- De Fernando López Arias…
- A Fernando Gutiérrez Barrios…
- A Javier Duarte: el respeto
Luis Velázquez
EL RESPETO SE HA PERDIDO
PASAMANOS: El domingo 15 de noviembre, en el Velódromo de Xalapa se efectuará el quinto informe del gobernador.
Y si un balance, entre otros, pudiera establecerse, es el siguiente: mientras Fernando López Arias y Fernando Gutiérrez Barrios inspiraban el más profundo, inalterable, respeto, hoy la población electoral, el contribuyente, el ciudadano, lo ha perdido al jefe del Poder Ejecutivo estatal.
Incluso, al grado de pitorrearse. Inventarle cada vez más apodos. Reírse de su persona con ironía.
Un hartazgo medible: si de pronto su figura aparece en un noticiero televisivo y/o radiofónico, en automático el usuario cambia de canal.
Y en el caso del periodismo escrito, el lector cambia de página luego enseguida.
La elite priista y parte, digamos, de la militancia tricolor atrás de favores, apostando a la esperanza, lo busca y se le acerca y toma fotos y le pide selfies. Y hasta lo bendice.
Se trata, además, de una arraigada cultura popular donde las figuras del Papa, la Virgen de Guadalupe, el ejército y el gobernante en turno reciben en automático el respeto y hasta la veneración.
Pero los últimos cinco años del duartismo han sido catastróficos.
El respeto se ha perdido a la figura gubernamental por más que “El misógino”, el señor de “La prueba de embarazo”, exija y demande respeto para el Jefe Máximo.
Una mirada de Gutiérrez Barrios y López Arias electrizaban. Imponían. Y se imponían a partir del diálogo por un lado, y la firmeza por el otro.
Pero, además, por la tolerancia y la pluralidad, así después, dejaran a sus operarios de seguridad la solución de los pendientes sociales.
ASÍ FUE PERDIÉNDOSE EL RESPETO
BALAUSTRADAS: El gobernador comenzó a perder el respeto a partir de la indolencia en el ejercicio del poder.
De pronto, por ejemplo, el número de secuestrados, desaparecidos, muertos y fosas clandestinas levantó la ira colectiva y de norte a sur y de este a oeste de Veracruz cada familia tenía un pariente, un amigo, un compadre, un vecino, un conocido en la lista incalculable de víctimas de la violencia.
A la par, una parte del gabinete, sobre todo los llamados “Chamacos de la fidelidad” fueron creciendo al castigo de la generación priista en el poder sexenal, donde la frivolidad, la petulancia, la vanidad y el valemadrismo trascendieron como característica singular.
Y, por añadidura, se mezcló y entremezcló la fama pública del enriquecimiento inexplicable.
Más, cuando la ola de barbies y reinis usufructuaban las mieles del poder, y sin pudor, al grado de que la mayoría de ellas alcanzaron la fama de operaciones plásticas de todo tipo, con cargo al erario.
Entonces, desde la secretaría de Finanzas y Planeación se impuso “el desorden administrativo y el caos financiero y la corrupción política” y por todos lados aparecieron los proveedores y prestadores de servicio exigiendo el pago pendiente.
El asunto empeoró cuando los alcaldes comenzaron a denunciar la retención, háganos favor, de las participaciones federales y ni se diga el subsidio estatal.
Entonces, el descrédito alcanzó “la plenitud del pinche poder” cuando trascendiera que a la Universidad Veracruzana adeudan dos mil millones de pesos y que, entre otras cositas, ha llevado a la rectora a pedir vía Twitter el pago pendiente.
El colmo: un día se supo que el Jefe Máximo había despedido y enrocado en unos casos a 83 funcionarios, sin nunca, jamás, rendir cuentas, por sus pistolas, como si fuera el dueño, el capataz, de una hacienda porfirista.
Todo fue juntándose para que de pronto, el contribuyente, el ciudadano, la población electoral perdiera el respeto al gobernador y por añadidura al gabinete legal y ampliado.
EL GOBERNADOR ATRAPADO Y SIN SALIDA
ESCALERAS: Un día un par de mundos se habían creado.
El mundo de la realidad y el mundo color de rosa duartista, casi casi un arcoíris.
El mundo avasallante, sórdido, revuelto y turbulento, y el mundo paradisiaco de la elite en el poder sexenal.
El mundo de las viudas, los huérfanos, los padres con hijos desaparecidos, en otros casos, sepultados en fosas clandestinas, y el mundo alucinante de la mediocracia, donde tiran incienso a los duartistas.
Y, por añadidura, el desencanto, mejor dicho, el desánimo predominó en la percepción ciudadana.
La elite gobernante, por un lado. La población, por otro.
Y más, cuando en la LXIII Legislatura algunos diputados priistas desearon congraciarse con el poder y crearon la ley Ampudia y fueron obligados a dar marcha atrás a la ley Bermúdez, criminalizando la protesta social, la marcha callejera, el grito iracundo en contra del duartismo.
Tendrán los señores del poder estatal el respaldo y el halago de los poderes Legislativo y Judicial, los líderes sindicales, una parte de la cúpula eclesiástica y la mayor parte de los medios, entre otros.
Pero, al mismo tiempo, hay una población descreída, agnóstica, que nada quiere saber de ellos y que por el contrario, y en el mejor de los casos, cuenta los días en el calendario para que se vayan.
Lástima, y en base al CONEVAL y el INEGI, el duartismo decepcionó. Más, porque son jóvenes, cuando el ser humano suele estar, está, lleno de ideales, utopías, esperanzas por mejorar el bien común. “Yo quiero, dice una estudiante de la UV, cambiar el mundo”.
Por desgracia, la realidad avasallante puede medirse con un solo dato: el poco respeto a la figura gubernamental.
¡Ay, Fernando López Arias! ¡Ay, Fernando Gutiérrez Barrios! ¡Ay, Marco Antonio Muñoz Turnbell, quizá el más querido y respetado de los gobernadores!