domingo, septiembre 22, 2024

Expediente 2015

En nombre de Dios…

Luis Velázquez

La fama pública consigna que Juan Pablo II pasaba de ocho a diez horas hincado, rezando en el Vaticano, con el rosario en la mano, ante la imagen de Jesús.

Y Juan Pablo rezaba por la paz del mundo y, bueno, nunca, jamás fue escuchado en el otro lado del cielo porque el planeta fue flagelado por la guerra, de igual manera, digamos, cuando Pío XII fracasó en su intento de exorcizar a Adolf Hitler para evitar, digamos, la masacre de los 6 mil millones de judíos.

En la iglesia católica, como también los ministros evangélicos y ortodoxos, adventistas y de la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (así se llama) también atribuyen facultades metaconstitucionales al poder de la oración.

Bueno, también la familia de Benito Juárez, aquel que separó el Estado de la elite eclesiástica, se puso a rezar cuando el Benemérito tuvo un ataque de neumonía que lo llevó, y por fortuna, a la muerte, pues el indio de Guelatao ya llevaba 14 años en el trono y soñaba con reelegirse una vez más.

Es decir, que el poder de la oración también fracasó en el caso de Juárez.

Nunca quiso Luis Echeverría Álvarez escuchar misa de cuerpo presente en Monterrey cuando el sepelio del magnate regio, Eugenio Garza Sada, del poderoso grupo Monterrey, secuestrado y asesinado el 17 de septiembre de 1973por la Liga comunista 20 de septiembre, pues estaba consciente, firme, seguro que una cosita es el Estado y otra la iglesia.

Por eso Jesús Reyes Heroles, el último ideólogo de la revolución, siempre proclamaba el Estado laico por más que Carlos Salinas restableciera la relación diplomática con el Vaticano.

Por eso, resulta curioso que el martes 25 de junio, 2015, el gobernador de Veracruz haya recibido a los pastores, ministros y líderes evangélicos, ortodoxos y adventistas en el palacio que, claro, así nomás resulta lógico.

Pero lo insólito viene cuando de pronto, en el palacio de gobierno, todos los ministros de dios (llámese como se llame) se pusieron a rezar sus oraciones en la Sala de Banderas para que Jesús de Nazaret ayude al señor Javier Duarte a gobernar con sabiduría y entendimiento.

Pero, además, más inverosímil resulta que el gobernador se haya persignado ante todos ellos como si estuviera en la Catedral donde oficia su amigo y cabildero ante Dios, el arzobispo Hipólito Reyes Larios.

Y cuando, además, en la misma Sala de Banderas el góber profesó su fe religiosa y se declarara católico, apostólico y romano.

“Ayúdalo Jesús de Nazareth!” dijeron los pastores.

“¡Ayúdalo, Padre, dale tu bendición!” insistieron.

Y cuando terminaron la oración por la sabiduría y el entendimiento del gobernador, todos se persignaron y también el señor Duarte.

Y en la Sala de Banderas.

¡Oh, Benito Juárez! ¡Oh Jesús Reyes Heroles! ¡Oh Constitución Política Mexicana! ¡Oh Estado laico!

Según la crónica de La Jornada Veracruz (agencias, miércoles 26 de junio, 2015), “una reportera, propensa al humor negro, dijo: Después de que Duarte y el Fiscal oraron…me siento sucia!”.

EL GÓBER SE ABURRE EN PALACIO…

Los líderes de las asociaciones religiosas de Veracruz también incluyeron como parte de sus oraciones a Jesús de Nazareth las siguientes peticiones:

Una. ‘’Dale, Jesús (al gobernador), claridad, capacidad e inspiración para trabajar con rectitud’’.

Dos. También “para trabajar con justicia”.

Tres. De igual manera, “para trabajar con honestidad”.

Cuatro. Y, al mismo tiempo, “para trabajar con transparencia”.

Luego, remataron como si fuera un chanfle con la siguiente frase bíblica:

“Queremos un estado con finanzas sanas y con seguridad” (Ibídem).

Caray, desde 450 años de Cristo los indígenas del mundo se la han pasado rezando para salir de pobres y todavía hoy, siglo XXI, siguen igual de jodidos y/o peor, como lo ha documentado el CONEVAL.

Todos los días en las iglesias de todo tipo los ministros de Dios rezan para que la paz, la tranquilidad y la seguridad se reestablezcan y, por el contrario, al momento los malandros han robado las campanas en más de cien iglesias.

Incluso, en el norte de Veracruz, Ixhuatlán de Madero, allí donde nació el ingeniero Heberto Castillo, el gran líder moral del movimiento estudiantil del 68, un par de sacerdotes fue asesinado en la iglesia (noviembre, 2013) por unos malandros que se llevaron la limosna.

Es decir, tal cual queda claro que unas son las cositas del Estado y otra de la iglesia.

Lo decía Jesús: “Mi reino no es de este mundo”.

Lo dicen los teólogos de la liberación: la razón termina ahí donde empieza la fe.

Se respeta, pues, la creencia religiosa de cada quien y el dios que cada uno tenga.

Pero, digamos, si los pastores evangélicos, ortodoxos y adventistas están seguros del poder de la oración, caray, llegaron demasiado tarde a la Sala de Banderas para rezar por el gobernador, pues ya van, por ejemplo, más de mil personas desaparecidas, entre ellas, 144 niños, y 18 reporteros y fotógrafos asesinados y 17 activistas sociales ejecutados y 20 abogados ejecutados, y en Veracruz, de acuerdo con la Procuraduría General de la República, tres carteles disputan la jugosa plaza local, a saber: Los Zetas, Jalisco Nueva Generación y del Golfo.

Pero, además, resulta una humillación a cada ciudadano la absoluta impunidad a que nos ha llevado el Fiscal, Mr. Bean.

Nadie votó por Javier Duarte para que la Sala de Banderas fuera convertida en un templo religioso.

Ni tampoco para que delante de ellos el jefe del Poder Ejecutivo del Estado laico se persignara.

¡Bendita sea la astróloga de los Llanos de Sotavento que Duarte cree en Dios y que los pastores rezan para que Jesús de Nazareth lo bendiga y ayude para un buen gobierno!

Pero para eso mismo está la iglesia de su preferencia, y/o, en todo caso, una capilla en su casa.

Además, ningún ciudadano creerá más en el gobernador mirando tales reality show en la Sala de Banderas.

Por desgracia, el duartismo está terminando sin el respeto ciudadano y el trance adventista a que se sometió sólo ha servido para que las señoras en tardes pasteleras más se pitorreen, pues nadie creyó sus genuflexiones y golpes de pecho, que ya con Gerardo Buganza las huestes priistas quedaron hasta la coronilla.

Quisiera creerse, entonces, que así como es Duarte, un político imprevisible, bipolar, cambiante, dado a la chunga cuando está de buen humor, recibió a los pastores en palacio sólo para ahuyentar la monotonía y el aburrimiento en la tarea de gobernar que a veces, sin duda, lo ha de fastidiar (tan joven que es) con tantos pendientes sociales.

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