lunes, mayo 6, 2024

Escenarios

•Vivir alucinados

•La realidad imaginada

•Infancia feliz

Luis Velázquez

27 de diciembre de 2019

UNO. Cosas de la vida

Muchos años después, Héctor Fuentes Valdés recordaría los grandes misterios de la infancia y la adolescencia y quedaría sorprendido con la etapa de la vida que le tocó vivir en el pueblo rural.

Por ejemplo, y entre otros, la virgencita que se aparecía de vez en vez en la corteza de un árbol sembrado en el cementerio y que incluso, según las damas de la Acción Católica, hasta lloraba.

El viejito que no creía en Dios, pero estaba seguro de la existencia del diablo.

“La Llorona” que aparecía en la ribera del río Jamapa el primer viernes de cada mes.

La mariposa negra volando en la casa anunciando la muerte y cuando en aquel tiempo solo muriera su perrito, la mascota de los niños.

El presbítero del pueblo asegurando que poseía el secreto para hablar con el diablo a medianoche y en un rancho lejano de la cabecera municipal.

La magia negra para causar el mal a un adversario o enemigo y hasta para lograr el corazón de la persona deseada.

La brújula milagrosa que regalaba el abuelo para caminar en la vida sin perderse en el intento.

La bendición de tener en casa siete elefantes, todos, se decía, de buena suerte, siempre y cuando los elefantitos fueran de edades diferentes desde un anciano hasta un bebé.

DOS. Achicharrarse en el infierno

Los chaneques que aparecían en las noches perturbando la vida familiar y que ninguna relación tenían con los roba-chicos, tan famosos entonces, a partir, digamos, de los ladrones de niños merodeando en Ciudad Juárez, en la frontera norte, y que hasta en telenovela de la XEU se volvió.

La bruja del pueblo echando las cartas, hablando con la cuija, leyendo los asientos del café, etcétera, para predecir el futuro de todos.

La advertencia de los abuelos de que si el nieto se portaba mal y era un grosero y engreído y berrinchudo se achicharraría en el infierno, en tanto los hermanos buenos pasearían en el cielo al lado de Dios y ni una gotita de agua le darían a los carnales con Luzbel.

El canto nocturno de las palomas escondidas en el techo de las casas viejas anunciando la tristeza.

La maldición que se ganaba si los chicos de 15 años iban a la casa de prostitutas conocida como “El cafetal” pues en automático serían excomulgados y lanzados del paraíso terrenal.

TRES. La tierra tragará a los infieles

El cielo poblado de seres raros y extraños, identificados como extraterrestres espiando a los mortales.

La resurrección de los muertos en el llamado Día del Juicio Penal y que tantos sustos sembraban en el corazón adolescente y hasta juvenil, considerando que si Jesús resucitó a su amigo Lázaro, también los muertos volverán a vivir, incluso, como está profetizado en un cuento de Fiódor Dostoieski.

La profecía de que con cualquier temblor la tierra se abriría en varias partes y se tragaría a los pecadores, a los infieles y desleales, y a los incrédulos.

El avisito religioso de que después de muertos se vive otra vida en el cielo o en el infierno y el alma de las personas malas vive el peor de los tiempos en penitencia.

Fueron aquellos grandes misterios, aun cuando cada historia es un viaje al descubrimiento de la realidad real y la realidad imaginada.

Pero además, considerando que el atractivo de la vida infantil y adolescente es vivir en medio del sueño atribulado y algún día darse cuenta que todo forma parte de la alucinación, donde sin necesidad de fumar mota, y mota de la mala, la persona queda alucinada.

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