sábado, mayo 18, 2024

Expediente 2020

Vidas paralelas

Luis Velázquez

04 de enero de 2020

Javier Duarte, el exgobernador de Veracruz, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, tuvo su barranca de la muerte. Se llama “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata. Allí tiraban los cadáveres. Incluso, hasta de policías, ajustes de cuentas entre el personal de la secretaría de Seguridad Pública.

Y si Duarte con su barranca de la muerte incurrió en el delito de desaparición forzada, la alianza entre políticos, jefes policiacos, policías y malandros para desaparecer personas, el góber de AMLO en Veracruz también va, parece ir, ya está, en el mismo vaso comunicante de su antecesor.

Por ejemplo, en la segunda quincena del mes de diciembre fue expuesto en el tendedero público el mismo delito.

En Emiliano Zapata, la tierra prometida para uno que otro político, empezando por Elizabeth Morales, ex alcaldesa de Xalapa y ex diputada federal, fue descubierta una nueva barranca de la muerte.

Se llama “Cerro Gordo”, tiradero de cadáveres. Por lo pronto, cinco. Uno de ellos, tenía de uno a 6 meses de haber sido arrojado. Y despedía olor putrefacto y nauseabundo. Otro más, apenas, apenitas databa, según el forense, de un mes anterior.

Y, bueno, Federico Engels decía que la historia se repite, pero Carlos Marx le corrigió diciendo que unas ocasiones la historia se reproduce como comedia y otras como tragedia. Y en el caso, de Duarte a Cuitláhuac, la tragedia misma. El holocausto. El Día del Juicio Final. Los jinetes del Apocalipsis.

Y es que MORENA aterrizó y cuajó en el corazón social del país a partir, entre otras cositas, además del duro y férreo combate a la corrupción y enarbolar la bandera de “la honestidad valiente” y la austeridad republicana, teniendo por delante los derechos humanos.

Y así sean malandros, ajuste de cuentas, civiles, los cadáveres arrojados a la barranca de “Cerro Gordo”, son personas.

Ninguna diferencia, entonces, entre el priista Duarte y el morenista Cuitláhuac. Uno y otro tienen vidas paralelas en materia de derechos humanos.

Con Duarte quedó claro: la secretaría de Seguridad Pública (Arturo Bermúdez Zurita) tenía escuadrones de la muerte que detenían, secuestraban y desaparecían personas hasta en los retenes carreteros.

Y ni se diga en las fosas clandestinas conocidas en el mundo como “Colinas de Santa Fe”, allí mismo donde un Agente del Ministerio Público asignado en Cardel fue sepultado en aquella siniestra y sórdida matanza silenciosa y callada que significó el duartismo.

Ahora, con el góber de MORENA y AMLO, el trascendido de su barranca de la muerte ya está. Y mal, pésima decisión y filosofía política sería apostar a la indiferencia y el desdén, sin aclarar paradas sobre los 5 cadáveres tirados en “Cerro Gordo”.

Claro, si al gobierno de Veracruz le vale, entonces, aplicará la máxima universal francesa de “dejar hacer y dejar pasar”, pues como decía el escritor argentino, Julio Cortázar, “pasado un ratito… la persona se acostumbra a todo”.

EL NEGOCIO MÁS LUCRATIVO DEL MUNDO

Sabrá el astrólogo si los cadáveres arrojados en la barranca de “Cerro Gordo” habrían sido tirados por los carteles y cartelitos.

O en todo caso, y como en el duartazgo, por los mismos cuerpos policiacos.

Quizá, incluso, nadie lo dudaría, por algún cartel interesado en la jugosa plaza Veracruz enviando un mensaje a sus adversarios y enemigos.

Y más, mucho más, porque el negocio más lucrativo del mundo es el tráfico de droga y que puso, por ejemplo, a Joaquín Guzmán Loera, El chapo, en el primer lugar mundial en riqueza personal, y ahora perfila al Cartel Jalisco Nueva Generación (operando en Xalapa según el secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado) en la candidatura a la lista Forbes.

El caso es que unas dos semanas después, el trascendido del tiradero de cadáveres en Cerro Gordo quedó en la cancha pública y del lado oficial el silencio impresionante, pero también, indicativo y significativo, cuando, además, más vale en una buena política de comunicación social “agarrar al toro por los cuernos” y precisar los hechos, a menos, desde luego, que los involucrados sean, por ejemplo, los mismos policías.

El caso es que “mientras son peras o manzanas”, el góber de AMLO ya está al mismo nivel de Javier Duarte con la desaparición forzada.

DESAPARICIÓN FORZADA

Por lo pronto, y aun cuando suene a cantaleta, la verdad es insoslayable. Veracruz, con MORENA en la silla embrujada del palacio, primer lugar nacional en secuestros y primer lugar nacional en feminicidios.

Además, que en el transcurso del año 2019 el número de desaparecidos llegó a trescientos según las ONG, en tanto en la última década van contabilizados 4 mil 500.

Los últimos, los dieciséis en la zona central de Veracruz, entre ellos, los 7 tianguistas de Ciudad Mendoza y los otros 3 de Ixhuatlán del Sureste, y en donde la policía de Ixtaczoquitlán está bajo sospecha.

Y más, teniendo como autor intelectual al director de Gobernación del Ayuntamiento.

Es decir, lo que se llama la desaparición forzada con el trío de elementos diabólicos y perversos: uno, políticos. Dos, policías. Y tres, malandros.

Así, y por desgracia, empezó Javier Duarte hacia mediados del año 2011 cuando desaparecieran al primer reportero del sexenio, Noel López Domínguez, hallado meses después en una fosa clandestina en el sur de Veracruz y hasta la fecha, 8 años y medio después, en la impunidad.

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