viernes, diciembre 19, 2025

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Veracruz: cuando el mar se abre paso y la política estorba menos

Por Miguel Ángel Cristiani G.

El anuncio de la llegada de cruceros turísticos al heroico puerto de Veracruz, a partir de 2026 merece una lectura cuidadosa. No se trata solo de barcos llenos de turistas con cámaras y sandalias. Al fin, se trata de recuperar una vocación histórica de Veracruz como puerto de bienvenida, de intercambio cultural y de derrama económica. Hoteles, restaurantes, comercios, prestadores de servicios y promotores culturales pueden beneficiarse, siempre y cuando se evite el error clásico: concentrar la ganancia en unos cuantos y dejar las migajas al resto. El turismo, bien gestionado, puede ser motor de bienestar; mal manejado, es solo espectáculo pasajero.

Treinta y dos años no son poca cosa cuando se trata de instituciones públicas en México. Menos aún si han sobrevivido a sexenios, ocurrencias, recortes, improvisaciones y esa vieja costumbre nacional de confundir el poder con el botín. ASIPONA Veracruz llega a su aniversario número 32 con hechos concretos, no con discursos huecos. Y en tiempos donde la propaganda suele ir más rápido que las obras, eso ya es una noticia que merece detenerse a pensar.

El arranque de la construcción del segundo rompeolas más grande de América Latina —3.5 kilómetros de ingeniería dura frente a la Bahía Norte— no es solo una proeza técnica. Es, sobre todo, una decisión política bien tomada. Una apuesta de largo aliento en un país donde el corto plazo manda y la foto del día suele valer más que el proyecto de futuro. Veracruz, históricamente golpeado por el abandono y la corrupción, vuelve a mirarse como lo que siempre fue: una puerta estratégica de México al mundo.

Conviene decirlo sin rodeos: los puertos no son adornos. Son arterias económicas. Por ellos entra y sale buena parte de la vida productiva del país. Veracruz ha sido, desde la Colonia, eje del comercio, de la migración, de la cultura y también de los conflictos. Cuidarlo, modernizarlo y proyectarlo no es un favor a una región; es una obligación del Estado mexicano. Por eso resulta relevante que hoy se hable de protección, navegación segura, competitividad logística y crecimiento sostenible, y no solo de cifras infladas para boletines oficiales.

El nuevo rompeolas, que se sumará al ya existente de 4.2 kilómetros —el más grande de la región—, no es un capricho monumental. Es infraestructura estratégica frente al cambio climático, las tormentas cada vez más violentas y la necesidad de atraer inversiones serias. La inversión anunciada, 7,750 millones de pesos, y la proyección de más de 10 mil empleos directos y más de 107 mil indirectos hasta 2028, no son números menores. Son, si se administran con honestidad, una posibilidad real de que el progreso deje de ser un concepto abstracto y se refleje en los bolsillos de la gente.

Bajo la dirección del almirante Abraham Caballero Rosas, ASIPONA Veracruz ha apostado por algo que en México suele sonar revolucionario: integrar puerto y ciudad. Durante décadas, los puertos crecieron de espaldas a la comunidad, como fortalezas cerradas que generaban riqueza sin identidad. Hoy se habla de 3,886 empleos directos y 13,078 indirectos ya en marcha, de dinamismo en transporte, industria y turismo. Eso no ocurre por generación espontánea. Requiere planeación, coordinación interinstitucional y, sobre todo, una conducción que entienda que el desarrollo no se impone, se construye con la gente.

Otro punto clave es la nueva Aduana. Pasar de cinco a 32 carriles, con una inversión de 1,497 millones de pesos, no es un detalle técnico. Es un mensaje claro al comercio internacional: eficiencia, seguridad y agilidad. En un país donde las aduanas han sido históricamente focos de corrupción y cuello de botella, modernizarlas es tocar intereses, romper inercias y asumir costos políticos. Aquí habrá que ser especialmente vigilantes: tecnología y cemento no sustituyen la ética ni la supervisión ciudadana.

Ahora bien, que nadie se equivoque. Estas obras no son un cheque en blanco. El reto real empieza después del corte de listón. Transparencia en los contratos, respeto al medio ambiente, condiciones laborales dignas y rendición de cuentas permanente. El desarrollo portuario no puede ni debe convertirse en una nueva versión del viejo desarrollismo depredador que tanto daño dejó en otras regiones del país.

Veracruz tiene hoy una oportunidad histórica. El mar se está abriendo paso con acero, concreto y visión. Ojalá la política —esa que suele estorbar cuando no entiende— esté a la altura. Porque cuando la infraestructura sirve al interés público y no al ego del gobernante en turno, el progreso deja de ser promesa y empieza a ser realidad. Y eso, en estos tiempos, ya es bastante decir.

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