lunes, mayo 13, 2024

Diario de un reportero

•Javier Duarte, como Poncio Pilatos

•Los matan en Veracruz y tiran en estados vecinos

•Periodistas decapitadas y estranguladas

Por: Luis Velázquez

DOMINGO

Javier Duarte se cura en salud

De los 18 trabajadores de la información (reporteros, fotógrafos y una secretaria) asesinados en el Veracruz duartista, cuatro son mujeres.

Yolanda Ordaz de la Cruz…, decapitada.

Regina Martínez Pérez… estrangulada.

Irasema Becerra, cercenada en pedacitos.

Y Anabel Flores Salazar, asfixiada.

Tres reporteras y una secretaria, en su caso de El Dictamen.

El resto, 14, todos hombres. Más tres reporteros de la fuente policiaca, desaparecidos, hasta el momento.

Pero además, y en la mirada del politólogo Carlos Ronzón Verónica, con un padrón sintomático:

En Los tres últimos asesinatos de reporteros se ha concitado la misma característica: los matan en Veracruz y por órdenes superiores tiran los cadáveres en otras entidades vecinas…, para curarse en salud.

Por ejemplo: Armando Saldaña (4 de mayo, 2015) fue secuestrado y ejecutado en Tierra Blanca y tirado en Cosolapa, Oaxaca.

Rubén Espinoza (y de paso la activista Nadia Vera) fueron asesinados en la Ciudad de México, cuando ambos habían advertido que si los mataban… el único culpable sería Javier Duarte.

Anabel Flores Salazar fue secuestrada en Mariano Escobedo y tirado su cadáver en carretera a Tehuacán, Puebla.

Así, el Fiscal de Veracruz, Poncio Pilatos, se ha lavado las manos y tirado la pelota a los gobernadores Gabino Cué y Rafael Moreno Valle.

Pero además, Javier Duarte ha dicho que 16 reporteros fueron asesinados por ligas con los narcos, y por tanto, tira la pelota a la Procuraduría General de la Republica para que atraiga el caso y ellos se exoneren.

Tal cual el Veracruz de Arturo Bermúdez y Luis Ángel Bravo, con todo y que Javier Duarte asegure que salvo el caso de Regina Martínez, el resto de colegas fueron ejecutados por los carteles, se ignora (en su lógica) si porque eran amistades peligrosas o simple y llanamente, por el oficio periodístico, que siempre, además, ha sido negado por el aparato gubernamental.

LUNES

Honrar a los muertos

De los cuatro casos de trabajadoras de la información asesinadas, solo en uno sus colegas de Xalapa han salido, digamos, al rescate de su memoria.

El nombre de Regina Martínez, por ejemplo, fue impuesto a la plaza Lerdo de Xalapa, colocando una placa conmemorativa, que luego al cobijo de la noche fue extraída.

Y aun cuando la volvieron a instalar y retirar, la plaza Lerdo es llamada plaza Regina Martínez en sus notas informativas por algunos colegas.

Después, el nombre de Regina Martínez fue glorificado al bautizarse la sala de prensa del Congreso de Veracruz, con mayoría priista, por cierto.

En contraparte, ni las otras colegas han sido perpetuadas en la memoria ni tampoco el nombre de los 14 reporteros ejecutados.

Menos, el nombre de los tres reporteros policiacos desaparecidos.

De todos los casos, los crímenes de Regina Martínez, Gregorio Jiménez de la Cruz y Rubén Espinoza han sido los más cacareados en Veracruz, pero más en el país y el extranjero.

El caso de Regina, porque era corresponsal de Proceso, y su director fundador, don Julio Scherer García, encaró a Javier Duarte y su gabinete político y policiaco acuñando la frase bíblica de “No les creemos”.

En el caso de Gregorio Jiménez, porque por vez primera los colegas del sur de Veracruz se fueron a la calle, molestos, indignados, reclamando justicia.

Y en el caso de Rubén Espinosa, porque ocurrió en la Ciudad de México, cuando fue asesinado con otras cuatro personas (dos mujeres, una de ellas, la activista social, Nadia Vera, y una modelo, y dos hombres).

MARTES

Una reportera agraviada

El agravio más conocido en el país ha sido el secuestro de la reportera, escritora y activista, Lydia Cacho, la autora del libro/reportaje, “Los demonios del Edén”, donde cuenta la historia, entre otras, de políticos tricolores pedófilos con niñas.

Lydia Cacho fue secuestrada con la venia de los gobernadores de Quintana Roo, Mario Villanueva, y de Puebla, Mario Marín, el famoso góber precioso.

De Quintana Roo unos agentes judiciales la transportaron en un Volkswagen a Puebla con manifiesta tortura, y la encarcelaron.

Ella fue liberada, y por el contrario, redobló su trabajo periodístico y social, a tal grado que ahora ha publicado varios libros y hasta novelas y viajado por el mundo reporteando sonados casos de tráfico sexual.

MIÉRCOLES

De la gloria a la barbarie

Una reportera decapitada, otra estrangulada, otra cercenada y otra asfixiada manifiesta el grado de terror y horror, saña, degradación social y política, a que hemos llegado en un Veracruz que fue el orgullo nacional en 1914 cuando la defensa del puerto jarocho ante la invasión norteamericana.

También en un Veracruz refugio de la soberanía nacional con Benito Juárez y Venustiano Carranza.

De igual manera, el puerto de la dignidad nacional cuando el presidente Lázaro Cárdenas abriera las puertas a los españoles exiliados.

Y cuando por aquí saliera el dictador Porfirio Díaz al exilio en el barco “Ipiranga”.

Y aun cuando pudiera, digamos, sonar demagógico recordar la historia, resulta inverosímil que hayamos derivado hoy, con Javier Duarte, al “peor rincón del mundo para el gremio reporteril” y “en el cementerio de migrantes más largo y extenso del país”.

De la gloria en el pasado a la barbarie en el presente.

De las páginas llenas de dignidad patria en el siglo XX al deshonor y la vergüenza en el siglo XXI.

Más, si se considera que el territorio jarocho también usufructúa el primer lugar nacional en desaparición forzada y el segundo lugar nacional en fosas clandestinas, y uno de los tres primeros lugares nacionales en los estragos de la violencia, de tal forma que, por ejemplo, del Ayotzinapa de Guerrero brincamos a la Tierra Blanca de Ayotzinapa, con policías que secuestran y entregan a las personas plagiadas a los malandros.

JUEVES

¿Cuándo Veracruz se jodió?

Veracruz, la barbarie.

Caray, ¿en qué momento se jodió Veracruz que las mujeres son secuestradas, desaparecidas y asesinadas, y la mayor parte de los casos quedan en la impunidad?

¿En qué momento se jodió la población femenina de Veracruz… cuando el destino final de las  mujeres trabajadoras de la información fue la muerte en circunstancias crueles y atroces?

Y lo peor, que la tragedia sigue ocurriendo, a tal grado que existe un gran movimiento social por tanto femenicidio.

Y más, por el rechazo duartista a la Alerta de Género no obstante el cabildeo de las ONG y colectivos.

En el Vietnam de Richard Nixon y en la guerra de Independencia los cadáveres eran colgados de un árbol a orilla de carretera para intimidar a los rebeldes, los disidentes, los inconformes y los críticos.

En el Veracruz de Javier Duarte las mujeres son asesinadas en circunstancias crueles, pero además, satanizadas, porque luego de muertas las inculpan de su propia muerte y hasta las relacionan con los malandros.

Y lo peor, sin aportar una sola prueba. No más por díceres, y hasta tomada la información de las redes sociales, el Internet que de igual manera ha sido convertido en una tribuna de la calumnia y la difamación cobijada en el anonimato, que es tirar la piedra y esconder la mano.

VIERNES

Hay muertos que nunca mueren…

La madrugada del lunes 8 de febrero, un comando sacó a la reportera Anabel Flores Salazar de su casa, donde dormía con sus dos hijos. Un bebé de 15 días y otro de dos años.

Todavía ahora, once días después, tanto el poder público como una parte del poder mediático continúan satanizándola.

Así, en el duartismo están igual que los chilenos con Augusto Pinochet, quien solía decir que “a las mujeres… no hay que creerles ni la verdad”.

Hay muertos, no obstante, que nunca mueren. Y siempre estarán vivos, como el cuarteto de trabajadoras de la información que han sido criminalizadas en base a díceres, notas periodísticas y redes sociales.

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