viernes, abril 26, 2024

Barandal

•Velan cadáver en el PRI

•Cambiar para seguir peor

•Desmanes de las elites

Luis Velázquez

ESCALERAS: Javier Duarte puso el último clavo en el ataúd priista.

Denunciado por Enrique Peña Nieto como el político más corrupto del siglo XXI, Duarte hundió al tricolor en una ola de fango. Ola tan sísmica que todavía causa estragos, como por ejemplo, la captura el fin de semana de un par de subdelegados de la secretaría de Seguridad Pública, apodados “El Draco” y “El Pantro”, Pedro Israel y Armando OP, acusados de desaparición forzada en el tiempo de Arturo Bermúdez Zurita.

En el camino al Gólgota, mejor dicho en el Gólgota donde continúan clavados en la cruz, el priismo busca ahora refundarse y hablan de la renovación moral, digamos, de AMLO.

PASAMANOS: El más claro ejemplo está en Alejandro Moreno, el gobernador de Campeche, que soñando con la presidencia del CEN del PRI, predica en la homilía tricolor el discurso del presidente tabasqueño de no robar, no mentir, no desviar dinero público y no ser soberbios.

Pero, bueno, a estas alturas, AMLO predicador desde hace más de 18 años, MORENA ya les quitó y ganó el discurso.

CORREDORES: El PRI, sin embargo, con Javier Duarte, así fuera expulsado, ya perdió la partida.

Podrán quizá, acaso, tal vez (Capulina en sus películas), resucitar al tricolor, digamos en Veracruz, Antonio Benítez Lucho (meritocracia por delante) o Marlon Ramírez (el billete como argumento), pero será difícil.

En el búnker rojo están velando un cadáver putrefacto. El cadáver del partido fundado por Plutarco Elías Calles en 1929.

Más fácil sería que un elefante pase por el hoyito de una aguja que el PRI recupere el terreno perdido.

Y más, porque la mayoría de los priistas (quince en total) que buscan suceder en el cargo a Lilian Zepahua, la hija del cacique de Zongolica, Mario Zepahua Valencia, fueron duartistas y fidelistas.

Más de lo mismo.

BALCONES: Los mismos priista de antes acusados de pillerías, ahora se dan golpes de pecho, tanto que algunos hasta buscan formar sus propios partidos políticos, al momento, quince solicitudes en el OPLE, como si tan fácil fuera borrar el pasado así nomás.

La mayoría, y por desgracia, envueltos en oscuros, sórdidos y siniestros casos de corrupción.

Inverosímil, por ejemplo, que la desaparición forzada, el más alto delito en el duartazgo, todavía sea motivo hoy de denuncias, órdenes de aprehensión y capturas de violadores de los derechos humanos.

PASILLOS: El fango duartiano es incontenible. Y el descrédito para el PRI y para las elites priistas, peor.

Por ejemplo, declararse hoy priista es lo peor del mundo.

De seguro hasta las mismas familias de los tricolores avergonzadas estarán.

Y ni se diga la militancia, aquella que siempre, siempre, siempre, fue utilizada por las cúpulas, los jefes enlodados, manchados y salpicados de latrocinios a la sombra y el cobijo del poder, intocables que se creyeron, paridos por los dioses.

Javier Duarte y los suyos (Érick Lagos, Alberto Silva, Adolfo Mota, Arturo Bermúdez, etcétera), entre las figuras preclaras del viejo priismo.

Un partido con fama de corruptos.

VENTANAS: Hay, parece existir, una operación limpieza en el partido tricolor.

Pero, caray, la quieren hacer, o la están haciendo para sacudirse las presuntas o reales prácticas de corrupción… con las mismas caras y el mismo discurso de entonces.

Casi casi, “cambiar para seguir igual” o peor.

Sólo María Magdalena, con su pasado de trabajadora sexual, logró purificarse en el relato bíblico y también Ruth, la otra prostituta de la Biblia que protege a los enviados del Señor y evita que los asesinen y se gana el perdón divino y entra al reino de los cielos.

PUERTAS: “El partido ha perdido crédito por los desmanes de sus gobernadores” (Jan Martínez Ahrens, El País).

Y el descrédito es tanto que luego de la derrota fatídica, inconcebible, del primero de julio del año anterior, nada indica que la realidad pueda cambiar.

Y más, cuando en el trascendido está que los mismos jefes de entonces (Enrique Peña Nieto, Carlos Salinas, Manlio Fabio Beltrones, René Juárez, Miguel Ángel Osorio Chong, etcétera) buscan acomodar, mejor dicho, imponer a los suyos.

Igual, igualito que en Veracruz con sus elites.

CERRADURAS: Javier Duarte y sus cositas sucias se volvieron insuperables.

El peor mal, entre otros, los narcos creciendo en tierra fértil en su sexenio y que dejara, todavía, un territorio poblado de fosas por todos los puntos geográficos de Veracruz, el último, por ejemplo, los Colectivos buscando cadáveres en Río Blanco, la tierra sacrosanta donde Porfirio Díaz Mori ordenara la matanza de los obreros textiles en 1907.

Y más, mucho más, cuando Duarte se pitorreaba de las vidas humanas ajusticiadas y de los derechos humanos y gritaba exultado, sin que nadie lo reencauzara, que en Veracruz sólo robaban Frutsis y Pingüinos.

PATIO: Degradación penal, por un lado, con Javier Duarte.

Degradación moral, además, porque quitar el fango encima está en chino.

Degradación social, con tantos desaparecidos y tantas jefes policiacos acusados de desaparición forzada y tantas fosas clandestinas que siguen apareciendo.

Y degradación partidista, por el otro, porque el rechazo de la población electoral al tricolor está fuera de duda.

Los ciudadanos, por ahora, nada quieren saber del PRI. Y de seguro pasará mucho tiempo para recuperar, si pudieran, el terreno perdido.

En su momento, callaron las tropelías de Javier Duarte para, entre otras cositas, beneficiarse con sentido patrimonialista. Y se volvieron cómplices. Ahora, están pagando los estragos.

“El agujero abierto por Javier Duarte ha acabado por engullir a su propio partido” y a sus elites y a su militancia.

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