jueves, abril 18, 2024

Malecón del Paseo

  • Grito callejero, única salida
  • Denuncia mediática, la otra
  • Búsqueda infructuosa de plagiados

Luis Velázquez

VERACRUZ ESCURRE SANGRE

EMBARCADERO: Por todos lados le brinca el mal karma al duartismo.

Unas veces, la sangre escurriendo en la carretera y/o coagulada en la fosa clandestina.

Otras, sin embargo, escurriendo del periódico que se sacude con la noticia sórdida publicada.

Todavía peor si se considera lo siguiente: el pasado siempre vuelve. Y por lo regular, siempre condena.

Por ejemplo: el lunes 2 de noviembre, día de muertos por cierto, La Jornada nacional publicó en la página 5, a tres columnas, la historia de la familia Quevedo Orozco, de Medellín, allí donde un ex alcalde ordenó el asesinato de un reportero y taxista, y que luego fue desaforado; pero se le peló al “Señor Justicia” que así llamaban en Roma a los Fiscales.

Es la historia de la familia Quevedo que la noche del 15 de marzo de 2014, IV año del llamado sexenio próspero para los 8 millones de habitantes de Veracruz, perdiera a su hijo Alan Enrique, acribillado por los malosos.

Pero, además, ya antes su hermano Gerson, de 19 años de edad, había sido secuestrado y no obstante el pago del rescate, sin su liberación.

La noticia trascendió en el pueblo y llegó a Xalapa, la sede de los tres poderes.

Y a pesar de la protesta pacífica ciudadana y de las marchas, la respuesta del Fiscal ha sido, es, ¿continuará así?, el silencio, que es sinónimo de impunidad.

Peor tantito si se recuerda que a partir de la movilización familiar para seguir la pista, el matrimonio y su única hija, Margarita, de 25 años, huyeron de Medellín y de Veracruz, para salvar la vida.

Incluso, perdieron el negocio familiar de camiones de volteo.

Ahora viven en un modesto departamento en la capital del país, allí mismo donde en la colonia Condesa, asesinaran a cuatro mujeres y un hombre, entre ellas, la activista social en Xalapa, Nadia Vera, y el fotógrafo Rubén Espinoza, corresponsal de Proceso.

Es el Veracruz sórdido del general Arturo Bermúdez Zurita, a quien la Comisión Nacional de Derechos Humanos extendió un comunicado decretando como desaparición forzada el secuestro y asesinato de Gibrán, el cantante de “La voz México”, sin que, y por desgracia, nada trascendiera.

También es el Veracruz sórdido del Fiscal Luis Ángel Bravo Contreras, tan protagónico que se ha instalado por encima de la administración de la justicia. La noticia es él.

VIVIR CADA DÍA CON LA ESPERANZA

ROMPEOLAS: El reportero de La Jornada, José Antonio Román, cuenta la historia truculenta del secuestro, la desaparición y el crimen.

Así, la movilización social que iniciara con marchas en Veracruz y Xalapa, la familia Quevedo Orozco la ha trasladado al escenario mediático nacional, siguiendo, digamos, la huella de los 18 reporteros asesinados y desaparecidos en Veracruz en el duartismo y cuyas historias fueron contadas en 55 publicaciones en la edición latinoamericana de “El País” de España.

Por eso el titular de La Jornada resulta impactante:

“Familia veracruzana pagó rescate por un hijo y perdió a dos de sus miembros.

Iban al sitio acordado a recogerlo y fueron acribillados”.

Tal cual, y ante la inseguridad y la impunidad, es la única salida que el duartismo ha dejado a la población.

Cerrada la puerta del diálogo oficial, clausurada la esperanza de resultados concretos y específicos, la permanente tomadura de pelo de la autoridad a los familiares de las víctimas, el menosprecio cuando los parientes de los desaparecidos y asesinados claman justicia, los duartistas solo han dejado, por un lado, la marcha pacífica, y por el otro, la denuncia mediática.

Es la única manera en el Veracruz sórdido de Bermúdez y Bravo Contreras de vivir cada día con la esperanza.

INDIFERENTES AL GRITO CALLEJERO

ASTILLEROS: El número de familias en igualdad de circunstancias en la tierra jarocha resulta inverosímil.

Mientras el secretario de Seguridad Pública ha apostado, digamos, y por ahora, a un bajo perfil, quizá para que los “pinches periodistas” lo dejen de estar fregando, el Fiscal es incapaz de resistir su megalomanía, de igual manera, como por ejemplo, “El misógino Farbiruchis” presidente del CDE del PRI, que se van dando un mano a mano con la lengua.

Ninguno de los tres, sin embargo, ha podido pulverizar ni diluir la indignación crónica contra el duartismo, por más, mucho más leyes ampudianas y leyes bermudezcas para satanizar la protesta colectiva.

Y en ese orden, ni modo acallen a todos los medios nacionales e internacionales.

Escribe José Antonio Román:

“Desde ese día, los esposos Maricela Orozco y Gerson Quevedo viven un calvario que parece no tener fin, entre el enorme dolor de la pérdida de su hijo menor y su yerno, y la búsqueda permanente e infructuosa para localizar al mayor de ellos”.

Igual está la familia de Fernanda Rubí, y su madre, Aracely Salcedo, en Orizaba.

Y la familia de la niña Karime Alejandra, secuestrada, asesinada y sepultada en una fosa clandestina en Coatzacoalcos.

Y las familias de 1,200 desaparecidos, entre ellos, 144 menores de edad, si creemos en el dato oficial de la Fiscalía.

Y los parientes de las 90 mujeres desaparecidas en la región centro de Veracruz.

Es el saldo duartista de cara al quinto año del sexenio por más ruedas de prensa de los lunes en que se justifiquen, indiferentes al grito callejero.

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