sábado, mayo 18, 2024

Expediente 2019

Asesinados 18 policías

Luis Velázquez

27 de agosto de 2019

Hay en Veracruz policías acusados de matar a personas. Pero también, a ellos los están asesinando. El último, el miércoles 21 de agosto. Un Elemento de la Fuerza Civil fue ejecutado en el municipio de Emiliano Zapata. Y también, una mujer.

En los últimos casi 9 meses, dieciocho policías ejecutados. Casi casi, como los 19 reporteros asesinados en el tiempo de Javier Duarte. Más, claro, los 46 menores asesinados en la era Cuitláhuac. Más, desde luego, las 161 mujeres ejecutadas.

El crimen de los policías cuenta y mucho. Primero, se trata de palabras mayores. Ta´canijo matar a policías. Segundo, los malandros, los malosos, los sicarios, los pistoleros y los carteles y cartelitos van ganando la batalla al gobierno de Veracruz.

Tercero, cuando la policía es ejecutada, entonces, la población queda indefensa cien por ciento. Simple y llanamente, porque si ellos están para garantizar la seguridad en la vida según el llamado Estado de Derecho, y los matan, caray, cada ciudadano está a la deriva, expuesto, por ejemplo, a un secuestro exprés, a una desaparición, a un crimen, a una bala perdida, a quedar atrapado en un fuego cruzado.

El reportero Antonio Osorio Ojeda ha llevado la estadística de la violencia en Veracruz desde el primero de diciembre del año 2018. Día con día, su trabajo gira alrededor de la muerte violenta. En su bitácora están los nombres y las circunstancias, los días y los meses, y hasta las horas, de las víctimas al momento, mil 278.

Y en esa lista tiene los nombres de los 18 policías asesinados. Terrible. Espantoso. Como nunca antes.

La vida sórdida y siniestra en cada nuevo amanecer. Los policías saldrán a cumplir con su deber, conscientes y seguros, temerosos, de enfrentar la muerte.

A estas alturas, hasta una sicosis arrastrarán.

POLICÍAS EJECUTADOS EN EL PAÍS

La muerte sigue y persigue a los policías en la nación.

Según la ONG Causa en Común, el año 2018 quedó de la siguiente manera:

En total, 404 policías asesinados, el 47.8 por ciento, municipales.

Guanajuato cerró el año con 64 casos. Guerrero, con 41. El Estado de México, 39.

Veracruz, treinta. Chihuahua, 28. Tamaulipas, una entidad federativa más polvorienta que Veracruz, diez.

Dos estados se revelaron como un paraíso para los policías. En Campeche y Querétaro, ningún policía asesinado.

Hasta el mes de julio de este año, el último reporte de Causa en Común iba un aproximado de 192 policías asesinados.

Guanajuato, con 16. Jalisco, 13. Michoacán, 18. Guerrero, 18. Chiapas y Guanajuato, 16.

Veracruz, 15. Más tres del mes de julio a la fecha, 18.

Tal cual, ahí va, entonces, Veracruz. Digamos, mantiene su estadística de policías ejecutados respecto del año anterior, cuando Miguel Ángel Yunes Linares gobernara la entidad jarocha durante once meses.

A primera vista, nada de ocuparse ni preocuparse la secretaría de Seguridad Pública, pues el país está lleno de cruces de policías en los cementerios.

Pero al mismo tiempo, ni modo cruzarse de brazos ante la realidad apabullante.

Además, claro, de los bajos salarios, exponer la vida en cada nuevo amanecer.

Sus familias, “con el alma en un hilo”. Todos los días, el poli, jefe de familia, despedirse de la esposa y los hijos, sin tener la certeza de un regreso “sano y salvo” a casa.

Vivir cargando la cruz pesada de la muerte en un camino al Gólgota demasiado largo y extenso. Pero más aún, sombrío, sórdido y siniestro, las tres “Eses” de la incertidumbre y la zozobra en Veracruz.

OLEAJE DE VIOLENCIA

Héctor “N” se llamaba el policía de la Fuerza Civil asesinado cerca de la medianoche del miércoles 22 de agosto a unos 400 metros de la entrada a la Academia de Policía en El Lencero (Diario de Xalapa, Rodolfo Ávila).

Estaba con unos amigos en un automóvil. Platicaban. De pronto, y según las versiones, un sujeto armado les disparó. Héctor, y una mujer con el nombre de María de los Ángeles “N” murieron en forma instantánea.

Otra pareja sobrevivió y de inmediato la hospitalizaron. El asesino se perdió en la noche tibia, callada y violenta de Veracruz.

Si Héctor “N” fue asesinado porque andaba de enamorado, si se trató de un ajuste de cuentas o de una venganza, o un hombre encolerizado porque le habrían “bajado” a la mujer, si fueron los malandros, la violencia sigue arrasando con las fuerzas del orden civil.

Y más cuando 6 días después, ningún avance ha boletinado la secretaría de Seguridad Pública ni tampoco la Fiscalía, pues el caso está en su cancha.

Muchos casos de policías abusivos y excedidos en el ejercicio del poder trascienden a cada rato. Incluso, policías acusados de ultraje sexual. Y/o como en el caso de Mixtla de Altamirano, tan polémico y controvertido, el comandante policiaco acusado del crimen físico de la ex presidenta municipal, su esposo y el chofer del Ayuntamiento, y quien cuando estaba a punto de ser capturado, se pegó un tiro, llevándose el secreto del autor intelectual a la tumba.

Pero cada vez cuando un policía es ejecutado, la imaginación es calenturienta y loca y piensa si andaba en malos pasos, pero también se le considera una víctima más del oleaje de violencia, imparable, fuera de control, descarrilado, avasallante.

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