jueves, abril 18, 2024

Diario de un reportero

  • El periódico del Gabo
  • El portal del Gabo
  • El archivo del Gabo

Luis Velázquez

DOMINGO

El periódico del Gabo

Gabriel García Márquez solía decir a los amigos que deseaba ser recordado como reportero, más que como escritor.

Incluso, murió con el sueño de un periódico en Colombia que se llamaría “El otro”.

Sería, soñaba, “el mejor diario de América Latina, el más veraz y el más exacto”.

Un diario sin editoriales ni columnas de opinión, solo con noticias, reportajes y crónicas.

“Puros hechos” decía.

Vivía obsesionado con la veracidad de los datos, perfeccionista y meticuloso como era, de lo que dejara constancia en cada una de sus crónicas y reportajes, recopiladas en cuatro libros, pero también en sus novelas, donde el dato duro, sórdido incluso, volvía más creíble la parte ficcional.

Un periodismo con sentido ético, imaginación y contextualización, afirmaba.

En Colombia, por ejemplo, lanzó la revista Cambio que luego se reprodujo en México en un contrato con Televisa; por desgracia y/o fortuna con una vida efímera.

En Colombia se reunía con los jóvenes reporteros, todos menores de treinta años, como deseaba, para unas tertulias periodísticas, de igual manera como muchos años antes afirmaba que todos los días en los periódicos, mínimo, habrían de dedicar media hora a un diálogo, intercambio de barajitas, entre el personal directivo y los reporteros para hablar del periodismo de cada día.

“Quería hacer un periódico corto, con un equipo de veinte personas”, máximo, cuenta Pablo Ximénez de Sandoval en el periódico “El País” de España.

En ningún momento soñaba con primicias, la exclusiva, la princesa de ocho columnas en portada, porque esas, afirmaba, “las daba la radio”.

El periódico estaría inundado de crónicas y reportajes, contando la historia del hecho. Más que el suceso noticioso, la historia misma.

LUNES

El periódico web del Gabo

El periodista Darío Arizmendi, de Radio Caracol, Colombia, amigo del Gabo, asegura que si García Márquez “fundara hoy un periódico sería una web”.

El premio Nobel de Literatura estaba fascinado con las maravillas de la tecnología para aplicarse, entre otras cositas, al periodismo.

El Gabo, dice, “era pragmático, organizado y concreto”.

Y, bueno, el tiempo le sigue dando la razón, pues los grandes holdings mediáticos del planeta están evolucionando al periodismo de Internet, a tal grado que todos tienen su página web por más alta circulación, pero además, muchos han dejado atrás el periodismo impreso y mudado al periodismo digital.

Claro, con una infraestructura fuera de serie, como por ejemplo, la reportera norteamericana, Adriana Huffington, esposa, por cierto, de un banquero, quien cuando lanzara su web Huffington Post” inició con más de cien reporteros, la mitad de los cuales era para aplicarse en el periodismo de investigación, más allá del cotilleo informativo que flagela al periodismo mundial.

Ahora, la gran disputa de los grandes medios está, en efecto, en Internet, pero además, riñendo por el anuncio comercial.

MARTES

El archivo del Gabo

“El Gabo”, cuenta Arizmendi, “le ponía toda la seriedad al proyecto del periódico “El otro”.

“Quería concretar un estudio de factibilidad económica (antes de lanzarse), un estudio de tecnología y un estudio de mercadeo para ver cuánta publicidad se podía captar”.

Con todo y su fama de reportero y escritor, con todas las relaciones del mundo en la esfera empresarial y política, ligado a muchos movimientos sociales de América Latina, el proyecto de “El otro”, nunca cuajó.

Darío Arizmendi participó en aquel sueño y ahora donará “las notas de todas aquellas reuniones en las que diseñaron el periódico que hoy sería web” al Harry Ransom Center, de la Universidad de Texas en Austin, que como se sabe, compró el archivo literario de García Márquez, la historia paso a paso de algunas de sus novelas, en 2.2 millones de dólares.

Todo, claro, con la aprobación de la familia, la señor Mercedes Barcha, y sus dos hijos, Gabriel y Gonzalo.

MIÉRCOLES

Un campesino en el surco 

El día que García Márquez empezó a escribir sus novelas, crónicas y reportajes en una computadora, maravillado, exclamó, que si desde su inicio habría tenido la compu a la mano habría escrito y publicado el doble de sus textos.

En su casa en la ciudad de México, el Gabo trabajaba como un campesino en el surco. De sol a sol.

A las 8 de la mañana, luego de un café, se encerraba en su cuarto de estudio hasta las dos de la tarde, sin que nada lo perturbara, ni siquiera, vaya, una llamada telefónica y/o la visita inesperada de un amigo, y/o una calamidad en el mundo.

Su esposa era la encargada de blindar al escritor mientras tecleaba.

En su escritorio tenía diez diccionarios a un lado para consultar la precisión de las palabras y que eran, afirmaba, los que más trabajaban en aquel proceso creador y creativo.

También tenía una máquina trituradora de papel para hacer cachitos las cuartillas donde tecleaba y con las que estuviera a disgusto, inconforme con el rigor informativo y la pulcritud literaria.

JUEVES

“En agosto nos vemos”

Dejó una novela escrita, inédita por ahora, con el título de “En agosto nos vemos”.

Cada novela solía entregarla a diez amigos repartidos en el mundo, desde escritores hasta académicos y políticos del más alto nivel, socialistas la mayoría, quienes leían el original y hacían sugerencias que luego podrían platicar con el Nobel de Literatura, y en la soledad de su cuarto de escribir el Gabo decidía el paso siguiente.

Uno de sus amigos más cercanos, el poeta colombiano Álvaro Mutis, fue un privilegiado, porque cada tarde llegaba a su casa y le contaba el avance de la novela que escribía, por ejemplo, Cien años de soledad.

Pero cuando la novela fue publicada, Álvaro Mutis descubrió que el Gabo le echaba el rollo, pues una cosa le iba contando de la novela y otra cosita escribía.

Así, incluso, el colombiano evitaba que la novela anduviera de boca en boca antes de publicarse.

Vivía, pues, en dos mundos al mismo tiempo. El mundo de la ficción que contaba a los amigos y el otro mundo de la ficción que escribía.

En 1961, Ernest Hemingway se pegó un tiro en la boca con su escopeta para cazar leones. El escritor Juan García Ponce habló por teléfono a García Márquez a las seis de la mañana para darle la noticia.

El Gabo le dijo:

“No hagas caso de los periódicos. Los periódicos son muy mentirosos”.

VIERNES

Los libros que han de leerse

Ningún reportero que se precie puede morir sin haber leído y releído El relato de un náufrago, Crónica de una muerte anunciada, Noticias de un secuestro, Ojos de perro azul, La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile, De viaje en los países socialistas y La triste y cándida historia de Eréndira y su abuela desalmada.

Pero si el reportero se va al otro mundo sin haber leído los cuatro tomos (unos ladrillos diría un estudiante de Literatura) de la obra periodística de García Márquez, entonces, en automático se irá al infierno para achicharrarse al lado, por ejemplo, de Marcial Maciel, el sacerdote pedófilo más grande de la historia.

Los libros periodísticos y literarios del Gabo que han de leerse con un lapicero en la mano para rayar y volver a rayar y tomar lecciones equivalen a un doctorado en Literatura Periodística.

Desde el principio hasta el final de su vida ejerció el periodismo como un apostolado y como una religión.

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