jueves, abril 25, 2024

Arqueólogos mexicanos realizaron descubrimiento de Tzompantli mexica

Arqueólogos mexicanos localizaron el extremo este y la fachada externa del muro circular de cráneos o Huei Tzompantli de la antigua ciudad de MéxicoTenochtitlan, una gran plataforma con empalizada, asociada al sacrificio ritual, y que los mexicas consagraron a Huitzilopochtli, su dios tutelar.

El hallazgo fue resultado del seguimiento que investigadores del Programa de Arqueología Urbana (PAU), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), realizan como parte de la remodelación del edificio histórico de la calle República de Guatemala 24, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, que hace cinco años ya había ubicado los vestigios del extremo noreste de la estructura.

De acuerdo con el titular del PAURaúl Barrera Rodríguez, y la jefa de campo en la excavación, Lorena Vázquez Vallín, fue hacia marzo del presente año, conforme descendían en el nivel de piso para recimentar un muro que corre de norte a sur en el costado oeste del pasillo central del edificio histórico, cuando detectaron los primeros cráneos fragmentados que forman parte de la estructura circular, cuya medida es de 4.7 metros de diámetro.

Hasta el momento, los investigadores han descendido hasta una profundidad de 3.5 metros desde el nivel actual de la calle de República de Guatemala, logrando identificar tres etapas constructivas de la plataforma mexica, mismas que se remontan, al menos, a la época del tlatoani Ahuízotl, quien gobernó Tenochtitlan entre 1486 y 1502.

Las evidencias, explican, demuestran que, una vez caída la antigua Tenochtitlan en manos de los soldados españoles y sus aliados indígenas, se dio paso a la destrucción de la mayor parte de la última etapa constructiva del Huei Tzompantli, por lo cual se arrasó con los cráneos de la torre, cuyos fragmentos dispersos han sido recuperados y analizados por el equipo de antropología física.

En la nueva fase de vigilancia de las obras de restauración del edificio, se han visualizado, superficialmente, 119 cráneos humanos de la sección este de la torre, los cuales se suman a los 484 identificados anteriormente, señaló el antropólogo físico encargado del análisis del material óseo, Rodrigo Bolaños Martínez.

A partir del análisis visual, Bolaños Martínez agregó que en esta fachada hay tanto cráneos de hombres como de mujeres y de, al menos, tres niños, reconocidos estos últimos por ser más pequeños y con dientes que estaban en desarrollo. Se aprecian también modificaciones cefálicas tabulares erectas y tabulares oblicuas, lo que indica que los individuos realizaban esta actividad como parte de sus prácticas culturales e identitarias. 

En Mesoamérica el sacrificio ritual se practicaba bajo la noción que, a través de su ejercicio, se mantenía con vida a los dioses y, por ende, se daba continuidad a la existencia del universo. Esta visión, incomprensible para nuestro sistema de creencias, convierte al Huei Tzompantli en un edificio de vida más que de muerte.

Si bien, comentan Barrera y Vázquez, este imponente monumento también era una declaración de poder y principios bélicos para los enemigos de los mexicas, es probable que muchos de los individuos, capturados en combate, hayan sido sacrificados como nextlahualtin (pago de deudas), buscando con ello ser favorecidos por los dioses otorgándoles vida a cambio. 

“Aunque no podemos determinar cuántos de estos individuos fueron guerreros, quizá, algunos eran cautivos destinados para ceremonias de sacrificio. Sí sabemos que todos fueron sacralizados, es decir, convertidos en dones para los dioses o, incluso, en personificaciones de las propias deidades, por lo cual se les vestía y trataba como tales”, explica el arqueólogo Barrera Rodríguez. 

Esta visión fue radicalmente combatida por los españoles, quienes debieron presenciar numerosos sacrificios rituales en los siete tzompantli que, se sabe, existían en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan.

Tal vez, agregan los expertos, por el asombro que les causó, y aun cuando Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo hablan de dichas estructuras en sus crónicas, el único soldado que se ocupó de describir el Huei Tzompantli fue Andrés de Tapia.

“El sacrificio humano en Mesoamérica era un compromiso que cotidianamente se establecía entre los seres humanos y sus dioses, como una forma que incidía en la renovación de la naturaleza y en asegurar la continuidad de la vida misma”, concluye el titular del PAU.

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