Por: Luis Velázquez
Basta de políticos temperamentales
Veracruz necesita gobernador frío
Pepe Yunes, el único político frío
I
Luego de Fidel Herrera, quien gobernó Veracruz con pasión desenfrenada día y noche, el hígado y el sexo por delante, y de Javier Duarte, temperamento incandescente y bipolar, Veracruz necesita, de acuerdo con el péndulo político, un político frío, totalmente frío en la toma de decisiones y en el arte de gobernar y gobernar bien.
Un político más apasionado, fuego cruzado hirviendo en su interior, será inaceptable en nuestra tierrita jarocha como decía Eduardo Galeano del continente cuando “Las venas abiertas de América Latina”.
Héctor Yunes Landa, por ejemplo, es tan temperamental que cuando fuera subsecretario de Gobierno en su oficina agarró a morunazos a un reportero incómodo para su vida política y cuando ya lo tenía en el suelo lo seguía golpeando nomás por placer.
Miguel Ángel Yunes Linares, por ejemplo, es un torbellino, sediento de venganza en contra de Fidel Herrera y Duarte.
Ambos torbellinos continuarían el eje histórico y Veracruz mudaría en un estado exportador de políticos, reporteros, líderes sociales y hasta empresarios incómodos e indeseables.
Pero, además, gobernarían con el hígado y el temperamento por delante y Veracruz se hundiría por completo, sin que ningún ciudadano se sintiera orgulloso de haber nacido y vivir aquí.
Por eso, y desde tal dimensión, el político ideal para retomar la estafeta como el gobernador número 74 es el senador Pepe Yunes, un político decente y respetuoso, sereno y reposado, que suele masticar y dar la vuelta a los pendientes, antes, mucho antes de emitir una declaración, un acuerdo, un pacto.
En política, dice un priista, se ha de gobernar con toda la frialdad del mundo.
Por eso el mal gobierno que hemos tenido en la llamada década perdida en Veracruz.
II
Los políticos que gobiernan con el hígado, por ejemplo, son temperamentales y si en términos normales son fogosos, entonces, cuando alcanzan un mandato político poderoso, con poder político, económico y social sobre los demás, con recursos, y con un equipo logístico que incluye hasta los cuerpos policiacos, entonces, se vuelven soberbios.
Y lo peor, pierden el piso y llegan a creerse paridos por los dioses, mejor dicho, dioses, infalibles, que hacen un favor a los mortales con gobernar.
En cambio, cuando la vida ha formado al político como un hombre sereno, pero más aún cerebral, frío, algebraico, en uso de la razón que mira el bosque más allá del árbol, y sopesa y escucha y reflexiona, entonces, la población electoral gana.
Y gana porque además ejerce el poder desde la frialdad absoluta, tanto en el diálogo con la ciudadanía como en los acuerdos y las acciones coyunturales.
Y en el Veracruz de hoy, el único político con tales características es Pepe Yunes, a quien cuando fuera presidente municipal de Perote y un día quiso resolver los problemas a base de madrazos, la voz oportuna de su padre, don Julián Yunes, fue contundente para reorientar su vida:
“Tú estás para resolver los pendientes con diálogo, y yo, que no estudié, con madrazos” le dijo.
Y don Julián se acomodó la pistola, no más para que el hijo entendiera.
III
Sentados en la silla de Duarte, Héctor Yunes Landa y Miguel Ángel Yunes Linares desatarían la peor carnicería política y humana de todos los tiempos.
Yunes Linares ya actuó así en el chirinismo.
Encarceló a esposas de líderes campesinos. Privó de su libertad a dirigentes agrarios. Exilió a reporteros. Se ensañó con políticos presos en el penal de Pacho Viejo. Dobló a disidentes con la fuerza policiaca.
Y Héctor Yunes vive un temperamento peor que el de Miguel Ángel. Sin control. Agazapado ahora, esperando el momento. Fermentando el odio en sus entrañas.
Además, con un coctel explosivo, pues dada la inteligencia que dice usufructuar es irónico y perspicaz, que sería, en todo caso, un plus.
Pero, al mismo tiempo, es burlón y con la burla hiere a los demás, lastima, humilla.
Y queda tan campante.
Sería terrible otro gobernador así a quien gobiernan sus sentimientos, pero más, mucho más aún, sus pasiones revolcadas y turbulentas… por más golpes de pecho que se den ante los obispos y evangélicos en un estadio multitudinario.
Habría, quizá, y en nombre de los golpes de la vida, de otorgárseles el beneficio de la duda, pues nunca, jamás, un cuadro de honor en la facultad de Leyes ni un posgrado en el extranjero garantiza que se sea una buena persona.
Pero además, y como reza el dicho popular, es fácil, digamos, ser bueno, lo difícil es ser justo.