miércoles, abril 24, 2024

Expediente 2019

Búsqueda frenética

Luis Velázquez

12 de octubre de 2019

Hoy es sábado. Sábado de insurgencia social y resistencia pacífica en Orizaba. Los padres con hijos y familiares desaparecidos efectuarán, como desde hace un ratito, una marcha silenciosa en las calles y avenidas de la ciudad. Cargarán lonas y cartulinas con las fotos de los suyos, a quienes siguen buscando. Rezarán. Terminarán la marcha en la iglesia de La Concordia con una misa. Comulgarán. Escucharán la homilía de consuelo, más que resignados a la adversidad, buscando a los suyos. Búsqueda frenética, intensa, angustiante, angustiosa, desesperante.

Los padres y parientes con hijos, hermanos, tíos, sobrinos, etcétera, de los desaparecidos, apuestan a una nueva forma de exigencia social.

Se ignora si el gobierno de Veracruz escuchará a los feligreses. Se ignora si la secretaría de Seguridad Pública y la Fiscalía reaccionarán con buena vibra y mejor karma. Se ignora si el gobierno federal los mirará, digamos, a través de su delegado. Se ignora si las O.N.G. se unirán a su lucha. Se ignora si la Comisión Estatal de Derechos Humanos escuchará las plegarias de los feligreses de la diócesis de Orizaba.

Pero ellos, cada sábado, siguen tomando las calles sin discursos incendiarios, sin levantar sus voces atrás del micrófono, sin gritonear en contra de las autoridades, sin linchar ni quemar vivos a los malandros como en Soledad Atzompa, sin avisar al presidente municipal como en el municipio de Mariano Escobedo que maloso detenido será ejecutado.

Igual que Juan Pablo II quien rezaba 8 horas diarias, los feligreses de Orizaba apuestan a las oraciones para inflamar el corazón con energía espiritual y física para continuar buscando a los suyos.

Quizá su esperanza se habrá agotado en el discurso oficial de que “estamos contentos, muy contentos de que el índice de violencia va a la baja”.

Acaso ellos siguen buscando a los suyos en las fosas clandestinas, igual, igualito que los Colectivos, pero al mismo tiempo, su corazón necesita alumbrar la posibilidad y nada mejor que las oraciones, ahora, en la vía pública, y en la iglesia, y escuchando misa.

Bastaría referir la lucha de los campesinos de Miguel Hidalgo en la guerra de Independencia cuando en los sombreros de ala ancha ponían una estampita de Jesucristo y de la Virgen de Guadalupe, seguros, convencidos, de que así detendrían las balas de los realistas y se mantendrían con vida para seguir luchando.

En Orizaba, la nueva resistencia pacífica de Veracruz, luego de un tiempo viva en Coatzacoalcos, apagada ahora y por desgracia.

UNA HISTORIA DE LUCHA

Todas las formas de lucha social se han expresado en los últimos años en Veracruz para encontrar a los desaparecidos, pero también, para manifestarse contra el oleaje de inseguridad.

Por ejemplo, la integración de los Colectivos. Las marchas de los Colectivos con las fotos de sus hijos en algunas ciudades. La búsqueda de fosas clandestinas. La búsqueda de cadáveres en las fosas. Los llamados a los Derechos Humanos para actuar. El choque con las Fiscalías de Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes Linares.

Las ruedas de prensa. La aceptación de la medalla Adolfo Ruiz Cortines entregada por el Congreso local. La participación en congresos nacionales. La venta de fritangas en las fiestas populares, como el carnaval jarocho, para avenirse de recursos y seguir buscando a los suyos. La insistencia para la prueba ADN.

Incluso, la alianza de algunos Colectivos con el gobierno de Veracruz para ver si así la búsqueda se multiplica.

Ahora, en Orizaba, la resistencia pacífica es cada sábado con la caminata de los feligreses de la iglesia católica con familiares desaparecidos.

Se ignora si el gobierno de Veracruz tomará en cuenta las marchas sabatinas de los feligreses para asumir acciones concretas y específicas.

Se ignora si, por el contrario, los menospreciarán de igual manera como fueran, por ejemplo, en el sexenio de Javier Duarte con sus Fiscales Felipe Amadeo Flores Espinoza y Luis Ángel Bravo Contreras y con Miguel Ángel Yunes Linares y su Jorge Wínckler.

Pero los feligreses de la diócesis de Orizaba se mantienen firmes, inalterables, en su razón poderosa de ser.

Y más, por lo siguiente:

En la Diócesis de Orizaba hay una tradición de lucha social “a prueba de bomba”. Fue, por ejemplo, en el Porfiriato, cuando el dictador ordenara la matanza de trabajadores textiles de Río Blanco y asesinaran a unos trescientos, incluidas sus mujeres solidarias.

Incluso, asesinados, Porfirio Díaz Mori ordenó que los soldados treparan los cadáveres en los vagones del Ferrocarril Mexicano y trasladaran al castillo de San Juan de Ulúa en el puerto jarocho y luego los arrojaran en el Golfo de México.

Es una tradición de lucha social. Es la firmeza plena en la lucha social y que solo, digamos, sería conjurada con una matanza como el 7 de enero de 1907 en Río Blanco.

Por ahora, la marcha sabatina de los feligreses se efectúa, digamos, con un bajo nivel social y mediático.

Pero como cada sábado la están efectuando día llegará cuando trascienda en Veracruz y en el país y los señores de la prensa los volteen a mirar y entonces, otro gallo cante a las elites políticas, los señores de la izquierda, la izquierda delirante, aquella que alcanzó prestigio en el mundo defendiendo los derechos humanos.

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