jueves, abril 25, 2024

Barandal

•La pesadilla de los desaparecidos

•Vivir en la zozobra y la angustia

•Impunidad creciente

Por Luis Velázquez

ESCALERAS: El estado de la justicia en Veracruz es como un paro cardiaco fulminante. Una muerte por cáncer en la próstata. O la muerte natural de un hijo. Por ejemplo:

Según el reporte oficial hay de norte a sur y de este a oeste de la tierra jarocha 652 (seiscientos cincuenta y dos) desaparecidos…, cuando meses anteriores una ong había dicho que solo eran trescientos.

Incluso, y ha de agradecerse “la honestidad valiente” de la Fiscalía (entronizada en el poder el 4 de septiembre) cuando dice que el año anterior abrieron mil 155 investigaciones por desaparecidos, pero muchos habrían regresado a sus casas.

Los otros, como los tianguistas de Ixhuatlán del Café, Ciudad Mendoza y Río Blanco, desaparecidos siguen y lo que manifiesta el grado atroz de los derechos humanos.

PASAMANOS: 652 personas desaparecidas en Veracruz en el primer año del góber jarocho de AMLO son muchas, demasiadas, excesivas.

“Haiga sido como haiga sido”, incluso, si se debió a un ajuste de cuentas entre los carteles y cartelitos.

Y se trata de una tarea de Estado y del Estado, como es garantizar la seguridad en la vida y en los bienes, más, mucho más en la vida, pues los bienes materiales van y vienen… si regresan, claro.

CORREDORES: Bastaría referir que hay en Veracruz unos veinte Colectivos integrados con padres con hijos y familiares desaparecidos que con todo y el desaliento y el desencanto siguen buscando a los suyos, incluso, en el rastreo de fosas clandestinas.

Y es que lo peor de la vida es tener un pariente desaparecido. Un hijo, un primo, un tío, un padre, incluso, un abuelo.

Primero, porque los días caminan aprisa y con prisa y el desaparecido sigue ausente.

Segundo, porque conforme pasan las semanas y los meses el desaparecido sigue en el limbo, sin que la familia tenga una noticia de su destino.

BALCONES: Tercero, porque la familia vive y padece un infierno atroz en la incertidumbre y la zozobra si el familiar está vivo o muerto.

Y cuarto, porque muchos meses después siguen buscando con la zozobra de si lo encontrarán para, en todo caso, si muerto está (y que nadie desea) darle cristiana sepultura.

Por eso, un familiar desaparecido es peor que un paro cardiaco o un enfermo de cáncer.

La vida, en la peor aventura de la existencia humana.

PASILLOS: Hubo tiempos felices en Veracruz. Quizá el último sexenio tranquilo fue con Rafael Hernández Ochoa. Nadie, entonces, hablaba de desaparecidos. Menos, mucho menos, la prensa publicaba noticias sobre desaparecidos.

Quizá con Agustín Acosta Lagunes comenzó el infierno, tiempo aquel de los caciques “señores de horca y cuchillo” con sus pistoleros.

Y aun cuando en 40 días, Fernando Gutiérrez Barrios pacificó Veracruz, los desaparecidos volvieron con Patricio Chirinos Calero y la ruleta rusa alcanzó el peor capítulo de la vida.

VENTANAS: Cada gobernador en su tiempo, pero ahora con el góber jarocho de AMLO hablar de 652 desaparecidos constituye un infierno. Y más, porque las dinastías políticas de MORENA “se rasgan las vestiduras” hablando de los derechos humanos, con la misma intensidad, por ejemplo, que repiten algunos mandamientos de la ley de Dios de “no mentir, no robar y no matar”.

Lo peor del asunto es que siguen desapareciendo más personas con toda la impunidad del mundo.

Y ya para que la Fiscal vaya al cine en Xalapa el día lunes, caray, significa que para ellos “toda va bien porque aquí (¡Oh, Javier Duarte!)… no pasa nada”.

Y si pasa, nada como inculpar a los antecesores, pues así “se curan en salud”.

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