Coatepec: las catrinas no maquillan la mediocridad
Por Miguel Ángel Cristiani
Qué ironía tan mexicana —y tan dolorosa— que sea hasta el ocaso del cuatrienio cuando el presidente municipal de Coatepec, Raymundo Andrade Rivera, decide desempolvar la conciencia estética y adornar con calaveras y flores de cempasúchil el parque central del pueblo mágico. Digo, mágicas deben ser las prioridades de esta administración, que hasta ahora, faltando escasos dos meses para entregar el cargo, se dignó a “ponerle color” al municipio. Y lo hizo, por supuesto, con la superficialidad de quien intenta maquillar con papel picado y catrinas la desidia de cuatro años de gestión opaca, ineficaz y, sobre todo, descomprometida.
Porque una cosa debe quedar clara: Coatepec no necesita adornos temporales. Lo que urge es un gobierno municipal que piense más allá del selfie y del simulacro folclórico para redes sociales. Y aquí es donde comienza el verdadero problema. Lo simbólico, en política, nunca es inocente. Y lo que simboliza esta tardía decoración es más que un gesto festivo: es una confesión pública de inacción, una postal colorida que intenta distraer de lo grisáceo del legado que deja Andrade Rivera.
El parque central —corazón social, comercial y cultural del municipio— estuvo tres años sumido en el abandono. Quien haya caminado por sus pasillos en días de lluvia sabrá de lo que hablo: bancas oxidadas, luminarias apagadas, jardineras desatendidas, un kiosco que más parecía escombro urbano que símbolo de identidad local. Y ahora, de repente, el municipio “despierta” y decide engalanar el espacio público con catrinas monumentales y flores de temporada. Qué generoso el señor alcalde, que justo cuando se le está acabando el mal período político, recuerda que gobierna un pueblo mágico y no un lote baldío.
Pero no nos engañemos. Estas acciones no son casuales ni desinteresadas. Responden a un viejo truco de la política menor: cerrar con gestos de impacto visual para dejar la sensación de que algo se hizo. Así, en el imaginario colectivo, la memoria se rellena con fotografías de temporada y no con la lista de pendientes que arrastra su administración: calles sin pavimentar, rezagos en servicios básicos, falta de apoyos reales a la cultura, turismo en retroceso, y una alarmante desconexión con las necesidades cotidianas de la población.
Raymundo Andrade tuvo en sus manos uno de los municipios más emblemáticos de Veracruz, con vocación turística, riqueza histórica, cultura cafetalera y una ciudadanía participativa. Pero desperdició la oportunidad de consolidar a Coatepec como un referente regional. A cambio, nos entregó una gestión burocrática, sin rumbo claro, sin obra pública de impacto social, sin innovación ni apertura democrática.
Lo más grave es que durante estos cuatro años no se trazó una visión de futuro. No se apostó por el desarrollo sostenible, ni por la integración regional, ni por una política de seguridad preventiva. Se gobernó con el piloto automático puesto, con la lógica del “ahí se va” y del clientelismo que alimenta estructuras políticas obsoletas. Y cuando se gobierna sin escuchar, sin planear, sin corregir, ni difundir, el resultado es inevitable: la administración se convierte en simple ocupación del cargo, y no en ejercicio del poder con responsabilidad pública.
A partir del 1 de enero de 2026, asumirá la presidencia municipal Jorge Ignacio “Nacho” Luna. No lo tiene fácil. Recibe un municipio con muchas heridas abiertas y con una ciudadanía que, aunque resignada, no ha perdido su capacidad de exigir y evaluar. Si algo se espera de Luna es que entienda que Coatepec necesita mucho más que eventos conmemorativos y campañas visuales. Necesita planificación urbana, políticas públicas integrales, seguridad con enfoque comunitario y, sobre todo, cercanía con la gente.
Hay que decirlo claro: un gobierno que solo aparece para colgar adornos al final de su mandato está reconociendo, sin palabras, que todo el periodo anterior fue estéril. Y la política no se mide por las decoraciones, sino por los resultados tangibles. Por eso, no basta con esperar que la nueva administración no repita la historia. Hay que exigirle, desde ya, que cumpla con lo que la anterior olvidó: gobernar.
Sí, las catrinas lucen bien en las fotos. Pero Coatepec no es Instagram. Es un pueblo con historia, con identidad, con necesidades urgentes. No se puede seguir gobernando con superficialidad, ni con adornos de último minuto. A la ciudadanía no se le debe contentar con gestos simbólicos: se le debe respeto, trabajo serio y resultados.
Porque cuando se gobierna como si el municipio fuera un escaparate, lo que se construye no es comunidad, sino espectáculo. Y Coatepec ya no necesita más teatro político: necesita administración con visión, ética y compromiso real.
Ojalá, por el bien de todos, que las catrinas de este año sean la última máscara de una política sin rostro.
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