viernes, abril 19, 2024

Expediente 2019

Veracruz, el caos


Luis Velázquez

La diputada Marijose Gamboa Torales se ha ocupado de nuevo del gobierno de Veracruz. Y en su discurso legislativo los siguientes conceptos son claves:
Uno. Ningún resultado positivo a favor de los 8 millones de habitantes.
Dos. El gobierno «ha ido sin rumbo fijo».
Tres. Durante 3 meses «se entrometió en la vida de (un poder estatal), la Fiscalía… para imponer caprichos».
Cuatro. Hay «uno de los vacíos (de poder) más grande que ha provocado la ingobernabilidad en materia de seguridad».
Cinco. «La violencia se ha desbordado de manera alarmante».
Seis. «El crimen organizado está más presente que nunca».
Siete. «El gobierno del Estado se dedica a echar culpas en lugar de asumir su responsabilidad».
Ocho. Han transcurrido más de «cien días de incompetencia, falta de capacidad, falta de diálogo, ausencia de oficio político, falta de profesionalismo en las áreas de gobierno».
Y nueve. Llevamos «cien días de promesas incumplidas y desprecio absoluto a la autonomía de los poderes y a la propia palabra» del gobierno de Veracruz.
La diputada panista está más incendiada que nunca.
A tono, digamos, y toda vez que padece indignación crónica ante la pobreza, la miseria y la jodidez de la población, como cuando en el duartazgo.
En aquel entonces, su palabra periodística enfureció al gobernador y quien aprovechó un accidente automovilístico para encarcelarla.
Ahora, su palabra legislativa.
Nadie desearía que sufriera un feroz y mortal ataque de caspa, pues los políticos, ya se sabe, tienen la piel frágil y luego enseguida se fermentan.

VIENTOS MÁS HURACANADOS

La voz de la diputada azul coincidió con la voz parlamentaria de los senadores panistas de Veracruz quienes lograron punto de acuerdo para que el gobernador comparezca en el Congreso federal para rendir cuentas sobre el estado de incertidumbre y zozobra.
Se trata de una estrategia paralela a la decisión del Fiscal de que interpondría denuncia penal por calumnias en contra del gobernador y el secretario General de Gobierno, quienes lo acusaron de tener malas amistades con los carteles y cartelitos.
Por lo pronto, el Fiscal solicitó pruebas y de seguro estará lleno de esperanza, optimismo y fe, buena vibra, mejor karma, y de lo contrario, se entendería, honraría su palabra con la denuncia penal correspondiente.
Entre tanto, y mientras en el Tribunal Superior de Justicia siguen esperando el nombramiento de los trece magistrados, el Fiscal enrocó a parte de su equipo y los ha enviado de jueces para dar paso a otros de los suyos en su gabinete legal y ampliado.
Pero desde luego, la diputada ha retratado de manera puntillosa la realidad real que se vive y padece cada vez con los vientos más huracanados, como fueron los últimos, digamos, el asesinato de los tres chambelanes (dos de ellos menores de edad) en Cosoleacaque y el asalto a los clientes, amorosos furtivos, de un motel en Córdoba, y en donde una mujer, trabajadora, fue asesinada cuando se opuso a entregar el dinero de la noche caminando.

COCTEL EXPLOSIVO

El discurso de la diputada es tronante. Lleno de fuego. Un resumen canijo que en su palabra ha llevado al desencanto social.
Y en poco tiempo.
Tres palabras son un coctel explosivo:
Un gobierno «sin rumbo fijo».
Y a partir de allí un montón de enunciados que por cada uno tendrá el desglose, digamos, y de ser necesario, para informar a la población electoral que la privilegió en las urnas el primero de julio del año anterior.
Muchos días, sin embargo, han transcurrido en lo que se llama «la curva de aprendizaje» y ni así, el Estado marca la agenda setting y más bien gravita alrededor de una política reactiva que responde al río turbulento de los carteles, considerando que nada más atroz hay en la vida que amanecer y anochecer en la incertidumbre y la zozobra, a partir de un secuestro, una desaparición, un asesinato, una fosa clandestina.
Es el punto de quiebre del que habla la mitad de la población de Veracruz y la otra mitad.
El desasosiego en el diario vivir.
La vida, prendida con alfileres.
Los pueblos, suspendiendo sus fiestas tradicionales porque la ola de inseguridad es volcánica, impetuosa, avasallante.
Hay, cierto, desigualdad económica y social, educativa y de salud.
Hay pobreza, miseria y jodidez.
Desempleo, subempleo y salarios de hambre.
Pero nada se compara con el mundo horripilante que todos los días y noches se padece como si fuera una maldición del «infierno tan temido».
Da miedo vivir en Veracruz.
Por eso, muchas familias (que pueden y/o se han armado de valor para la aventura económica y social en otros pueblos) han migrado como la CANACINTRA lo ha enunciado.

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