jueves, abril 25, 2024

Expediente 2019

Cólera social

Luis Velázquez

05 de marzo de 2019

El gobierno de Veracruz ha hecho llorar a Coatzacoalcos. Secuestros, desapariciones, asesinatos, extorsiones, robos, fuera de control oficial. Pero también, ha llevado a la población a la indignación, el coraje y la cólera social.

Y si el gobernador “tocó el cielo con las manos” el primero de julio del año anterior, ahora, está atrapado y sin salida, entre la espada y la espada, en el infierno.

Incluso, dado su fracaso para combatir la inseguridad, es decir, a los carteles y cartelitos, Veracruz se revuelva en el fango. Coatzacoalcos, en el más profundo estercolero.

Ellos fueron los primeros en sublevarse. Primero, marchas pacíficas. Luego enseguida, plantones frente al palacio municipal donde el alcalde de MORENA se encerró en su búnker, desarmado y asustado, paralizado.

Después, otra marcha. Entonces, una carta a la ONU para ser escuchados. Y la plataforma Charge.org levantando firmas.

Fue cuando el señor presidente municipal anunció al mundo que tenía solución salomónica contra los sicarios, pistoleros y malandros, como era cabildear una reunión privada para decirles que estaban fuera de la ley y que ellos eran hombres buenos y que pensaran en sus familias.

La respuesta fue una sola: las familias que pudieron continuaron migrando de Coatzacoalcos.

Y su dimensión estelar se expresó el domingo 3 de marzo con un plantón en la oficina de la Representación del gobierno de Veracruz en la Ciudad de México.

Vestidos de blanco, acuñaron frase bíblica. “Nos reúne el miedo”. Grave señal si se considera el poema de León Felipe. “El miedo al miedo”, decía.

Por un lado, entonces, el miedo a la inseguridad. Y por el otro, “el miedo al miedo” cuando de pronto, por ejemplo, los malandros secuestran a una señora madre de familia y la desaparecen y la asesinan y la decapitan y tiran el cadáver en la calle.

Nadie, en Coatzacoalcos, ha perdido la capacidad de asombro. Tampoco, la capacidad de indignación. El coraje. La cólera social.

La población sureña se recrudece. No ceja. Menos baja la guardia.

El éxodo de una parte de las familias, aquellas que pueden, retrata el principio de Peter del gobierno de Veracruz.

No pueden. No saben cómo. Están azorados con el paso siguiente.

Pero el gobernador, con las hermanas cacicas de Acayucan, ex priistas, ex panistas, ahora morenistas, ¡vaya Cuarta Transformación!, Regina y Fabiola Vázquez Saut, festinan que empresarios beisboleros de Estados Unidos busquen en el parque deportivo de la ciudad de Veracruz a los nuevos valores, cuando, caray, desde el tiempo, y antes, de Beto Ávila era así.

UN INFIERNO LLAMADO COATZACOALCOS

Sería un pecado mortal que desde el lado oficial acusaran a la población de Coatzacoalcos de fanatismo ideológico y ceguera política.

Incluso, de vivir los días y las noches en indignación social perpetua ante la ola de violencia, donde se ha llegado a lo inverosímil. Una señora decapitada. Un empresario secuestrado delante de su familia en un restaurante. Mujeres asesinadas. Médicos plagiados. Cadáveres de Veracruz tirados en Tabasco. Cadáveres de Tabasco tirados en Veracruz. Cierre de comercios y negocios. Cierre nocturno de hospitales y farmacias. El éxodo.

El peor retrato de la incapacidad oficial está con el alcalde Víctor Carranza.

Primero, encerrado en su búnker ante la protesta colectiva frente a palacio.

Después, anunciando que negociaría con los carteles una tregua cristiana de tres años.

Luego, feliz de que el gobierno de Veracruz le enviara mil policías… y que al momento, con resultado fatídico.

Entonces, el trascendido. Su audiencia con el secretario de Seguridad Nacional, Alfonso Durazo, para ver si “la mano de Dios” pudiera restaurar el paraíso perdido en un pueblo, como Coatzacoalcos, puerta de entrada de todos los males del sur del país a Veracruz, paso de la droga y paso de los migrantes, “carne de cañón”, paso de la prostitución de sur a norte, paraíso de los malandros, paraíso de los huachicolero donde, oh paradoja, a orilla de carretera hay, ¿existía?, una venta cínica y descarada del combustible robado a PEMEX.

ESTADO DE INDEFENSIÓN SOCIAL

La protesta dominical del 3 de marzo en la Ciudad de México ha de considerarse como una búsqueda más para, digamos, ver si hay una salida social y política al atolladero en que están empantanados.

Los gestos oficiales de buena voluntad han servido para nada. Los malandros siguen victoriosos con su Estado Delincuencial ante el famoso llamado Estado Fallido.

9 años de combate contra la delincuencia organizada han originado una profunda y vertiginosa herida social que tiene demasiada harta, encolarizada y encabritada a la población.

Los malosos siguen asestando golpes al Estado en un Veracruz donde todos los días se ultrajan los derechos humanos, y como en la canción de José Alfredo Jiménez, “la vida (parece) no valer nada”.

Ni para el Estado. Ni menos para los malandros.

Por eso, la gran alianza cívica en Coatzacoalcos y que solita ha llegado y cuajado para restablecer las libertades públicas y la justicia y la paz.

La depresión social es canija. Ha cambiado, además, los hábitos y las costumbres en el diario vivir. En el plantón dominical en la Ciudad de México predominaban los rostros jóvenes. En su mayor parte, mujeres.

Y de continuar así, pronto se dará un divorcio, quizá ya, entre la ciudadanía sureña y la población electoral con el gobierno de Veracruz.

Más que vivir en un Estado de Derecho o Estado Fallido, en Coatzacoalcos padecen un Estado de Indefensión.

Indefensión ante los narcos. Indefensión ante la elite gobernante de la izquierda en el palacio de Xalapa.

El alcalde se ha quedado solo en medio del infierno.

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