- El senador, originario de Perote, ha sido más contundente: “Duarte representa una expresión del partido a la que no pertenezco”
- La sucesión más tersa se dio con Rafael Murillo Vidal, pues todos los políticos de Veracruz y de Los Pinos estaban de acuerdo
Luis Velázquez
Ningún otro gobernador de Veracruz, digamos, de Fernando López Arias (1962-68) a la fecha, ha enfrentado como Javier Duarte una corriente priista interna en contra, encabezada, ahora, por el senador Pepe Yunes Zorrilla, quien a tiro por viaje lo sigue rafagueando.
En el archivo periodístico, por ejemplo, quedaron las fotografías cuando Duarte, acompañado por una parte del gabinete legal y por columnistas, posaba en la sala de la casa central del rancho San Julián, en Perote, con un Pepe Yunes, y su padre, sonrientes, felices de los vientos favorables.
Incluso, también han sido archivadas las fotos donde en el rancho San Julián, Luis Videgaray Caso, secretario de Hacienda y Crédito Público, y José Antonio González Fernández, director del IMSS, posan al lado de Duarte y Pepe.
Así, del discurso de Emiliano Zapata en Las Trancas, al discurso en Xalapa del miércoles 22 de julio de Yunes Zorrilla existe el mismo eje rector.
Duro y tupido contra Duarte.
En Las Trancas, por ejemplo, la retórica giró alrededor del desorden administrativo, el colapso financiero y la corrupción política del duartismo.
Y la retórica en Xalapa fue más clara y específica:
“Él representa una expresión y una corriente dentro del partido a la cual yo no pertenezco”.
Pero, “además, a una corriente con otro rumbo”.
Y aun cuando desde el CDE del PRI, Alfredo Ferrari Saavedra, se esfuerza sin éxito en negar el deslinde y la ruptura, pobrecito, intenta, como afirma José Mujica, el expresidente de Uruguay más honesto y vertical de América Latina, cubrirse del torrencial con un paraguas.
Y/o como se afirma en México, tapar el sol con un dedo.
Es más, a estas alturas, diríase que ni siquiera, vaya, si el presidente Enrique Peña Nieto diera la orden a su gabinete político de mayor confianza para que el gobernador y el senador fumaran la pipa de la paz… también fracasaría, porque todo indica que no hay vuelta de hoja.
La ruptura, pues, es irreversible.
PEPE YUNES PECA DE INGENUO…
El parteaguas inició en el mes de diciembre, 2014, cuando 45 de los 50 diputados, entre ellos, nueve panistas que fueron seducidos, aprobaron achicar la gubernatura de seis a dos años por un solo periodo, el siguiente, 2016-2018, lo que al senador Pepe Yunes (también a Héctor Yunes) le pareció sin sentido, porque significaba un degaste electoral, social y económico para Veracruz.
Y a partir de ahí el tren de la amistad entre el gobernador y el senador se fue descarrilando, agravándose, sobre todo, con el caos administrativo, económico y financiero en que está sumido el gobierno duartista.
Y más cuando Duarte, de plano, sacó del clóset a su candidato priista a la sucesión con el senador Héctor Yunes y lo paseó en varios carriles enviando un mensaje sin rodeos a la militancia priista…también a la población electoral.
Así, y en respuesta, Pepe Yunes dijo en el discurso de Xalapa el miércoles 22 de julio que, en efecto, el presidente Enrique Peña Nieto, como también Javier Duarte, decidirán el nombre del candidato.
Pero, también, la militancia priista, sus sectores y sus consejeros, que significan la fuerza viva del partido… serán tomados en cuenta, acotó (y lo que, acaso, ni él mismo se creyó).
Tal cual se ignora si el senador tuvo una alucinación tipo San Pablo camino a Damasco y quedó obnubilado, porque hasta un niño del quinto, sexto año de educación primaria, sabe que nunca, jamás, ni la militancia ni los sectores ni tampoco los consejeros del PRI son considerados en la hora estelar del nombre del candidato, pues la decisión suprema la toma, en el caso de gobernadores, el presidente de la república.
Claro, de cara a la elección de los doce candidatos priistas a mandatarios el año entrante, Enrique Peña Nieto escuchará las versiones de su gabinete político, desde el secretario de Gobernación y los titulares de la SEDENA y la Marina, hasta el CEN del PRI.
Y, por supuesto, de los gobernadores en turno.
Desde luego revisará con lupa la tendencia de la encuesta histórica, que tan sustancial resulta en su cultura política.
Luego, en la soledad del despacho presidencial, sin escuchar, nunca, jamás, a la militancia ni a los sectores ni a los consejeros tomará la decisión para que a su vez sea repetida por el secretario de Gobernación y el líder nacional del PRI, quien a su vez llamará a todos a disciplinarse.
Por eso, Pepe Yunes está pecando de ingenuo y/o, en todo caso, estaría jugando con el tiempo electoral y el tiempo político.
LA SUCESIÓN MÁS TERSA EN VERACRUZ
Nunca Fidel Herrera rompió con el gobernador Miguel Alemán Velasco, no obstante que Alemán tenía a once precandidatos más en el carril.
Por el contrario, durante su tiempo de senador cabildeó con bajo perfil de norte a sur y de este a oeste, muchas veces acompañado sólo de su jefe de prensa, Juan Alfredo Gándara Andrade, y cuando llegó el momento de la decisión estelar el góber fogoso y gozoso estaba ultra contra súper posicionado en la encuesta.
Jamás Miguel Alemán entró en pleito con su antecesor, Patricio Chirinos Calero, y cuando llegó la hora de la sucesión, a pesar de que Chirinos se la había estado jugando por Miguel Ángel Yunes Linares, Alemán entró sin oposición en contra.
Patricio Chirinos, en cambio, tenía, en efecto, el voto del presidente Carlos Salinas para la candidatura a gobernador; pero tanto Dante Delgado Rannauro, gobernador del cuatrienio, como Fernando Gutiérrez Barrios, secretario de Gobernación, se la jugaron hasta el último instante por Miguel Alemán, y ni hablar, perdieron.
Y por eso mismo, meses después, y aprovechando el pleito Dante Delgado con Ernesto Zedillo, Chirinos encarceló a Dante y a sus secretarios de Desarrollo Urbano, Porfirio Serrano Amador, y de Finanzas, Gerardo Poo Ulibarri.
Gutiérrez Barrios fue nominado candidato a la gubernatura, sin que Agustín Acosta Lagunes se opusiera en ningún momento, como también fue el caso de Acosta Lagunes ante Rafael Hernández Ochoa.
Pero mientras Rafael Murillo Vidal tuvo como candidato favorito a Manuel Carbonell de la Hoz, a tal grado que también lo convirtió en favorito de Luis Echeverría Álvarez, el presidente del CEN del PRI, Jesús Reyes Heroles descalabró a Carbonell y entró como relevo Hernández Ochoa.
Incluso, de aquellas sucesiones la más tersa fue la de Rafael Murillo Vidal, quien era amigo del gobernador Fernando López Arias; pero también del presidente Adolfo López Mateos, de tal manera que cuando tomó posesión en el estadio Heriberto Jara, López Mateos y todo el gabinete completo lo acompañaron.
Pero más aún: los dos expresidentes de la república, originarios de Veracruz, Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines, también estuvieron a su lado.
Ha sido, pues, con Murillo Vidal, la sucesión más tersa en la historia priista de Veracruz, pues logró concitar la empatía del mandatario en turno, Fernando López Arias, y del presidente de la república y del par de expresidentes jarochos, que también habían sido gobernadores.
Nunca antes ni después, hasta el día de hoy, se ha dado una sucesión tan bruñida y tan pulida, operada con gran inteligencia y diplomacia, pues aun cuando el PRI estaba solo en el escenario electoral, las pasiones más revolcadas y turbulentas suelen darse en la contienda interna del tricolor.
Como ahora en la ríspida relación de Javier Duarte, con toda la fuerza del aparato gubernamental, político, económico y social, con Pepe Yunes, cuyo único sustento es la senaduría y su amistad con Luis Videgaray Caso y José Antonio Meade, los condiscípulos del ITAM.
De hecho y derecho, la pelea de David y Goliat.
Y/o como quien dice, el elefante y el ratón.
O sea, el sapo y la luciérnaga.