El último reyesherolista de Veracruz

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  • 22 años contemplan a Marlon Ramírez en política, donde ha aprendido a esperar los tiempos con sosiego
  • En el liderazgo priista tuvo audiencia con Luis Echeverría Álvarez, quien le dio buenos consejitos

Luis Velázquez

22 años en política contemplan a Marlon Ramírez. Ha aprendido, por ejemplo, la sabia enseñanza de Fidel Velázquez en el siglo pasado: El que se mueve… no sale en la foto. Ha soñado, como muchos. Y ha quedado, como muchos, en la antesala. Por tanto, nada de estresarse buscando el siguiente cargo público. Chambear hoy. Y esperar.

Además, si se estresa, el movimiento telúrico de su cuerpo se expresa en acné juvenil en su cara. Granos en el entorno y contorno. El desasosiego como eje rector.

Dos veces subsecretario de Gobierno, dos veces secretario de Organización del CDE del PRI, estudia la maestría. Su tesis para licenciado fue sobre el pensamiento político de Jesús Reyes Heroles. Su tesis para el posgrado también sobre Reyes Heroles. Es, diríamos, el último reyesherolista de Veracruz. Incluso, recita de memoria y fluidez al tuxpeño más ilustre, por encima, incluso, de César “El tlacuache” Garizurieta, aquel de vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.

Un día, cuando presidente del PRI municipal, se fue con los amigos a la ciudad de México a un encuentro con la historia. El expresidente Luis Echeverría Álvarez lo esperaba en su residencia de San Jerónimo, tiempo aquel, por cierto, de José López Portillo cuando Gustavo Carvajal Moreno advertía a los políticos que todos quien fueran a San Jerónimo el diablo los besaba.

Echeverría los recibió en las oficinas del Centro de Estudios del Tercer Mundo, que tenía.

–¿Usted cómo empezó en política?, le preguntó a Marlon Ramírez.

–Como todos, señor presidente, haciendo talacha.

–¿Pero qué talacha hizo?

–Bueno, pintando bardas, cargando el maletín…

–Sí, sí, pero… ¿qué más?

–Bueno, en una campaña electoral para diputado federal colgué una cartulina gigantesca en la oficina con el calendario para planear los días de campaña y llevar un orden.

–Sí, eso está bien. Pero miren ustedes, en política necesitan saber el principio básico. La política ni es justa ni es equitativa ni nos da lo que nos toca. Y cuando ustedes sientan que la política ni es justa ni es equitativa es momento de dedicarse a otra cosa, porque la política así ha sido y así será.

Unos 20 años después, nunca, jamás, Marlon ha olvidado aquella frase kilométrica de Luis Echeverría.

Y la aplica, como fórmula infalible para ser feliz. En política, claro.

También Pablo Pérez Kuri, derrotado candidato priista a diputado federal y local y a presidente municipal, le clavó como estocada otra frasecita:

En política, le dijo cuando andaba a su lado de activista, primero es enero y luego febrero. Nunca febrero va antes de enero. Y así, de manera sucesiva, marzo y abril y…los meses siguientes.

Tal cual, su vida ha sido ascendente. Del PRI municipal al PRI estatal, por ejemplo. De la subsecretaría de Gobierno con Erick Lagos a la subsecretaría con Gerardo Buganza. Ahora, otra vez en el CDE del tricolor.

DE ÉRICK LAGOS A GERARDO BUGANZA

–Trabajó usted con Lagos y Buganza, dos polos opuestos.

Cuenta:

–Sí. Pero cada uno en su tiempo y con su experiencia. El gobernador Duarte me dio la oportunidad de estar ahí, con los dos. Con Buganza, uno más uno son dos. Con Lagos, uno más uno pueden ser tres, cuatro, siete. Buganza como ingeniero es un hombre organizado y metódico. Lagos vive al día. Buganza me encargó de la tarea política-política y él del gobierno. Lagos se encargó de la tarea política-política y me dejó las cosas del gobierno. Con Lagos hablaba unas 7 veces al día. Con Buganza, por teléfono. Los dos me enseñaron.

–¿Qué le enseñó Érick Lagos?

— Bueno, Erick Lagos tiene muy pegada una frase, que la aplica: Para estar adentro hay que estar afuera. Y para estar afuera hay que estar adentro.

–¿Aplica?

–La aplica. Y es cierto. Así, Erick ha escalado.

Marlon ha regresado al PRI. Ya estuvo una ocasión. Es, dice, un trabajo ideal. Lejos de la pasión política de cada día como es, por ejemplo, la tarea en la administración pública. Pero, bueno, pronto vendrán tiempos intensos. La elección del candidato a gobernador y la campaña, y de los diputados locales y la campaña. Y más, como secretario de Organización.

Por lo pronto, disfruta, digamos, el tiempo libre. Mejor dicho, tiempo en reposo que anuncia la tempestad como bien lo saben, digamos, un ranchero y un pescador en cada amanecer.

Sigue, por ejemplo, estudiando la maestría. Se empapa en los discursos de Reyes Heroles. Lee a los clásicos de la política. También novelas. Mira y escudriña el presente, y se lo guarda. Rumia, pero nada dice. Hace ejercicio. Está a dieta. Ha dejado de tomar café. Toma agua. Una botella. Dos botellas.

Claro, vive con la esclavitud del celular. Jala dos. Está pendiente de las noticias del día. Le llega un mensaje y de inmediato contesta. Le hablan por teléfono y responde. Se encuentra a un amigo, militante priista, y se tarjetean. La agenda está llena. Desayuno, comida y cena.

Y ejercita la memoria.

LOS ONCE DE LA TRIBU

Por ejemplo, de pronto (tema del día, claro), en la mesa cae el diálogo sobre la sucesión de Javier Duarte. Y juega con la historia, digamos, el nombre de los once precandidatos que Miguel Alemán Velazco tuvo camino a la gubernatura.

Y él mismo se pone a prueba. Cuenta:

Flavino Ríos Alvarado, “dos veces secretario de Educación, dice, dos veces subsecretario de Gobierno, dos veces secretario General de Gobierno, mucha experiencia”.

Alejandro Montano Guzmán. Jorge Uscanga Escobar. Gustavo Carvajal Moreno, ‘’el último que declinara la candidatura a gobernador en aquel entonces’’, refiere.

Guillermo Zúñiga Martínez, QEPD. Tomás Ruiz González, quien era director del BANOBRAS, Miguel Alemán gobernador.

Juan Maldonado Pereda. Eduardo Thomae Domínguez, “quien vive, parece, en el estado de México”.

José Luis Alcudia, el concuño de Francisco Labastida Ochoa, el candidato presidencial.

Felipe Amadeo Flores Espinosa.

Y Fidel Herrera, quien ganó la candidatura.

Once en total, dice, y sonríe por su ejercicio nemotécnico.