miércoles, noviembre 5, 2025

Bitácora Política

ESCUCHA LA NOTA

 

Alberto Islas: el ejemplo que incomoda

Por Miguel Ángel Cristiani

En los tiempos que corren, cuando el descrédito es el sello de la política y la desconfianza el aire que respira la ciudadanía, escuchar hablar de un alcalde bien evaluado suena casi a provocación. En un país donde el cinismo ha sustituido a la rendición de cuentas, el caso de Alberto Islas Reyes, alcalde de Xalapa, merece atención no por ser una rareza estadística, sino por representar una excepción que revela una urgencia: la del buen gobierno como práctica cotidiana, no como anécdota electoral.

El próximo 10 de diciembre, el edil xalapeño rendirá su cuarto Informe de Gobierno —último de la administración 2022-2025— en el Palacio Municipal. Un acto republicano que en otros contextos suele ser ritual vacío, pero que, en este caso, parece tener sustancia. No se trata de los discursos ensayados ni de los aplausos enlatados; se trata de resultados medibles, visibles y, sobre todo, verificables.

Hay que recordar que a Alberto Islas Reyes le tocó concluir la última etapa de la administración municipal que encabezó en su inicio el también excelente alcalde y mejor político Ricardo Ahued Bardahuil.

Según las encuestas más recientes de Mitofsky y RUBRUM, Alberto Islas se ubica entre los siete mejores alcaldes del país y el quinto entre los de Morena. En un contexto nacional donde la mayoría de los municipios lidian con rezagos, corrupción o desgobierno, estos números no son menores. Pero lo que importa no es la estadística, sino lo que revela: una administración que ha logrado mantener la confianza ciudadana durante casi cuatro años, algo que pocos pueden presumir.

No se trata de hacerle culto a la persona —la política no necesita más ídolos, sino más instituciones—, pero sí de reconocer el valor del ejemplo. Porque gobernar bien no es un accidente, es una decisión que implica método, ética y congruencia. En Xalapa, los resultados están a la vista: obras públicas en zonas urbanas y rurales, manejo eficiente y transparente de los recursos, y un avance palpable en materia de seguridad y percepción ciudadana.

El mérito de Islas no radica solo en el número de calles pavimentadas o parques rehabilitados, sino en algo más profundo: continuar con la reconstrucción de la confianza en la autoridad municipal. En una ciudad históricamente lastimada por la opacidad y el burocratismo, – recuerden al ex alcalde Pedro Hipólito Rodríguez Herrero- el hecho de que los ciudadanos vuelvan a ver a su alcalde en la calle, escuchando y resolviendo, es un cambio cultural antes que administrativo.

Ahora bien, el verdadero examen de un gobierno no se mide en los informes, sino en su capacidad de trascender al tiempo político. Lo que el próximo 10 de diciembre debe quedar claro es si el modelo de gestión que ha encabezado en su momento Ricardo Ahued y concluye con Alberto Islas puede convertirse en un estándar para la función pública local. Porque si algo necesita México, es que el ejemplo deje de ser excepción y se convierta en norma.

No podemos olvidar el contexto: Xalapa es una ciudad compleja, con una orografía que encarece la infraestructura, una burocracia que suele ralentizar los procesos y una ciudadanía exigente —con razón— ante décadas de promesas incumplidas. Gobernar bien aquí no es fácil ni gratuito. Implica navegar entre presiones políticas, resistencias internas y un clima social donde la crítica es permanente.

Por eso, cuando un gobierno local logra mantener estabilidad, transparencia y resultados visibles, hay que analizar las causas, no los pretextos. Y todo indica que el secreto está en una combinación que rara vez coincide: planeación técnica, administración responsable y vocación de servicio.

A diferencia de quienes conciben el poder como botín o trampolín, Islas parece entenderlo como responsabilidad y oportunidad de transformación. Esa es la diferencia entre el político de oficio y el servidor público de convicción. El primero trabaja para la foto; el segundo, para el futuro.

Pero atención: el elogio no debe adormecer la crítica. Ningún gobierno está exento de errores, y Xalapa sigue teniendo pendientes graves —movilidad, desarrollo urbano desordenado, crecimiento de asentamientos irregulares— que requerirán continuidad y visión metropolitana. Sin embargo, lo justo es reconocer cuando las cosas se hacen bien. Y gobernar con eficiencia, honestidad y cercanía es un mérito que debe señalarse, no silenciarse.

En la era del descrédito político, donde los ciudadanos aprenden a votar con escepticismo y los funcionarios a justificar sus fracasos con excusas, el caso de Alberto Islas no debería pasar como una nota de color, sino como una lección institucional. Porque la democracia local se fortalece no con discursos, sino con ejemplos concretos de gestión pública.

Cuando el alcalde rinda su informe, no solo deberá enumerar obras y cifras, sino reafirmar un compromiso: que el poder municipal sea un espacio de servicio, no de simulación. Si lo logra, no solo habrá cumplido con la ciudadanía xalapeña, sino con algo más trascendente: haber demostrado que la política aún puede ser oficio de dignidad y esperanza.

Y eso, en los tiempos que vivimos, es ya un acto de valentía.

‪https://whatsapp.com/channel/0029VaBNLZD96H4IpWaXm11P
👆Únete a nuestro canal de WhatsApp y recibe toda la información ¡Es gratis!

Publicidad




Otras noticias

Bitácora Política

Bitácora Política

Bitácora Política

Bitácora Política