- Nunca una sucesión de gobernador ha enlistado a tanto flechador disparando a la luna
- Varios aspirantes, promovidos desde el duartismo
- Todos eluden tocar los pendientes sociales que han ubicado a la tierra jarocha en el segundo lugar nacional en pobreza y miseria
Luis Velázquez
Hay 17 aspirantes y suspirantes a la gubernatura de Veracruz y luego de 73 jefes del Poder Ejecutivo local ninguna esperanza para redimir a los seis de cada diez habitantes de Veracruz que según el CONEVAL están atrapados, y sin salida, en la pobreza y la miseria.
Peor tantito: ninguna lucecita está prendida en el túnel del desencanto en el millón y medio de paisanos, de los casi 8 millones, que todos los días, y según el pinche CONEVAL, solo aplican una o dos comidas al día, y mal comidas.
Es más: luego de los 73 gobernadores que han caminado por el palacio principal de Xalapa, la desigualdad social, económica, educativa, de salud, de seguridad y política significa una ofensa, una humillación, un vejamen para la población electoral, pues unas 260 familias acumulan en Veracruz más del 60 por ciento de la riqueza estatal.
Así, la sórdida lucha por la candidatura para ganar en las urnas solo motiva a las elites partidistas, pues aun cuando se trate de un periodo constitucional de apenas, apenitas dos años, servirán, como si fuera un sexenio, para que en 24 meses aparezcan por ahí nuevos ricos, nuevas fortunas bajo sospecha, que bien podrán encartarse en lo que llaman enriquecimiento inexplicable.
Todo, pues, por la silla embrujada de palacio para ordeñar la vaca y meter las manos al cajón.
Del lado priista, los pasiones sórdidas se concentran en los llamados “Chamacos de la fidelidad” (Jorge Carvallo, Érick Lagos, Adolfo Mota y Alberto Silva), quienes no obstante estar en el sótano de la encuesta histórica continúan soñando en el Maximato de lo que desde ahora el politólogo Carlos Ronzón denominó “La década perdida”.
A los cuatro anteriores aspirantes al trono imperial y faraónico se añaden los senadores priistas, Héctor Yunes Landa y Pepe Yunes Zorrilla.
¡Ah!, y también, Tomás Ruiz González, secretario de Infraestructura y Obra Pública, y el ex diputado local, Alejandro Montano Guzmán, que han levantado la mano.
Y Jorge Uscanga Escobar, ex de todo, menos de gobernador, que con su Concertación Veracruzana se ha anotado en el carril.
Nueve en total en la cancha tricolor, como si todos fueran a recibir una herencia jugosa, que de hecho y derecho es la gubernatura atrás del billete fácil y las canonjías y los privilegios.
En el lado panista están Miguel Ángel Yunes Linares y Juan Bueno Torio, los únicos, pues los otros que levantaron la mano (Víctor Serralde, Domingo Bahena Corbalá y Julen Rementería del Puerto) solitos se retiraron del escenario.
En las llamadas candidaturas independientes, promovidas desde el duartismo, figuran Gerardo Buganza Salmerón, Renato Tronco, Jorge Carvallo Hernández, el papá de Jorge Carvallo Delfín, “el hijo más ruin que he tenido”, el diputado Francisco Garrido, que la busca por el AVE, y Elías Miguel Moreno Brizuela, el último con su denominado “Movimiento de los encabronados”.
Y el aspirante número diecisiete es Armando Méndez de la Luz, expriista, fans de Dante Delgado Rannauro con su Movimiento Ciudadano, ex alcalde de Xalapa y ex senador de la república, quien vive recordando a su tlatoani, Fernando Gutiérrez Barrios.
17 aspirantes a una sola silla. La silla embrujada de Javier Duarte.
Pero, además, en ninguno se mira una vocación social a prueba de bomba que lo lleve a buscar la nominación y el triunfo en las urnas para inmolarse por los pobres entre los pobres, los jodidos, en un Veracruz donde los municipios de Veracruz, Xalapa y Banderilla acumulan el mayor número de pobres según el CONEVAL.
LAS HERIDAS SOCIALES DE VERACRUZ
Veracruz sangra por sus heridas sociales, económicas, educativas, de salud y de seguridad.
Un millón de indígenas que están volviendo las regiones étnicas, desde Huayacocotla y Chicontepec hasta Zongolica y el Valle de Uxpanapa, en pueblos semidesiertos, habitados por niños, mujeres y ancianos, pues los jefes de familia, y los jóvenes, incluidas mujeres, están migrando a los campos agrícolas de la frontera norte y a Estados Unidos.
Tan es así que las remesas, con los changarros, se han convertido en el sostén de la economía jarocha.
Dos millones de campesinos que están engrosando las ciudades urbanas de Veracruz, porque el campo ha dejado de ser un negocio desde hace décadas, además de que el jornal, desde antes de que sale el sol hasta que la luna alumbra el surco, es de 70 pesos diarios, una miseria.
650 mil personas de, 14 años de edad en adelante, analfabetas.
Un millón de paisanos con la educación primaria inconclusa.
Otro millón con la secundaria a medias.
600 mil con el bachillerato sin terminar.
Y de cada cien alumnos egresados de la primaria solo diez llegando a la universidad y solo uno titulándose.
Con una calidad educativa en el sótano, donde solo de manera aislada, casi casi milagrosa, alguna escuela por ahí ocupa el primer lugar nacional en bailable regional con el Tilingo lingo y La bamba.
Un Veracruz, donde el último ramalazo al desempleo ocurrió en Nanchital, con el proyecto Etileno Siglo XXI, donde ocho mil personas han sido despedidas, más los despidos cotidianos en TAMSA.
Y con una calidad en la salud pública, donde los hospitales carecen de materia prima básica, que ha llevado a los residentes a tomar las calles para inconformarse, además de que el peor homenaje a la indolencia es la Torre Pediátrica que se soñó en el puerto jarocho, convertida en Torre Geriátrica por tanto tiempo como elefante blanco y mudada ahora en refugio de pordioseros con la tolerancia policiaca.
Lo peor: un Veracruz con fosas clandestinas, desaparecidos, secuestrados, fuego cruzado y muertos y tres carteles, Jalisco Nueva Generación, Del Golfo y los Zetas, disputando la plaza estatal según han documentado la procuraduría General de la República y la DEA, agencia antinarcóticos de Estados Unidos.
Y, por supuesto, la deuda pública, que ha llevado a lo siguiente, entre otras cositas:
Una deuda de dos mil millones de pesos a la Universidad Veracruzana, de los cuales 1,600 millones corresponden al subsidio estatal, y 400 millones son recursos federales que la SEFIPLAN se los chingó, así los haya desviado a otros programas, a otros municipios y/o a otros bolsillos.
Y ni se diga la corrupción política que tanto han cacareado los senadores Pepe y Héctor Yunes y el diputado federal, Miguel Ángel Yunes Linares, para encarcelar a “los peces gordos” de la deshonestidad duartista y fidelista.
Así, y por desgracia para la población, salvo el trío de Yunes, que se han ocupado de la corrupción, ninguno de los 17 aspirantes a la silla de Javier Duarte se han ocupado del Veracruz sórdido, jodido, miserable, excluido, injusto que se vive y padece.
Todos, atrás del poder político, que también es económico.
El poder por el poder mismo.
La silla, para enriquecerse como significó la fama pública del fidelato y es del duartismo.
Una sucesión más que solo se reduce a las elites partidistas, porque a los indígenas, campesinos, obreros y clase media, el beneficio social nunca, jamás, ha llegado, y si en todo caso algunas familias han mejorado en su calidad de vida ha sido por ellos mismos, chambeando en la vida privada, empujando la carreta hasta con el changarro foxista.