- Más peligros para migrantes
- Prohibido viajar por Veracruz
- Lucha tenaz de Solalinde
Luis Velázquez
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Resulta admirable la lucha tenaz del sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, director fundador del albergue de migrantes “Los hermanos en el camino”.
A pesar de amenazas de muerte…
Y de que sicarios lo encañonaron…
Y que un alcalde de Oaxaca le incendió el albergue….
Y de que en la Puebla de Rafael Moreno Valle lo detuvieran…
Y de que Fidel Herrera y Javier Duarte lo satanizaron, el primero, con unas diputadas locales, y el segundo, con unos evangélicos, Solalinde está en pie de guerra, fiel a su segundo apellido.
Ahora, se ocupa de la política migratoria del gobierno de Veracruz por haber satanizado a los indocumentados y lograr que las empresas ferrocarrileras prohibieran que los ilegales treparan a “La bestia”, además de levantar muros de Berlín vetando el acceso a los patios de las estaciones ferroviarias.
Así, los compitas de América Central (Honduras, Guatemala, Salvador y Nicaragua) han sido obligados a cambiar de ruta por el Océano Pacífico, que es más extensa y más riesgosa.
Y aun cuando una parte de cualquier manera sigue trotando por Veracruz a Estados Unidos, la mayor parte lo aplica por la carretera, arriesgando más la vida, escondidos en camiones sin ventilación.
Tal cual, el único resultado es, como afirma Solalinde, que las rutas migratorias se han encarecido y las cuotas para el traslado a la frontera norte impuestas por los policías y los malosos pasaron a mil 500 dólares, y lo peor, sin garantías.
Al mismo tiempo, el gobierno federal ha recrudecido la deportación de los migrantes y desde México, por ejemplo, están repatriando a América Central más, mucho más ilegales que Estados Unidos.
“El infierno está aquí” le dice su padrino a Damián Alcázar en la película “El infierno” de Luis Estrada.
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El asunto de los migrantes toma relieve por lo siguiente:
Por vez primera Veracruz ha mudado en un estado migrante.
Bastaría referir que las remesas, con los changarros, el comercio informal, el comercio callejero, se han convertido en el sostén de la economía jarocha, por encima de los ingresos derivados de la caña de azúcar, el café y los cítricos.
Así, resulta incalculable el número de migrantes originarios de Veracruz en el otro lado como también los concentrados en los campos agrícolas del Valle de San Quintín, donde enfrentan las peores haciendas porfiristas y que los ha llevado a la rebelión y la insurgencia.
Y, bueno, la misma penalidad de los migrantes de América Central en su paso por Veracruz se reproduce con los paisanos jarochos en los estados fronterizos como en su paso a Estados Unidos a través del desierto, por ejemplo, donde y como sucediera en el sexenio de Miguel Alemán Velasco, exponen la vida, trece migrantes de Atzalan cayendo sin vida uno por uno en el desierto de Yuma.
Además, la terrorífica realidad en EU, donde en 19 de las 50 entidades federativas hay leyes xenófobas y racistas.
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Solalinde refiere que el veto para treparse a “La bestia” y el Plan Frontera Sur de repatriar a los centroamericanos y las exigencias de la Iniciativa Mérida se han traducido en lo siguiente: cada vez hay más indocumentados varados.
Por eso, incluso, los albergues (Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Veracruz, Puebla, etcétera) se han convertido en una especie de campos de refugiados, donde todos se confinan para un alto en el camino y recuperar energías, pero de igual manera como una forma de protección.
Y es que en el terreno de los hechos pareciera un duelo a muerte: los migrantes tenaces en seguir caminando, huyendo de la violencia, la pobreza y la miseria de sus países, para buscar el itacate en el otro lado y enviar dinerito a sus familias.
Las policías, empeñadas en la deportación, pero también en el negocio, pues la fama pública expresa que suelen aliarse con los malandros.
Los malandros con sus operadores, sicarios y pistoleros, atrás de ellos.
Y por añadidura, perseguidos por los Maras, las temibles bandas de América Central, tan fuertes y poderosas que operan en alianza con los carteles.
Por eso, cada vez los migrantes permanecen mucho más tiempo en los albergues, pues confrontan otra pesadilla: si dan marcha atrás y regresan a sus pueblos, los Maras los matan.
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Un migrante dice:
“México es un país muy grande y hay lugares donde se puede vivir. El Salvador es tan pequeño que no tenemos ni dónde escondernos” (La Jornada nacional, Arturo Cano, 21 de octubre, 2015).
Y no obstante, la gran política humanista del presidente Lázaro Cárdenas ante los refugiados españoles ha quedado desdibujada ante los migrantes de América Central.
Semanas anteriores, el obispo de Saltillo, José Raúl Vera López, Nayarit, planteó al peñismo y a los gobernadores de estados migrantes y con migrantes centroamericanos la posibilidad de extender visas migratorias para que así viajen sin temores ni zozobras por México.
Pero como el peñismo está ocupado con la visita del Papa Francisco y el debate del presupuesto 2016 en el Congreso de la Unión, los obispos y sacerdotes que proclaman un gobierno del pueblo, entre ellos, Raúl Vera y Solalinde, ninguna respuesta han tenido.
Mientras tanto, cada día los ilegales siguen exponiendo la vida, atrás del legítimo sueño de un trabajo seguro, estable y pagado con justicia y dignidad.