sábado, abril 19, 2025

El rostro del bienestar

Por Esmeralda Ixtla Domínguez
En las comunidades donde el frijol todavía se compra por medida y no por kilo o donde las mujeres cargan el mercado en un rebozo, hablar del bienestar no es un concepto abstracto, es una urgencia. Y también, una forma de resistir.
Los llamados Productos del Bienestar han empezado a circular en comunidades, tiendas populares y caravanas rurales. Ahí donde no llega el supermercado ni las grandes cadenas. Y no se trata solo de maíz, arroz, café o jabón. Se trata de la posibilidad de vivir con dignidad sin pagar precios que exprimen el salario o, peor aún, la esperanza.
A esta red se suman hoy programas recientes, como el Frijol del Bienestar, presentado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Con este proyecto, el gobierno busca duplicar la producción nacional de frijol y asegurar un precio justo para quienes lo siembran. El objetivo no es menor: garantizar el acceso a uno de los alimentos más esenciales de la dieta mexicana y al mismo tiempo apoyar a las comunidades productoras, sobre todo en estados como Zacatecas.
Lo mismo sucede con el Chocolate del Bienestar, elaborado en Tabasco y pensado para fortalecer el consumo de cacao mexicano, con una oferta que llegue a las familias a precios accesibles, pero también con calidad y raíces. Ambos productos —el frijol y el chocolate— no son solo alimento: son identidad, economía local y soberanía.
Y muchas veces, quienes los producen, empacan y distribuyen no son grandes empresas, sino cooperativas: esas organizaciones donde la comunidad trabaja junta, decide junta, y gana junta. Las cooperativas son la versión legal y viva de la economía popular. Y también, una forma de justicia que no depende del litigio, sino del trabajo.
La Constitución mexicana, en su artículo 25, reconoce a la economía social y solidaria como parte del desarrollo nacional. Y el artículo 1º, al hablar de la dignidad y del principio pro persona, abre la puerta para que entendamos que vivir bien no significa solo tener, sino participar, decidir, compartir.
La Ley General de Sociedades Cooperativas, junto con programas como los del INAES y las Tiendas del Bienestar, permite que comunidades antes excluidas hoy estén en el mapa productivo. Y que la tortilla, el café, la miel o el frijol que llega a una mesa urbana tenga detrás manos campesinas con derechos.
Los Productos del Bienestar no solo llevan alimento a los hogares. También llevan respeto. Porque no son limosna ni propaganda: son fruto de alianzas entre comunidades, gobierno y producción local. Se basan en el principio de que nadie debe pagar de más por lo que necesita para vivir, ni resignarse a depender de lo que el mercado impone.
Y eso también es bienestar. Uno que no aparece en estadísticas, pero que se nota en el plato lleno, en la niña que desayuna, en la señora que vende sin intermediarios.
Porque a veces, el bienestar no solo se siente también se empaca, se pesa y se sirve con cucharón.
👆Únete a nuestro canal de WhatsApp y recibe toda la información ¡Es gratis!

Publicidad




Otras noticias