jueves, abril 25, 2024

Barandal

•Canijo vivir en Veracruz

•Tiros suenan y resuenan

•Las gemelas siniestras

Luis Velázquez

15 de agosto de 2019

ESCALERAS: El ciudadano común y sencillo se avergüenza de vivir en Veracruz, donde la inseguridad y la injusticia son la bandera izada a toda asta en día patrio.

“Cada día, uno se siente llamando a las puertas del cielo” (Bob Dylan) para evitar el infierno.

Pero al mismo tiempo, resulta inevitable.

Nunca como hoy se vive y padece el peor tiempo social en la historia local. Hacia el día número 255 de la era de MORENA en el palacio de gobierno de Xalapa, mil 262asesinatos, entre ellos, 155 de mujeres, 46 de menores de edad, quince políticos, 17 policías, 6 activistas, diez miembros de la diversidad sexual y un reportero.

PASAMANOS: Los disparos y el fuego cruzado y la violencia suenan y resuenan día y noche.

Hay días más sombríos, sórdidos y siniestros, cuando, por ejemplo, hasta doce cadáveres dejan las horas.

Por todos lados, Veracruz, “la noche tibia y callada” de Agustín Lara, convertido en un charco de sangre.

Más cruces en los panteones. Más hogares enlutados. Más hijos huérfanos. Más mujeres y hombres viudos. Más padres seniles a la deriva social.

En la guerra en Chiapas entre el ejército contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el EZLN, solo hubo doce cadáveres. En los últimos 8 meses y medio, aquí, más de mil quinientos.

Cada amanecer es sangriento. Más, mucho más hábil fue el cacique gordo de Cempoala quien pusiera el pueblo a los pies de Hernán Cortés, sin derramar una sola gota de sangre.

CORREDORES: El paisaje urbano, suburbano y rural de Veracruz es así, como nunca antes:

Cadáveres en los ríos y lagunas y en donde solo falta floten en el Golfo de México.

Cadáveres arrojados en la vía pública, en calles y carreteras, a la orilla de los cañaverales, en el fondo de los pozos artesianos de agua dados de baja.

Cadáveres embolsados como los cuerpos desmembrados tirados en Maltrata y Vega de Alatorre.

Cadáveres acomodaditos en la cajuela de los coches y cuerpos sin vida frente al volante.

Bien podrían aquí inspirarse Damián Alcázar y Joaquín Cosío para una nueva versión de “El infierno”.

BALCONES: 8 meses y medio después, lo mejor es encerrarse en casa sin salir a la calle.

El gobernador y los suyos, incluido el Fiscal, han de ponerse la mano “en lo más profundo de la vida humana como es el corazón” (Goethe) y centrarse en el lugar de los familiares de tantas víctimas de la violencia, el tsunami fuera de control, desbordado, desbocado, descarrilado, ruleta rusa.

PASILLOS: Hemos vivido días malos sin mirar el sol en cada nuevo amanecer. Caminamos en un túnel largo y extenso sin una lucecita alumbrando la oscuridad.

Y como decía Gabriel García Márquez a propósito de la violencia en Colombia:

“Lo importante en la violencia no son los muertos, sino los vivos… quienes no saben cuándo les llegará la muerte”.

VENTANAS: Nada es la vida personal, familiar y colectiva con la inseguridad y la injusticia, las hermanitas gemelas sórdidas lapidando todos los días y noches a Veracruz.

Si una persona vive angustiada por la violencia quizá lo mejor, y para evitar el caos y el delirio, sería escuchar un disco de los Beatles o de los Rolling Stones.

Pero aun cuando sirviera de consuelo, al ratito, ni modo, habría de salirse a la calle para llegar puntual a la chamba, y entonces, el miedo y el temor, el pánico y el terror, una bala perdida, un secuestro exprés, una desaparición, se atraviesan.

Un infierno llamado Veracruz.

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