Por: Luis Velázquez
Igual que en Veracruz cada año, miles de estudiantes han sido rechazados en las escuelas de la ciudad de México. Todos aspirantes al siguiente grado. Unas veces, el bachillerato. Otras, a la carrera universitaria, en un tobogán sin fondo. Y lo peor, en cada sexenio pasando de noche en la solución del gran pendiente.
En el último ciclo, por ejemplo, la Universidad Veracruzana dejó fuera a unos 22 mil jóvenes. La UNAM, a cien mil.
Ahora, en el Distrito Federal, la metrópoli más poblada del mundo con más de 24 millones de habitantes, 317 mil 193 egresados de escuela secundaria presentaron solicitud para ingresar al bachillerato.
Y de los 317 mil 193, mínimo, el 54.9 por ciento, unos 158 mil desean ingresar a la UNAM, la máxima casa de estudios, la más prestigiada de la nación. Y la UNAM sólo tiene capacidad para recibir a 35 mil alumnos.
Es decir, unos 123 mil quedarán fuera.
Tal cual es la dimensión de la crisis educativa en un país donde de igual manera como sucediera con Vicente Fox y Felipe Calderón, la tendencia es privatizar el sistema educativo.
Un solo dato: en Veracruz hay 243 universidades privadas de norte a sur y de este a oeste.
Y la mayoría ofertando las carreras tradicionales que de por sí están saturadas, con una baja, bajísima oferta laboral.
Peor tantito: con sueldos de hambre, para lo que basta ejemplificar con un solo dato:
Un albañil en el puerto jarocho percibe, el maestro de la cuchara, 4 mil pesos semanales, y el aprendiz 2 mil, en tanto un reportero, un diarista, obtiene entre 4 a 5 mil pesos mensuales.
Pero, además, a diferencia del albañil que tiene Seguro Social e INFONAVIT, la mayoría de trabajadores de la información está en cero. Sin IMSS. Sin fondo para la vivienda. Sin derecho de antigüedad para tener una pensión.
Tal cual, estamos ante un gran pendiente social que cada año se manifiesta con toda la crudeza, sin que la autoridad tanto la SEP como la SEV en el caso de Veracruz enmienden la plana.
Claro, en uno y otro caso, la autoridad educativa se lava las manos con el rezago histórico que se arrastra en la cobertura educativa, de tal manera que en un proceso cíclico miles de jóvenes quedan sin una opción.
Pero con todo, y según la Constitución General de la República, el Estado está obligado a garantizar la educación gratuita y de calidad, lo que, por supuesto, está incumpliendo.
CREAR LA UPAV EN EL RESTO DEL PAÍS
Por eso, y en nombre del populismo, los profetas del halago sostienen que la UPAV, Universidad Popular Autónoma de Veracruz, constituye la mejor y la única obra de infraestructura del gobernador Javier Duarte, pues ha abierto las puertas al mayor número de rechazados de la UV.
Así, en un dos por tres, la UPAV llegó a tener un aproximado de 70 mil alumnos, casi pisando los talones a la UV.
Pero además, con filiales en los estados de Puebla, Tabasco y Oaxaca, y en una que otra parte de América Latina.
Y con alumnos hasta en África, la India y las islas Fidji dado el insólito número de maestrías y doctorados que imparte el día sábado de 9 de la mañana a las 2 de la tarde.
Y, bueno, los padres de familia, en la desesperación social, educativa, económica y familiar, han inscrito a sus hijos en la UPAV.
Incluso, ahora cuando Enrique Jackson Ramírez sea diputado federal… bien podría proponer en el Congreso de la Unión que la UPAV sea declarada patrimonio nacional, y por tanto, que cada gobernador adopte y reproduzca tal modelo educativo, incluso, hasta la SEP misma, pues el destino de hecho y derecho nos ha alcanzado.
Cada año, se repite, más de cien mil alumnos quedan fuera de la UNAM.
Y la UPAV, caray, es la solución.
Javier Duarte, trascendiendo en la república.
DETONANTE DE SUBLEVACIÓN SOCIAL
El atolladero educativo se recrudece por otras circunstancias:
Uno. La escasa y limitada inversión oficial en las universidades públicas, de tal forma que ni siquiera, vaya, la ANUIES, que aglutina a todas las del país, ha sido capaz de remover la conciencia pública para aumentar el subsidio.
Dos. La indolencia de la CONAGO, Conferencia Nacional de Gobernadores, sobre la crisis educativa, pues en tantos años nunca ha abanderado la causa.
Tres. El menosprecio de la mayoría legislativa federal en la oferta y la calidad educativa.
Cuatro. La precariedad de los salarios de los padres de familia, incapaces como están para enfrentar los gastos de una educación superior privada.
Cinco. Las elevadas y prohibitivas colegiaturas de las escuelas privadas, cuya fama pública es que los dueños son unos mercenarios de la educación, protegidos de la SEP y la SEV que les otorga a diestra y siniestra, con cero planeación, los RVOE para carreras saturadas en el mercado regional y nacional.
Por eso, la exclusión en la educación media superior y superior se convertirá algún día, pronto, quizá, en un detonante más de sublevación social.