Veracruz, «el reino de la muerte» 

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•Resguardados por un convoy de la Gendarmería, 69 días después los padres de los cinco jóvenes desaparecidos regresan a Playa Vicente

•Vuelven para dar sepultura a uno de los chicos, Bernardo Benítez Arróniz. Sus restos, en urna de cedro de 50 centímetros cuadrados 

•Sepelio de Bernardo cuando sus padres cumplen 27 años de casados. Todavía falta identificar a cuatro jóvenes. «La lucha sigue»

«Vivimos en un Veracruz donde impera la muerte, la injusticia y la corrupción» dice el presbítero del pueblo

Crónica de Miguel Ángel León Carmona, Playa Vicente

blog.expediente.mx

Pasaron 69 días para que cinco padres regresaran a su pueblo, Playa Vicente, Veracruz. No lo harían sin antes recuperar a sus hijos desaparecidos, así fue el juramento. Finamente volvieron… Resguardados por un convoy de la Gendarmería Nacional. A venerar un cofre de cedro de 50 centímetros cuadrados, el nuevo hogar de Bernardo Benítez Arróniz.

Los padres del finado, apenas recuperaron fragmentos óseos de su pierna, suficiente para recordar al muchacho bailarín del pueblo, al defensa central que formo parte de las fuerzas básicas del Club Pachuca y anotó goles por racimos con su casaca número tres, en honor al apellido de su novia, quien le llora hasta el cansancio, y promete reencontrarlo en vidas futuras.

“Quién iba a pensar que me regresarían a mi niño en estas condiciones y menos hoy, que cumplo 27 años de casada”, ironiza, Columba González Arróniz. Por su parte, Bernardo Benítez, comparte que dedicará nueve días a su luto. No obstante, borra sus rastros de llanto y advierte: “Esto aún no termina, todavía nos faltan cuatro muchachos. Regresaré al campamento de Tierra Blanca”.

Mientras tanto, en el otro extremo de la historia, cuatro padres rezan por el eterno descanso del joven que viajó junto a sus hijos y que desapareció también. Una de las madres, toma aire y libera los demonios que le carcomen sus imaginaros…¿Y si nosotros simplemente no encontramos nada? enmudeciendo a los presentes.

Así acontecen los días 69 y 70, registrados en la bitácora sórdida del caso Tierra Blanca; por primera vez fuera del ministerio público. Son 48 horas que los padres frenan la búsqueda de sus ausentes para mostrarse solidarios con sus compañeros de tragedia.

Pérdida que conmovió a más de 120 mil personas en las redes sociales. Desenlace funesto que desprendió condolencias de la Secretaría de Gobernación y del Alto Comisionado de la ONU, mensajes emotivos desde números privados con muestras de consternación. Del gobierno estatal ha habido nada hasta el momento, ni siquiera un mensaje del gobernador tuitero, nada.

“LOS RECIBIMOS COMO SE MERECEN, COMO UNOS PADRES VALIENTES”

El reloj marcaba las 18 horas del día viernes 18 de marzo, gente con pancartas fluorescentes ya tomaba sus puestos desde la entrada de Playa Vicente. ¡Bienvenidos!, leían los padres desde el interior de sus vehículos, mientras tensaban sus quijadas para contener el llanto.

Los lugareños desatendieron sus quehaceres; algunos se levantaban de las aceras, otros ondeaban franelas rojas o se desprendían de sus sombreros de cuero en señal de reverencia. El convoy llegó hasta la casa donde sería velado Bernardo, entonces tres sonidos de baqueta comandaron a la Original del Carmen y la música de banda resonó al compás de lamentos.

Lamentos y ruidos de banda únicamente se emitieron en aquel privado momento. Rostros de los recién llegados, marcados por una fatiga de dos meses y nueve días. Padres que desprendieron sus penas estancadas en el ministerio público, a falta de privacidad y de pudor por no verse sufridos frente a gente ajena a su padecer.

La vista fue suficiente para conmover a todo aquel que circulaba cerca. Los padres se reencontraron con sus otros hijos, con su cadena de familiares; semblantes similares a los de sus ausentes. Lanzas con punta de recuerdos que quebrantaron a hombres y mujeres, nadie resistió tal sentimiento, nadie.

Sobre las banquetas, la demás gente miraba atenta a los cinco personajes que desafiaron y exhibieron al gobierno veracruzano a niveles internacionales en temas de inseguridad. Los mismos de la televisión, de la radio y del periódico, eran ellos, señalaban orgullosos los pobladores.

A partir de las 18:30 horas, Playa Vicente se cubrió de luto, caminó con los padres hasta el lugar donde rindieron homenaje a los restos óseos, gente de diferentes sectores formaron filas para abrazar a los dolientes; ganaderos, agricultores y obreros. A la cita también acudió Abdón Márquez Márquez, presidente municipal de Playa Vicente.

Edil a quien no se le quebró la voz y enumeró a nivel nacional las fechorías de Marcos Conde Hernández y su pandilla de policías, dejando en claro que, en su momento, Arturo Bermúdez Zurita estuvo al tanto del reporte negativo, solapando quizá, el modus operandi de sus hombres de confianza.

Una crítica que resonó en diversas partes, por ser de priista a priista; el alcalde playavicentino decidió hacer un lado su militancia y ponerse del lado del pueblo que lo votó.

“Recibimos a estos padres como se merecen, como todos unos valientes”, refirieron en común acuerdo familiares y conocidos presentes en el acto solemne, en un escenario con aroma a flores en el interior y en las afueras de la casa.

La música de tambores y cornetas nunca escaseó en la velada. Algún amigo de Bernardo soltó una confesión: “Esta banda ya la teníamos contratada para cuando regresaran con vida. Pero ¿qué podemos hacer? Que suenen entonces las canciones que escuchó nuestro amigo”.

“DESCANSA EN PAZ, AMADO BERNARDO”

Frase que conmovió a más de cien mil personas en las redes sociales en honor al joven caído. Desenlace funesto que desencadenó condolencias privadas de la Secretaría de Gobernación y del Alto Comisionado de la ONU, mensajes emotivos y con muestras de consternación. Del gobierno estatal ha habido nada, ni siquiera un mensaje del gobernador tuitero nada.

En el interior de la casa permanece un altar tapizado de rosas amarillas y rojas. En el centro, el altar donde descansa la habitación de cedro. Al fondo, una fotografía que inmortaliza a Bernardo, un muchacho alegre, parrandero y cariñoso.

Parte del tomo de adjetivos que su madre no se cansa de emitir hacia el hijo que, bajo los mismos techos donde ahora lo velan,  alegró la existencia de Columba Arróniz González: ¡Qué hubo, Columba!, ¿qué haces?, ¿no tienes por ahí que me prestes una feria?… Recuerdos.

Por una parte, la madre desgasta sus fuerzas en plegarias celestiales, mediante inciensos y veladoras aromáticas suplica a un crucifijo de aluminio que libre a su primogénito de otro sitio de tinieblas similar al que se topó en vida, en las carreteras de Tierra Blanca, Veracruz.

Mientras tanto, Bernardo Benítez Herrera decide permanecer afuera, entre los prados con aroma a zacate húmedo. Ahí enciende un cigarrillo, de los 35 que consume en el día. Los amigos le proponen charlas y por momentos persigue el hilo conductor, luego se pierde en construcciones de la mente que lo llevan hasta las lágrimas.

Así acontece la noche del 18 de marzo, custodiada desde las esquinas de la calle por gendarmes federales, mientras que en las goteras del pueblo hacen lo propio los malosos o moto ratones, como los niños de Playa Vicente los nombran. Una ciudad blindada, para que el momento de dolo se realice sin interrupciones.

El predio jamás quedó solo, mucho menos en silencio. Familiares y amigos rezaron hasta el amanecer mientras que la banda sonora hacía lo propio en los corredores. Nunca estuvieron solos los padres. Las calles de Playa Vicente se aglomeraron hasta llevar a Bernardo a su última parada ante de alojarse por siempre en el camposanto.

“VIVIMOS EN UN REINO DONDE IMPERA MUERTE, LA INJUSTICIA Y LA CORRUPCIÓN”

Palabras que se emitieron desde la garganta del sacerdote de Playa Vicente, afligido por la pérdida del joven Bernardo. En una celebración solemne donde intercedió por su eterno descanso, bendijo su fotografía y donó para los padres una pronta resignación.

Los padres del occiso han decidido esperar nueve días para llevar los restos de su hijo hasta el panteón municipal. Optaron hacer uso la costumbre del pueblo y arroparlo en los últimos instantes.

Así transcurrirán nueve amaneceres antes de la cristiana sepultura, previo de guardarse el dolo por parte de los padres y regresar al campamento del ministerio público de Tierra Blanca. Bernardo Benítez ha lanzado el grito de batalla: Todavía nos faltan cuatro.

El papel de líder en la protesta de la agencia ministerial aguarda al hombre playavicentino, los cuatro compañeros de su hijo exigen ser devueltos a los suyos; además su teléfono no deja de sonar con ayudas de diferentes partes del estado. Pocos quieren desperdiciar a un nuevo defensor de los derechos humanos en Veracruz.

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