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•Infierno sureño

•Alerta de diputados

•Cuitláhuac los desdeñó

Luis Velázquez

16 de noviembre de 2019

UNO. Protesta inútil

Un par de diputados locales de Coatzacoalcos lanzaron alerta sobre el infierno sureño. Fue cuando un líder sindical, Víctor “N”, fue asesinado el lunes 4 de noviembre, una semana antes de que el dirigente cenecista y legislador local Juan Carlos Molina fuera ejecutado en su rancho en Medellín.

Urge, plantearon, cambiar la estrategia de seguridad. Montón de líderes y políticos ejecutados. Y activistas sociales. Y mujeres. Y niños. Y hombres.

Pero de igual manera como ha sucedido con las marchas y caminatas de la población, incluidos uno que otro obispo, de nada ha servido.

Nadie escuchó en el gobierno de Veracruz la palabra de los diputados Amado Cruz Malpica y Gonzalo Guízar.

Su clamor mediático falleció en el desdén oficial. Quizá arriba siguen pensando en un milagro de la política llamada “Besos y abrazos”.

“La muerte tiene permiso” en Veracruz.

Dijo Cruz Malpica, colaborador de AMLO cuando fue jefe de Gobierno en la Ciudad México: “La escalada de violencia no ha cesado”.

Dijo Gonzalo Guízar:

Seguimos minimizando el tema de la inseguridad”.

Y la secretaría de Seguridad Pública y la Fiscalía, en el limbo. Sordos y ciegos.

DOS. Homicidas vuelan al cielo…

El líder sindical de Coatzacoalcos, Víctor N, fue asesinado alrededor de las 7 de la mañana cuando circulaba en su camioneta cerca de las instalaciones del Complejo Pajaritos de PEMEX.

Igual, que con el crimen del diputado local, Juan Carlos Molina.

Y 2 semanas después, los homicidas volaron al cielo. Ningún detenido.

Un crimen más en la impunidad, la hermanita gemela y siniestra de la inseguridad, la incertidumbre y la violencia.

El resultado es demoledor: ninguno de los 8 millones de habitantes de Veracruz está seguro. Ninguno puede alardear que ya la libró. Todos estamos expuestos. Malandros, claro, pues se matan entre sí. Pero también la población civil.

“El reclamo social es fundado para que se ponga atención en el tema”, dijo Cruz Malpica.

Veracruz, primer lugar nacional en feminicidios. Y en primer lugar nacional en secuestros.

Y ni se diga uno de los primeros lugares nacionales en impunidad.

TRES. Un infierno llamado Veracruz

Agustín Acosta Lagunes heredó a Fernando Gutiérrez Barrios un infierno llamado Veracruz.

Los malandros de entonces eran los caciques y sus pistoleros conocidos como “La Sonora Matancera”.

Gutiérrez Barrios, el policía-político y el político-policía, el director de la Federal de Seguridad a cargo de la guerra sucia y hasta de la feroz persecución de los líderes del movimiento estudiantil del 68, asestó un manotazo a las 7 días de su bienio , el 7 de diciembre de 1986.

En Huayacocotla, el cacique Luis Rivera Mendoza y sus sicarios emboscaron y mataron y hasta tiro de gracia a una familia, entre ellas, un bebé en brazos de su madre.

Al día siguiente, su equipo de seguridad estaba en la Sierra Madre Oriental y detuvo al cacique y a sus malandros y transportó al penal de Pacho Viejo.

Entonces, los otros caciques “pusieron sus barbas a remojar”, y unos, fueron encarcelados en el penal de Allende, y otros huyeron de Veracruz.

Y al día siguiente, se sintió y respiró un aire de libertad. El paraíso terrenal. Veracruz quedó pacificado.

Y, bueno, el secretario de Seguridad Pública del góber de AMLO se retrata a sí mismo con tantos asesinatos en la tierra jarocha. “El pez por su boca muere” diría el viejito del pueblo.

No puede. Pronto llegó a su principio de Peter. Los carteles siguen gobernando en Veracruz.