jueves, abril 25, 2024

Barandal

  • Veracruz huele a muerte
  • Nadie parece salvarse
  • La guerra sucia

Luis Velázquez

LA MUERTE TIENE PERMISO CON ARTURO BERMÚDEZ

PASAMANOS: Han matado a tantos en Veracruz, hay tantos desaparecidos, tantos cadáveres fueron hallados en fosas clandestinas, incluso, sin identificar, que las palmeras y las playas y el agua del Golfo de México… huelen a día de muertos.

La muerte en el llamado sexenio próspero es como en el tiempo de Agustín Acosta Lagunes con su “Sonora Matancera”.

Pero entonces, los muertos se derivaban, cierto, como ahora, de los ajustes de cuentas entre las tribus y las hordas y sus pistoleros y sicarios.

Sólo que hoy, además, también las mujeres, los niños, los adolescentes, los jóvenes, las personas maduras (ya no se sabe, pues) han sido arrasadas por la inseguridad de Arturo Bermúdez y la impunidad de Luis Ángel Bravo Contreras.

Uno y otro curándose en salud en su mundo color rosa (Mr. Bean) y de rosa (Bermúdez, soñando con la curul pluri).

Nadie parece salvarse. Todos, sin excepción, tenemos las mismas posibilidades de un secuestro, un levantón, una extorsión, un asesinato, una fosa clandestina.

Incluso, ser desmembrados y tableteados, y hasta ser colgado de un puente como ocurría en el México independiente, cuando los cadáveres eran colgados de un árbol a la orilla del camino para sembrar el terror y el miedo y como también, claro, sucediera en el Vietnam de Richard Nixon.

Se vive y padece la más espantosa pesadilla, algo parecido, digamos, y con la proporción guardada, a la guerra sucia.

Entonces, era para aplastar una ideología. Ahora, es por el billete fácil.

Aquí, en el barrio, se llevaron a una señora de 65 años. Los secuestradores pidieron 4 millones de pesos. La familia argumentó falta de liquidez. Entonces, cortaron un dedo a la señora y lo enviaron a la familia. Y luego otro. Y después otro para que se apuraran a juntar los cuatro millones.

LA ÚNICA FUENTE DE EMPLEO ES SER MATÓN

BALAUSTRADAS: Con frecuencia, una parte de la prensa publica boletines asegurando que tal o cual banda de plagiarios y asesinos fue detenida.

A un lado del boletín, la fotografía con varios malandros con la cabeza hundida en el pecho expuestos en fila india como la prueba del delito.

Pero, en contraparte, las bandas han de sumar muchas de norte a sur y de este a oeste de Veracruz, porque de cualquier modo, la inseguridad sigue, a tal grado que de igual manera que de Agustín Acosta Lagunes a Fernando Gutiérrez Barrios, el pendiente número uno de hoy es garantizar la vida y los bienes que los bienes, por fortuna, van y vienen.

Tal cual, el ciudadano común y sencillo ha de pensar, piensa y siente mejor dicho, que en el barrio jarocho, en la plaza Veracruz, tierra pródiga, la única fuente de empleo es ser matón, oreja, halcón, de los carteles y cartelitos.

Son, parecen muchos. Digamos, un ejército inverosímil. Matan a unos, se matan entre ellos, y aparecen más, mucho más. Detienen y encarcelan a un montón, pero varios montones surgen como la humedad y se multiplican como los peces y los panes.

Y lo insólito: la mayoría de los sicarios son jovencitos, y/o como sucede en otras entidades federativas, hasta menores de edad.

Chicos empistolados, con su noviecita a un lado. Chamacos y adolescentes vendiendo droga. Tienditas brincando en las colonias populares como conejos que tanto se reproducen. Matones con su R-15.

El paisaje urbano y rural, pues, ha cambiado. El colmo: hasta en los pueblitos de las regiones indígenas de Veracruz se duelen de la inseguridad. En el sur, en Oteapan, los vecinos estuvieron a punto de linchar a unos ladrones. Incluso, hasta les advirtieron que primero les arrancarían los testículos.

Por eso, el Veracruz de Arturo Bermúdez y Bravo Contreras ha resultado peor que el Veracruz de “La Sonora Matancera”.

LA INSEGURIDAD, REPRODUCIÉNDOSE COMO LAS CUCARACHAS

ESCALERAS: En el lado del gobierno, la complacencia. “Aquí (ya se sabe) no pasa nada”. Lo peor del asunto es el vaticinio en Poza Rica. “Pórtense bien. Vendrán tiempos peores. Caerán las manzanas podridas”.

Y la bolita de cristal acertó. Ahí está como testimonio inapelable el grito callejero de los familiares de los desaparecidos en el V informe de gobierno.

Y todavía, el pitorreo. Griten. Protesten. Aquí, hay libertad de expresión. ¡Vaya cinismo y desfachatez!

Pero en cambio, caray, el pésame a los familiares de los muertos en “la noche de los cuchillos largos” de París el fin de semana.

Desde un principio, el cacareo popular fue el siguiente: la llegada del sexenio próspero.

Y, claro, muchas cosas prosperaron. Entre ellas, los carteles. Pero también, los nuevos ricos, todos políticos, con sus inexplicables fortunas al cobijo del poder. Y con la hermanita gemela a un lado, la impunidad.

Tal cual si un fenómeno social se ha desarrollado en Veracruz ha sido, por un lado, la gran industria de la inseguridad que rebota, incluso, con sus mieles a los mandos policiacos y políticos, y segundo, el enriquecimiento oficial.

Desde el año 2011 en Veracruz se respira el miedo, el temor, el terror, la zozobra, la incertidumbre.

Por todos los rumbos el ciudadano siente que está atrapado, y sin salida, en el infierno.

La inseguridad, reproduciéndose de manera “obscena como las cucarachas” como escribió Alejandro Almazán cuando describía la guerra sucia en Coahuila y Sinaloa.

Pero, ni hablar, diría un agnóstico resignado, ¡aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer!, a menos que como tantos otros nos exiliemos de Veracruz.

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