DE PRIMERA MANO

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LUNES 19 DE agosto de 2019

Rolando Quevedo Lara

VIVIR EN COATZACOALOS

Autorizó MaCarJu, transcribir su tema que publicó en Facebook, dijo así con inspirado acento:

  “¿Cómo es vivir en Coatzacoalcos? Me lo preguntan familiares y amigos de otros estados y del extranjero. No alcanzan a comprender el desasosiego que percibimos quienes habitamos el otrora pacífico Puerto México:

  “Vivir en Coatzacoalcos es sentir sobresaltos y ponerte alerta cuando escuchas un acelerón y un chirrido de llantas; es salir a la tienda de la esquina, a la escuela, al trabajo o a la panadería usando toda la capacidad de tu vista periférica.

  “Vivir en Coatzacoalcos es desconfiar de tus amigos, vecinos, conocidos; es mirar con recelo al que entrega los recibos del agua, de la luz; nadie escapa al escrutinio, al escaneo visual casi paranoico. Hasta cuando haces cola en el super o en el cine estás con el ojo pelón y la adrenalina al tope. Era costumbre salir en las tardes con la familia o los amigos al majestuoso (hoy sucio y descuidado) malecón, te sentabas a contemplar el atardecer, disfrutar la brisa marina y el paisaje de los cerros Santa Martha y San Martín en pleno ocaso. Un coco frío, un raspado o un esquite; helados, coctelitos de camarón o ceviche; hoy es de pensarse, los mismos vendedores aseveran que sus ventas se han ido a pique en más de un 50%; las bajas ventas y el pago de «piso» dan al traste con tan tradicional paseo.

  “Vivir en Coatzacoalcos es percibir la indefensión y fragilidad de tu integridad física y la de tu familia; es entender que estás a merced de bandas criminales de toda ralea que actúan sin el menor asomo de piedad; es SABER que en cualquier momento te toca a ti y a tus seres queridos; es comprender que NO HAY NADIE quien meta las manos para defenderte en caso de que lleguen a tu casa o negocio para secuestrarte.

  “Todo mundo sabe de la complicidad existente entre autoridades de los tres niveles y las bandas criminales, para nadie es un secreto que operan en perfecta armonía.

  “Hoy, vivir en Coatzacoalcos es enfrentar diariamente el desorden vial, la basura hedionda por toda la ciudad, los baches y las aguas pútridas que por semanas (y meses) adornan las afueras de los mercados públicos; todos los días tienes que soportar las gandalleces de los agentes de tránsito y los policías; tienes la necesidad de lidiar con taxistas, urbaneros y particulares que manejan imprudentemente y son sumamente agresivos. Sin contar con el desmadre que hay en las banquetas invadidas por vendedores de toda índole.

  “A diario las noticias son atroces, sanguinarias; a diario se ven descabezados, descuartizados, levantones, secuestros, asaltos, robos… Y muy rara vez, casi nunca hay detenidos. Y si los hay te enteras que por ‘errores en la integración de la carpeta o en el proceso de detención’ los criminales salen libres casi de inmediato; es más, los delitos que eran considerados graves hoy dejaron de serlo gracias a las reformas judiciales.

  “Pero lo más atroz que enfrentamos, es la indolencia de las ‘autoridades’ encargadas de garantizarnos servicios de calidad y, sobre todo, seguridad. Han fallado rotundamente en sus obligaciones, sin embargo, se han aplicado en amasar cuantiosas y obscenas fortunas… ahí los ve usted paseando despreocupadamente en lujosas camionetotas y comiendo en lugares caros y elegantes incluso en horas laborales, les vale madres el pueblo. Esos, los que andaban cargando bebés sucios, besando ancianitos y haciendo payasadas mientras buscaban el voto… ¿Recuerdan las caras de preocupación que lucían y la inmensa «piedad» al besar un niño moquiento y desgreñado? Ahí los tiene usted, ELLOS SÍ VIVEN PLÁCIDAMENTE, respaldados en sus guaruras (aunque dicen que no los tienen, son muy notorios); hay un regidor chaparrito, feíto él, con complejos faraónicos que se hace acompañar de un séquito que envidiaría cualquier priísta de la vieja escuela; es la síntesis de todo aquello que NO DEBE hacer un servidor público: puede ser legal, pero es inmoral.
  “Vivir en Coatzacoalcos, amigos míos, es una muestra de solidaridad con la ciudad que en su momento nos dio todo; muchos llegamos por uno o dos años y aquí nos quedamos por décadas, aquí nacieron nuestros hijos, aquí viven nuestros amigos, aquí desempeñamos nuestras diarias actividades.

   “Yo me quedo en esta ciudad hoy triste, insegura y sucia; me quedo porque quiero hacer algo por ella en compensación por haberme recibido con tanto cariño y generosidad. Me quedo porque tengo la firme esperanza de volver a llevar esa vida tranquila, bullanguera y productiva del viejo Coatzacoalcos que yo conocí. Somos más quienes queremos que se restablezca la paz y el orden… Todo llega a su tiempo y en su justo momento”.

  ¡Cuánta verdad!