boca del Río), nadie está a salvo.
Si una madre, Aracely Salcedo, encara a Duarte sobre la desaparición de su hija Rubí, septiembre de 2012, y el gobernador se pitorrea, nadie está a salvo.
¡Cuídense todos y cada uno!
Da miedo, mucho miedo, terror, zozobra, incertidumbre, vivir en el Veracruz de Javier Duarte.
No salga de noche, aun cuando y como en el caso de los cinco jóvenes de Tierra Blanca, policías los levantaron entre diez y once de la mañana.
Si puede cancelar salidas a los antros, mucho mejor.
Si necesita salir de día y noche, procure ir acompañado.
Evite emborracharse en el antro y/o la cantina.
Evite los moteles en la noche, pero también en el día.
Nunca desafíe con la mirada al vecino en un alto.
Absténgase de malas amistades. Y/o en todo caso, de amistades bajo sospecha. Desconocidos que se le acerquen.
Y, sobre todo, huya, huya, huya, huya de los policías.