López Arias y Hernández Ochoa, mejores formadores de políticos

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  • El par de gobernadores trabajaba doble: como jefe del Poder Ejecutivo y enseñando política a sus discípulos
  • Muchos de ellos todavía están vigentes en la vida pública de Veracruz

Luis Velázquez

Quizá los exgobernadores Fernando López Arias y Rafael Hernández Ochoa han formado los mejores discípulos en la política de Veracruz, a tal grado que en tiempo y forma lograron la vigencia en la vida local y todavía hoy siguen vigentes en la agenda pública.

Pero, además, con una experiencia política fuera de serie, con victorias y derrotas, que son las que más enseñan, y con un fogueo excepcional en el campo de batalla tanto en el frente como en el centro de la retaguardia.

Incluso, profundos conocedores de la naturaleza humana que según Gregorio Marañón, el estudioso de Tiberio, el emperador romano, consiste uno de los grandes atributos del político.

Todos aquellos políticos parecían gigantes, porque eran sustancia pura en el ejercicio público, además de cultos y de grandes oradores, y con relaciones públicas en el altiplano, y con luz y capital propio.

Además, en la mayoría de los alumnos de López Arias y Hernández Ochoa, con graves excepciones, la política política era la razón de sus vidas, sin apostar nunca, jamás, ni a los negocios lícitos ni ilícitos ni tampoco al enriquecimiento rápido a la sombra y cobijo del poder.

Formados, además, en la cultura del esfuerzo que les permitió con los años y los sexenios escalar los peldaños políticos, como ha de ser en la política, para evitar un desorden mental que lleve a la soberbia y la petulancia y se crean y sientan paridos por los dioses.

Cierto que otros gobernadores han formado de igual manera a sus alumnos. Pero, al mismo tiempo, se quedaron atrás en el intento, sin trascender más allá del sexenio que los arropó.

Más aún, en otros casos, los pupilos de algunos exmandatarios tuvieron vida efímera, porque luego enseguida se marearon con el poder y lo miraron con sentido patrimonialista, obsesionados con meter la mano al cajón y salir de pobres en menos de un sexenio.

LOS DISCÍPULOS DE LÓPEZ ARIAS

Por ejemplo, Fernando López Arias, senador de la república y procurador de Justicia de la nación antes de llegar a la gubernatura en el sexenio 1962/1968, incorporó a su equipo a los siguientes discípulos, todos jóvenes, apenas iniciando en la vida pública:

Manuel Carbonell de la Hoz (subsecretario General de Gobierno, que fuera candidato a gobernador durante 72 horas), Manlio Fabio Tapia Camacho (exalcalde jarocho y diputado federal), Antonio Vázquez Figueroa (director del DIF a los 24 años de edad y diputado local a los 25 años) y Mario Vargas Saldaña (exalcalde jarocho, cuatro veces diputado federal y quien fuera precandidato a gobernador cuando Jesús Reyes Heroles, su amigo, era presidente del CEN del PRI).

Pastor Murguía González (exdiputado federal y líder campesino), Manuel Ramos Gurrión (presidente del CDE del PRI, director del IPE, diputado local y federal y senador de la república), Manuel del Río González (secretario particular de Murillo Vidal) y Albel Ruiz Lopart (el político con más experiencia en materia agraria)

Amador Toca Cangas (procurador de Justicia), Manuel Suárez Domínguez (director de Seguridad Pública que terminara suicidándose en una cárcel de Estados Unidos por sus ligas con los malandros), Amadeo González Caballero (el gran cacique sureño) y Taurino Caamaño Ramos (presidente del CDE del PRI y uno de los políticos de mayor confianza de López Arias), entre otros.

LOS DISCÍPULOS DE HERNÁNDEZ OCHOA

Por el contrario, Rafael Hernández Ochoa, diputado federal y subsecretario de Trabajo y Previsión Social federal antes de la gubernatura, 1974/1980, formó a los siguientes discípulos, muchos de los cuales están vigentes:

Gonzalo Morgado Huesca (diputado local a los 24 años y presidente del CDE del PRIa los 25 años, dos veces diputado federal y delegado federal del ISSSTE), Fidel Herrera Beltrán (gobernador de Veracruz, cuatro veces diputado federal y senador), Miguel Ángel Yunes (ex de todo, menos de gobernador) y José Luis Lobato Campos, QEPD, (director del IPE y secretario de Educación con Dante Delgado Rannauro) y Felipe Amadeo Flores Espinosa (ex de todo, menos de gobernador).

Carlos Padilla Becerra (director del DIF estatal, presidente municipal de Xalapa, funcionario federal y presidente del Comité Olímpico mexicano), Carlos Brito Gómez (ex de todo, menos de gobernador), y Carlos Domínguez Millián, QEPD (alcalde de Xalapa, diputado local y director de Enseñanza Media), Flavino Ríos Alvarado (dos veces secretario General de Gobierno, dos veces secretario de Educación, diputado local y director de Acción Social que así inició) y Guillermo Zúñiga Martínez, QEPD, (alcalde de Xalapa, presidente del CDE del PRI, diputado local, y director de Universidad Autónoma de Veracruz).

Rafael Murillo Pérez (dos veces secretario de Finanzas), Francisco Portilla Bonilla (procurador de Justicia, dos veces presidente municipal de Córdoba y diputado local), Carlos Rodríguez Velasco (alcalde de Xalapa y diputado local), Carlos Rodríguez Moreno (presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos) y hasta Pericles Namorado Urrutia (procurador de Justicia, alcalde de Tuxpan y diputado local y federal), entre otros.

GRUPOS SÓLIDOS Y COMPACTOS

Fueron ellos, la mayoría, grupos compactos, donde unos a otros se apoyaban, incluso, se transmitían sus experiencias para prepararse mejor, además de que estuvieron entrenados en el estudio, la disciplina y la tertulia académica como alternativa para foguearse más.

Lógico que tratándose de la lucha por el poder se concitaban intrigas y conspiraciones como suele darse en todos los grupos políticos atrás del poder; pero, al mismo tiempo, fueron, digamos, la excepción, porque tanto Fernando López Arias como Rafael Hernández Ocho eran líderes sólidos y experimentados, con el puño firme para asestar el manotazo necesario a fin de que nadie se desbordara.

Además, oh prodigio, el par de gobernadores alentó entre ellos el sentido de la unidad, como por ejemplo, sexenios después pudo advertirse en la mayoría de sus discípulos que continuaron (y están en unos casos) vigentes hasta los últimos días.

Así, y como solía decir Hernández Ochoa, él trabajaba doble:

Primero, como gobernador, y segundo, como maestro, enseñando a sus párvulos, muchos de ellos jóvenes de 24 y 25 años.