- Veracruz necesita honestidad
- Entre el lodazal y el cochinero
- “¡Ya estamos hasta la madre!”
Luis Velázquez
1
Se habla de tanta corrupción política en Veracruz que el próximo gobernador habría, digamos, de tener una fama pública de honestidad y a prueba de bomba.
Honesto, para que nunca en los cargos públicos que haya desempeñado esté bajo sospecha de latrocinios.
Honesto, para que nunca su biografía política se preste a decir que dejó el cargo y dejó de ser pobre.
Honesto, para que jamás esté bajo en evidencia con su enriquecimiento manifiesto y visible.
Honesto para que en ningún momento de su trayectoria haya sido acusado de “ordeñar la vaca”.
Ni tampoco de tráfico de influencias con su familia de primero, segundo, tercero y cuarto grado, y los siguientes, para lograr un beneficio con sentido patrimonialista.
Honesto, para que jamás haya incorporado a las novias y las amantes a la nómina ni extendido tarjetas de crédito con cargo al erario ni regalado mansiones con cargo a las arcas oficiales ni dispuesto camionetas blindadas con escoltas.
Honesto para vivir, como afirmaba Benito Juárez, “con la medianía del salario” de funcionario público.
Honesto para que nadie lo haya señalado de la adquisición de mansiones, departamentos, casas de campo, ranchos, ganado, cuentas bancarias, yates, jets, negocios lícitos e ilícitos, jineteo bursátil, Operación Licuadora, casitas en el extranjero, etcétera.
Y es que luego del cochinero y el lodazal duartista, resulta inverosímil imaginar que la población de Veracruz resista otro político corrupto ni tampoco otra generación política en el poder sexenal deshonesta.
Muchos duartistas solo han dejado como huella en el estilo personal de gobernar y ejercer el poder la sospecha. Mejor dicho, la evidencia de corrupción.
Ya lo dijo el senador Pepe Yunes Zorrilla: hay en el duartismo “desorden administrativo, caos financiero y corrupción política”.
También lo refirió el senador Héctor Yunes Landa: la caña de pescar resulta innecesario para “cazar a los peces gordos” del duartismo. Y compró unos arpones.
2
Faltaban diez días para que Gustavo Díaz Ordaz tomara posesión de la presidencia de la república. 20 de noviembre, 1964.
Entonces, Jesús Reyes Heroles fue invitado a pronunciar el discurso conmemorativo del día de la revolución.
Y cuando terminó su intervención y saludó al presídium, Díaz Ordaz “sacó una tarjeta de la bolsa del saco” con su número telefónico y le dijo, “llámeme”.
Se vieron en privado. Le dijo:
“Me dicen que usted es un hombre honesto. Eso necesito en PEMEX”.
Asombrado, Reyes Heroles trató de interponer excusas. No sé de petróleo. No se preocupe, reviró Díaz Ordaz, allí hay muy buenos técnicos. Lo que necesito es su honestidad, fue la repuesta” (Federico Reyes Heroles, Orfandad, el padre y el político, editorial Alfaguara).
Y Reyes Heroles, por su honestidad; pero también por su inteligencia, talento, capacidad y conocimiento, fue director de Pemex, con tanta fuerza moral que, por ejemplo, en el movimiento estudiantil del 68 el presidente de la república le encargó comisiones especiales que encelaron hasta la intriga al secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez.
3
Es, pues, la honestidad que Veracruz necesita hoy, atrapado y sin salida como está en medio del lodazal y el cochinero, el descrédito y la deshonra, la evidencia y la sospecha, el hartazgo y el rechazo social por culpa del duartismo.
4
Fernando Gutiérrez Barrios gobernó Veracruz solo dos años.
Pero en 24 meses pacificó la tierra jarocha, que como ahora, estaba pavimentada de violencia, muertos, secuestros, robos y asaltos, por fortuna, sin fosas clandestinas, aun cuando en la ruta de Omealca a Tezonapa las tenía el cacique Toribio “El toro” Gargallo en los pozos artesianos de agua dados de baja.
No obstante, los dos años de Gutiérrez Barrios fueron insuficientes para abatir la desigualdad social, la pobreza, la miseria y la jodidez, que ahora se han recrudecido.
Claro, don Fernando fue impuesto como candidato a gobernador por el presidente Miguel de la Madrid, a partir de una sola coyuntura: el Veracruz revuelto y turbulento de Agustín Acosta Lagunes.
Y cumplió la tarea con eficiencia y eficacia.
Ahora, también hay violencia y Veracruz necesita un gobernador con tal perfil.
Pero de igual manera hay jodidez y miseria.
Y desempleo, subempleo y salarios de hambre.
Y baja, pésima calidad educativa y de salud, y ni se diga de inseguridad.
Con todo, lo peor es la desigualdad social.
Y si ya de por sí, los seis años de un gobernador sirven para la rapiña, más, mucho más sería en dos años. El saqueo absoluto.
Pero si así fuera, resulta imprevisible mirar el desenlace del hartazgo social en contra de los políticos.
Lo dijo el poeta Javier Sicilia en circunstancia parecida: “¡Ya estamos hasta la madre!”.
5
Hay un Sistema Nacional Anticorrupción y Veracruz sigue saqueado.
Hay una secretaría de la Función Pública y Veracruz parece una ínsula aislada del resto de la nación, pues mientras Enrique Peña ha dado un manotazo en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas y Oaxaca, aquí todo se permite.
Hay una denuncia penal de la Auditoría Superior de la Federación en la procuraduría General de la República en contra de 19 duartistas y el dictamen se está tardando demasiado, incluso, está bajo sospecha.
Más corrupción y más impunidad solo llevará a la inconformidad social, tarde o temprano y que, bueno, será pacífica, digamos, por la vía electoral y en contra de todo lo que apeste a PRI.