jueves, abril 18, 2024

Expediente 2019

Servir al Príncipe

Luis Velázquez

Un semestre en Veracruz con Morena en el poder se ha vuelto un sexenio. Por muchas razones. Entre otras, la inseguridad y la impunidad, siniestras hermanitas gemelas. El desencanto social. La parálisis de la administración pública. Pero también, por el alto grado de servilismo.

Servilismo de los diputados locales y federales y senadores. El jefe de un Poder Ejecutivo, decía don Daniel Cosío Villegas, “es un dictador constitucional”. Constitucional, porque fue elegido en las urnas y que “cae como anillo al dedo” para describir al gobernador de AMLO en la tierra jarocha, de cara al Golfo de México.

Por ejemplo, resulta insólita la fractura que se está dando entre los trabajadores de la información sirviendo al príncipe en turno. Las partes, divididas entre sí para estar lo más cerca posible del gurú, el tlatoani, “el siervo de la nación”, el jefe de jefes del presupuesto público.

Cierto, cada gobernante suele tener a su elite de periodistas. Porfirio Díaz les decía “Pan o palo”, ofreciendo “maicear a todos”. Francisco I. Madero les cerró la llave, pero financió un periódico a su hermano Gustavo y a quien también nombrara diputado federal y ministro sin cartera. Se llamaba “Nueva era”, y solo servía para revirar a la prensa crítica.

“Estás conmigo o estás contra mí” decía Ronald Reagan a la prensa de Estados Unidos, pero José López Portillo les advertía: “No te pago para que me pegues”.

Un semestre después, la mitad del mundo jarocho y la otra mitad sabe de las fracturas entre los medios. Unos, a favor de Cuitláhuac a través del secretario General de Gobierno, encargado del pastoreo, y en contra del Fiscal. Y otros, en defensa del Fiscal y en contra de “El dos de palacio” y de Cuitláhuac.

Bastaría referir su activismo en las redes sociales, el twitter, el facebook, el whatsaap, anexos y conexos, además, claro, de sus textos en los medios impresos.

El lema sería “Dime tu nombre y te diré de qué lado estás”.

De sobra está citar que en la fama pública trasciende que el secretario de Educación, Zenyazen, tiene a un montón de reporteros en la nómina y hasta en cargos públicos.

CARNICERÍA HUMANA

Parece una carnicería humana. Incluso, una carnicería de palomas y patos a cargo de los clubes de cazadores. Cualquier hecho o declaración sirve para que los diaristas tomen partido.

Incluso, los sucesos han dejado de serlo. Ahora, la noticia son ellos mismos. Y entre ellos, se bombardean. Y se exhiben. La pasión, claro, ciega.

En su libro de crónicas, “París 68”, Carlos Fuentes Macías describe los estragos de aquel movimiento estudiantil cuando los amigos y los parientes se dejaron de hablar por las pasiones políticas y se pelearon y la ruptura amical duró, incluso, el resto de la vida.

Y como la historia se repite unas veces como drama y otras como tragedia, entonces, parece estarse repitiendo en Veracruz con el Cartel de Eric Cisneros sirviendo a Cuitláhuac y el Cartel de Jorge Winckler Ortiz.

Incluso, hay amigos que lo fueron durante tantos años que ahora se odian tanto como Miguel Angel Yunes Linares a Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte y si debido a su dinámica reporteril se cruzan entre sí, digamos, en un acto público, en una rueda de prensa, ni siquiera se saludan.

Pasión canija.

Y más, porque la noticia ya no son el millón de indígenas y los dos millones de campesinos y sus pendientes sociales y los asesinatos y feminicidios e infanticidios y la impunidad, sino Eric Cisneros o Winckler, y lo peor, ellos mismos tendiendo los trapos sucios en el patio sin ningún pudor.

El hígado, en vez de las neuronas. La pasión volcánica desorbitada encima del cerebro.

Nada favorece tanto a una generación política, y más al jefe máximo que la prensa escindida, fracturada, enfrentada y confrontada.

DE ACTIVISTAS A PROPAGANDISTAS

El politólogo Carlos Ernesto Ronzón Verónica dice que en breve tiempo, una parte de los trabajadores de la información en Veracruz sufrieron cambio radical.

De diaristas pasaron a activistas. Y de activistas, a propagandistas.

Y ni hablar, cada quien elige su destino, pero nada más honesto que definirse.

Se definieron, por ejemplo, los reporteros de la Ciudad de México que renunciaron a sus medios y se volvieron funcionarios federales con AMLO, de igual modo, digamos, que cuando los articulistas Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Francisco Zarco y Guillermo Prieto, entre tantos otros, aceptaron a Benito Juárez un cargo público y luego, cuando cayera en la reelección, todos le renunciaron y se volvieron, como decía don Daniel Cosío Villegas, “ferozmente críticos” y los reporteros más respetados y respetados, más capaces, más documentados, mejor informados, grande escritores, en la historia nacional.

Cuitláhuac, claro, ni Eric Cisneros, llegaran, en sueños ni en la utopía, a Benito Juárez, y solo la analogía significa una ofensa.

Con todo, si algunos reporteros han mudado en los Narcisos Mendoza sus razones tendrán. “Muchas cornadas da el hambre” intituló Luis Spota a una de sus novelas.

Está bien, por ejemplo, que hay políticos seductores tanto de mujeres como de hombres. Hombres súper dotados que hacen alucinar a los demás. José Vasconcelos a los jóvenes Adolfo López Mateos y Alejandro Gómez Arias. Alvaro Obregón a Vasconcelos. Francisco I. Madero a Pancho Villa. Plutarco Elías Calles a Emilio Portes Gil. AMLO a Paco Ignacio Taibo II.

Hinoptizados, dejaron todo y siguieron a sus héroes terrenales, igual, igualito que los doce apóstoles, entre ellos Judas, abandonaron hasta a sus familias y se fueron atrás de Jesús.

Los reporteros tampoco estamos inoculados contra el hechizo… con todo y que los políticos son hombres sexenales, efímeros, y en el mejor de los casos, transexenales.

Un segundo antes de morir, aseguraba don Manuel Buendía asesinado por la espalda en el sexenio de Miguel de la Madrid, seguiré contando historias.

Los políticos pasan y el periodismo es, suele ser, para toda la vida, así paguen sueldos miserables sin las prestaciones establecidas en la Ley Federal del Trabajo, y el patrón explote hasta la ignominia y el oprobio.

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