viernes, mayo 3, 2024

Barandal

•La muerte acecha

•Violencia, inevitable

•Toque de Queda

Por Luis Velázquez

ESCALERAS: El lector de periódicos mira la foto de la penúltima mujer asesinada en Veracruz. Ella tenía 25 años y se llamaba Valeria. La foto impacta. Era una mujer sencilla. Cara redonda, morena norenita. Su ropita modesta, demasiado modesta, comprada quizá en el tianguis sabatino o dominical.

Sobre la cabeza, un casco, digamos, como si fuera empleada del Departamento de Limpia Pública del pueblo. Omealca.

El lunes 20 de enero caminaba por el campo deportivo. Era la mañana. Entre las diez y las diez y media horas.

De pronto, una motocicleta se le emparejó con dos tripulantes. Y uno, disparó a quemarropa, con alevosía, ventaja y premeditación.

Y la mató.

Luego, huyeron.

PASAMANOS: Era Valeria Romero. Ejecutada en un pueblo con fama pública de violento. Casi casi, el infierno. Líderes cañeros asesinados, todos, en la impunidad. Presidentes municipales ejecutados, todos en la impunidad.

Y sin embargo, apenas, apenitas levantaban el cadáver para llevarlo al Forense, el dictamen oficial estaba en la cancha reporteril.

Todo indica, aseguraron, se trataba de un asunto pasional.

¡Vaya desvergüenza!

Una vez más, satanizar a los muertos, y como en el caso, inculpar a la mujer de su propia muerte.

CORREDORES: El mismo día, en Huatusco, otra mujer fue asesinada.

Tres amigas caminaban sobre la explanada Emiliano Zapata.

Entonces, unos tipos armados, sicarios, pistoleros, escoltas, malandros, se les aparejaron en un Jetta color negro, y dispararon.

Dos mujeres salieron corriendo, pero una quedó herida con dos impactos de bala en la cabeza.

Avisada por los vecinos, la policía llegó. La mujer se debatía entre la vida y la muerte. La trasladaron al hospital. Y allí murió.

De los malosos ninguna pista. Solo el Jetta negro. En el pueblo, luego enseguida, hablaron de la banda del Jetta negro.

BALCONES: La vida, prendida con alfileres. Nadie la tiene segura. Nadie puede gritonear que ya libró el tsunami de violencia, incertidumbre y zozobra.

A la vuelta de la esquina, la muerte acecha. Y muchas, demasiadas, excesivas cornadas está dando la inseguridad.

Y todos los días y noches, Veracruz, chorreando sangre.

Que porque somos 8 millones de habitantes, y ni modo, el bien y el mal siempre han existido.

Que porque en un estado federativo tan grande, “la violencia es inevitable, y ni modo” como decía Agustín Acosta Lagunes.

PASILLOS: Que porque los malandros están mejor armados, y aun así, codician las armas de los policías de la secretaría de Seguridad Pública.

Que porque los malosos suman un ejército más grande que Seguridad Pública.

Etecé. Etecé.

El caso es que por más y más juramentos de amor, ilusiones, utopías y esperanzas de que los feminicidios serán erradicados de Veracruz este año, la vida diaria es un torbellino. Fuera de control. Vertiginoso, aniquilando vidas de mujeres.

VENTANAS: Son tantas las muertas que resulta inverosímil seguir culpando a la violencia intrafamiliar.

Y más, cuando en los casos de Omealca y Huatusco, las mujeres fueron asesinadas en la vía pública cuando caminaban “tan quitadas de la pena”, seguras y confiadas en su vida sencilla, libres de culpas y remordimientos.

Y más, cuando se trata de mujeres sencillas, pobres, modestas, con limitaciones económicas a partir, digamos, de la ropita y los zapatitos sencillos que llevaban a la hora de su muerte.

Tampoco pueden las mujeres ni sus familias resignarse. Y más, porque resignarse significa cruzarse de brazos esperando lo que diga el Ser Superior de cada quien.

Pero, bueno, la vida es un infierno y han de tomarse las precauciones necesarias, como por ejemplo, vivir en un virtual Toque de Queda, un virtual Estado de Sitio.

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