jueves, mayo 16, 2024

Escenarios

•86 años de Muñoz Ledo

•Parece inmortal…

•Figura incandescente

Luis Velázquez

30 de julio de 2019

UNO. Un político ante la historia

Si AMLO “tiene mucho parecido con Dios” según dice el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, entonces, Porfirio Muñoz Ledo parece inmortal.

Líder en el Congreso de la Unión, acaba de cumplir 86 años. Y como desde hace mil años cuando iniciara en política, en la parte más alta del Estado imperial y faraónico.

A los 17 años de edad, cuenta en sus memorias, trabajaba en la Secretaría de Bienes Nacionales y su chamba era, primero, escribir los boletines de prensa, y segundo, repartirlos de periódico en periódico.

A los 23 años, dice, conoció a un reportero llamado Julio Scherer García, quien entonces comenzaba su vida periodística en “Últimas Noticias”, de Excélsior.

Ex de casi todas las secretarías del gobierno federal, nunca logró la candidatura presidencial. Incluso, cuando sentía tenerla cerca, sexenio de Luis Echeverría Álvarez, él mismito presidente de la república lo excluyó para abrir paso a su amigo José López Portillo.

El poeta Jaime Torres Bodet lo formó en materia literaria y política, pero el doctor Mario de la Cueva lo educó en los ideales.

DOS. Vidas paralelas

En la UNAM fue compañero del escritor Carlos Fuentes y de Miguel Alemán Velasco.

Y de su historia pública bastaría referir, entre otros, los amigos con quienes tuvo relaciones, como por ejemplo, Jesús Reyes Heroles, Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Regis Debray, Carlos de Gaulle, Andrés Malraux y François Mitterrand.

A los políticos, dice en sus memorias, “no les gustan las personas de convicciones firmes”. Y como Muñoz Ledo lo es, ha estado cerca y lejos del poder.

Por ejemplo, con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano renunciaron al PRI en el sexenio de Miguel de la Madrid, opuestos a la candidatura presidencial por dedazo de Carlos Salinas, y la vida, tan mágica como es, muchos años después lo unió con Andrés Manuel López Obrador.

Cuando tenía 32 años de edad, tres políticos encumbrados se lo peleaban… por su habilidad política para la conciliación, pero también su inteligencia incandescente y cultura.

Ignacio Morones Prieto, Agustín Yáñez y Antonio Carrillo Flores lo querían en su gabinete. Gustavo Díaz Ordaz, el tlatoani de la nación con todo y su matanza estudiantil en la plaza de Tlatelolco en 1968.

TRES. Cada quien en su lugar…

De Ignacio Morones Prieto aprendió la historia de la política. “Es una interacción de ambiciones y debilidades”, le decía.

Pero también, el sistema político está basado “o se ha basado en las deslealtades y traiciones”, la misma experiencia de Napoleón Bonaparte.

En sus memoras describe los grandes debates políticos sostenidos con Reyes Heroles. Una vez, por ejemplo, Reyes Heroles director de PEMEX, discutiendo durante 4 horas sobre Gustavo Díaz Ordaz.

Muñoz Ledo recuerda las indiscreciones de Reyes Heroles. Contó “más arriba” el pleito y Díaz Ordaz lo satanizó… gracias al tuxpeño, quien como López Portillo, se creía y sentía “el último ideólogo de la revolución” según declarara al reporterazo Elías Chávez.

Una idea, mejor dicho, una convicción, entre tantas otras, define a Muñoz Ledo.

El signo más grande de la decadencia política, manifiesta en la decadencia romana, empezó con la monarquía, el nepotismo, la cortesanía, las intrigas palaciegas, las amantes favoritas y la felonía de agacharse ante un familiar del político encumbrado.

Dice:

“Cada quien en su nivel. Si es familia (de un político) es familia. Si es político, es político. Si es funcionario, es funcionario”.

El día cuando se cruza la raya la política se vuelve un estercolero.

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