Luis Velázquez
07 de julio de 2015
Si entre Érick Lagos Hernández y Jorge Carvallo Delfín, y entre Mauricio Audirac Murillo y Ricardo García Guzmán, y entre Arturo Bermúdez Zurita y Luis Ángel Bravo Contreras, hay un fuego amigo, Gerardo Buganza Salmerón y Tomás Ruiz González representan los carteles de palacio.
Y más ahora cuando de cara a la elección del candidato priista a gobernador, el par está consciente, seguro, de que ninguno irá y, por tanto, ambos acarician el sueño utópico de una candidatura ciudadana que como bien lo ilustró El bronco de Nuevo León se necesita, como la Bamba, un poquito de gracia y otras cositas.
Por ejemplo, por aquí llegó sin perfil ni conocimiento a la secretaría de Infraestructura y Obra Pública Tomás Ruiz, más famoso por su noviazgo con Ana de la Reguera, de inmediato rastreó pistas sucias y cochinas en contra de Buganza para, claro, lógico, obvio, acusarlo ante el jefe máximo como un niño berrinchudo con sus hermanos.
Incluso, según la versión, uno y otro tomaron café como parte de una diplomacia civilizadora, y Bugy (como le apoda Marlon Ramírez, el amigo de Carolina Gudiño) tuvo una revelación apocalíptica como Pablo camino a Damasco y confió en el llamado genio del SAT.
Así, habrían dialogado sobre los acuerdos y pactos de Bugy, por ejemplo, con equis número de constructores que le estarían entrando a Belem cantando.
A partir de ahí, Ruiz siguió la pista a Bugy y cuando tuvo mayor información se la mostró al gobernador sólo para satanizar a su antecesor ungido de nuevo secretario General de Gobierno.
Y la carnicería y la persecución y el fuego amigo comenzaron en tierra fértil.
Y más cuando Bugy heredó a Ruiz la denuncia penal interpuesta diez meses antes en contra de sus antecesores (Raúl Zarrabal Ferat, Francisco Valencia, Guillermo Herrera Mendoza y Marcos Theurel Cotero) por el caso del Túnel Sumergido y en contra de 35 constructoras que desviaron el dinero cobrando la lana y sin un ladrillo de la obra pública pegado.
Ahora, todo indica que el par de secretarios se están dando por arriba y debajo de la mesa con todo, soñando con la candidatura a gobernador hasta por la oposición y/o la candidatura independiente para así ganar la dispensa y los favores del Príncipe, como llamaba Octavio Paz al gobernante en turno.
OBJETIVO: DESPRESTIGAR A BUGANZA
Aun cuando Buganza y Ruiz iniciaron en el gabinete legal de Javier Duarte, en aquel entonces nunca sus caminos se encontraron ni fueron vidas paralelas.
El primero en la Secretaría General de Gobierno y el segundo en Finanzas y Planeación, atendieron asuntos diferentes, con tantos pendientes.
Ha sido, no obstante, la SIOP la que los enfrentó; pero más aún ahora cuando ambos están conscientes, seguros, de que Duarte nunca los tuvo en la mira para la sucesión, pues primero se la jugaba con Salvador Manzur Díaz; luego, según parece, con Fernando Charleston, y más tarde con Alberto Silva y ahora con el senador Héctor Yunes Landa.
Por eso, tanto Buganza como Ruiz se están moviendo.
Buganza, por ejemplo, con un activismo a través de las redes sociales con su fundación Generando Bienestar, siguiendo los pasos, más que a Jaime Rodríguez Calderón, El bronco de Nuevo León, a Barack Obama, que también basó parte de la estrategia electoral en el Internet.
Y Ruiz González, promoviéndose también en las redes sociales con correítos pidiendo que lo acepten como amigo y en calculadas entrevistas de prensa, en unos casos a 8 columnas en portada.
Pero, además, cacareando sus ligas con Miguel Alemán, cuando tiene mucho tiempo que los cables están cruzados.
Además, del juego sucio en contra de Buganza, pues su objetivo fue demostrar al jefe máximo que también le entra a las maletas voladoras.
CHISMEANDO CON EL GOBERNADOR
Tal cual, mientras Buganza navega como dijera Juan Maldonado Pereda en el mar proceloso de la política con la bandera del poder omnipresente de la jerarquía eclesiástica, Tomás Ruiz se promueve de la mano de Miguel Alemán, uno de los consejeros del presidente Enrique Peña Nieto; con quien los cables están cortados desde tiempo inmemorial.
En tanto Buganza se apoya en una iglesia representada por el vapuleado arzobispo Hipólito Reyes Larios, acarreado de Erick Lagos y opositor a ultranza del aborto, el divorcio, el matrimonio gay, la adopción de niños de parejas gays, las madres solteras, que son una plaga y una epidemia, y de las cortesanas de César del Ángel, Tomás Ruiz se sostiene en un Miguel Alemán, cuya figura también enarbola el capitán Alejandro Montano Guzmán, con el grito bíblico de No me descarten, también yo quiero la gubernatura.
Mientras Buganza suma adeptos a través del Facebook con su fundación, Tomás Ruiz ordena a sus niños Pípilas bombardear, tipo Chuletas, a sus críticos.
Cada uno por diferentes caminos torcidos de Dios, la peor guerra es la del secretario de Infraestructura en contra del secretario de Gobierno removiendo las piedras atrás de las huellas de corrupción política.
Y lo peor, chismeando con el gobernador, como si Tomás Ruiz fuera un ángel de la pureza.–