El término “microplásticos” empezó a escuchar en círculos científicos en 2004, refiriéndose a partículas de plástico de menos de cinco milímetros que contienen polímeros y aditivos. Dos décadas después, esa definición se ha convertido en una presencia constante en más de 1300 especies de la fauna terrestre y marina, según estudios publicados en la revista internacional Science. Estos plásticos se acumulan en el ambiente, afectando a todo ser vivo con el que entran en contacto. Debido a la presencia y el impacto de los microplásticos en el ambiente y la salud humana se han visto como una amenaza silenciosa desde hace poco más de dos décadas, ahora se encuentran en el aire, el agua, los alimentos y en todo el planeta, desde el Ártico hasta las cimas más altas de la Tierra. Su omnipresencia ha encendido alarmas, especialmente tras su hallazgo en órganos humanos vitales, lo que plantea interrogantes y desafíos de gran envergadura para la ciencia, la salud pública y las políticas ambientales. Estudios como los publicados en Science, así como otras revistas de renombre internacional confirman su acumulación en tejidos humanos, generando alertas de expertos en salud y ecología sobre los potenciales daños a la salud. Proyectos de monitoreo en zonas como la Amazonia y un tratado global en discusión buscan contener el problema, aunque la falta de alternativas viables al plástico, así como el mal manejo de los residuos plásticos complica la situación.
Las concentraciones de estas partículas han alcanzado niveles tan altos que se estima que una persona puede ingerir hasta cinco gramos de micro plásticos semanalmente, equivalentes a una tarjeta de crédito, según los informes por diferentes científicos. Sin embargo, estos datos han sido cuestionados debido a las variaciones en la metodología de investigación, que pue den arrojar resultados distintos según la región geográfica y el entorno analizado. De todos modos, la situación es alarmante debido a que los micro plásticos han sido detectados incluso en los tejidos humanos, como demuestran estudios recientes en los que se hallaron residuos plásticos en pulmones, hígado y riñones, e incluso en el cerebro.
Uno de los estudios más impactantes hasta la fecha, publicado en el New England Journal of Medicine, muestra una correlación entre la presencia de microplásticos en los vasos sanguíneos y un aumento en el riesgo de infarto y enfermedades cardiovasculares en personas con arteriosclerosis. “El hombre de 2024 tiene plásticos en prácticamente todos los órganos de su cuerpo y probablemente será aún peor para 2040″, afirman investigadores de esta área. El hallazgo subraya la urgencia de investigar más a fondo, sobre todo porque estos plásticos no solo son partículas inertes: algunos, debido a su pequeño tamaño, pueden viajar dentro del cuerpo a los diferentes órganos. Las investigaciones que se han llevado a cabo apuntan a la necesidad de un Tratado Global sobre Plásticos y de reforzar las regulaciones y alternativas sostenibles. El Tratado Global sobre Plásticos y las iniciativas de investigación ofrecen una esperanza, pero el éxito dependerá de la cooperación internacional, la innovación y el compromiso de los gobiernos y las industrias. Mientras tanto, reducir la exposición individual y adoptar prácticas sostenibles es esencial en la lucha contra este enemigo invisible que ya forma parte de la vida cotidiana.
A pesar de la magnitud del problema, los expertos coinciden en que existen medidas que los individuos pueden tomar para reducir su exposición a los microplásticos. Entre ellas, reducir la utilización de plásticos de un solo uso, optar por envases de vidrio o acero inoxidable y ventilar adecuadamente los espacios interiores, donde se acumulan partículas de plástico liberadas por productos sintéticos. Los microplasticos están en todas partes entonces debemos unir a las campañas de reducir el uso indiscriminado de los plásticos para nuestra salud y la de generaciones futuras.
Cabe mencionar aquí que en un reciente estudio por investigadores de la UNAM realizado en la Laguna de Sontecomapan clasificaron los microplásticos en forma de fragmentos, fibras y espumas e identificaron que son poliéster, acrílico y rayón. Aunque encontraron en general que el grado de contaminación de los microplásticos era menor que en sitios con mayor impacto humano, su presencia indica un riesgo potencial para la biota de la región.